Los límites y la paz interior
No queremos realmente retirarnos a una helada cueva en los Himalayas para alcanzar la paz interior. Lo que preferimos es tener la paz aquí y ahora, en este mundo perturbado y nervioso.
Tampoco queremos una vida de perpetuo sosiego; nos gustan la adrenalina y las emociones intensas. Como le dijeron los intelectuales franceses al devenido monje budista Mathieu Ricard cuando publicó su libro sobre la felicidad: "No nos importa eso de ser felices, nos gustan los altibajos de la vida, necesitamos vivir con pasión y sufrimiento, sobre todo porque se siente tan bien cuando el sufrimiento cesa por un instante".
No diría que nos gusta el sufrimiento, pero los contrastes en la vida son importantes. Incluso hasta para alcanzar la paz. Porque la paz cuesta, tiene un precio: el precio de aprender a decir que no.
'No' a muchas cosas: a otros, a determinadas situaciones, a ciertos lugares, a nosotros mismos.
Cuando somos capaces de establecer límites sanos creamos paz en nuestro interior. Cuando actuamos en coherencia con nuestros valores y principios, creamos paz. Y esa paz se convierte en nuestro refugio, un remanso al que podemos entrar y del que podemos salir cuando nos plazca. Porque la calma está ahí, disponible para nosotros, en medio del caos, en nuestro interior. Tal como está el fondo del mar siempre calmo aunque en la superficie arrecie la tormenta.
Pero decir que no no es fácil. Incluso a veces ni siquiera sabemos distinguir un no de un sí. Hay situaciones extremas en la vida (un familiar enfermo, una responsabilidad sobre personas que dependen de nosotros) que nos exigen estar a alturas imposibles. Pero el precio no puede ser jamás un desequilibrio vital.
Dice la psicóloga Sarri Gilman que todos tenemos una herramienta para poner límites, y es una brújula imaginaria. Esta brújula es muy básica, tiene solo dos palabras: 'sí' y 'no'. No nos ofrece todas las respuestas. Pero nos ayuda a dar el primer paso.
Yo creo que esta brújula es nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo sabe lo que queremos antes que nuestra cabeza. Escucha a tu cuerpo. Es tu brújula. Úsalo para todo: a la hora de tomar decisiones, de elegir tus relaciones, de establecer límites en lo laboral y en la vida en general.
Lo único que tienes que recordar es que poner límites requiere aprender a tolerar las emociones tormentosas que sobrevienen cuando decimos que no. No durarán demasiado, pero si las atraviesas con valentía, luego habrás ganado un espacio de paz y te sentirás mejor.
Confía en tu brújula, porque, como dice Gilman, lo único que hace es cuidar de ti.