Un 85 por ciento de arrepentidos
Antes de nada, tengo que decir que nunca me he arrepentido de ser periodista. Nunca me arrepiento de la decisión que tomé, aunque me convirtiera en la oveja negra de la familia donde nunca hubo nadie que quisiera ser actor o periodista y yo quise hacer las dos cosas. Tengo un hermano médico, muchos le conocerán como pacientes más que agradecidos en 'Graná', y otro boticario que ejerció fuera de la ciudad más hermosa del mundo. Tuvimos un padre más que sufridor que consiguió ver a sus hijos con estudios superiores, pero yo… tomé otra dirección a la pensada.
Y empiezo escribiendo así porque en una reunión de ya jubilados, hemos tenido en nuestras manos un estudio de un organismo oficial, no me pregunten cual porque ya me pierdo en tanta oficialidad como hay en este país, en la que se dice que hay muchísimos profesionales arrepentidos hasta el tuétano de lo que estudiaron y los primeros en la lista son los periodistas, que alcanzan la escalofriante cifra del 85%.
La lista se completa con varios de letras, pero hay dos, Marketing con un 61% y Medicina con un 58%, que nos llamaron la atención. Los primeros porque en un mundo como el actual, esa especialidad es fundamental para muchas cosas y creímos que había mercado para todos, y la segunda porque o no hay tanta vocación o te la quitan apenas te colocas y comienza el lío de cobrar lo que no es, y no me refiero solo a dinero.
Pero en lo que no tuvimos dudas fue en la nuestra. Los ya más que veteranos no nos asombramos de lo que vemos cuando leemos lo que leemos y escuchamos lo que escuchamos. Es verdad que esto no es lo que era, han cambiado mucho las cosas y comparando los tiempos, los de antes salimos ganando.
Antes, hace mucho, no hablo de la Edad Media tampoco, uno entraba en esta profesión porque le gustaba y había que sudar mucho para conseguir firmar y entrar en el redil profesional. Podía usted estar en la escuela nacional o comenzar a la vez en un periódico, algo así como aprendiz y hacer de todo para que te enseñaran.
Ya he contado que comencé en el Patria, allí en la calle Oficios, y fue lo mejor de lo mejor. Hice redacción, hice calle, hice teletipo, hice corrección y estuve en Deportes, Sucesos y algunas secciones más. Oí a mis directores, escuché a mis compañeros y así me fui haciendo. Fui el que le llevaba los cubatas a mi Jefe de Deportes, que era el mejor del mundo, y el que contaba como uno más cuando terminábamos el cierre, ya muy de noche, y nos íbamos a por la cena tardía a base de tapas o algún cubata porque el reloj estaba más que pasado. Y todo eso con esfuerzo, sudor y ganas de aprender.
Y si tenías a tu lado a Codi, Carloto, Juan Bustos, Piñero, Antonio Prieto, Manix, Eduardo Molina Fajardo, Juan José Porto…, con mucha atención y sin perder el tiempo en tonterías entrabas en la profesión por la puerta grande. Y si más tarde llegabas a la radio, pues pasaba lo mismo.
Pero ahora esto no sucede. Sales de la Facultad y ya quieres ser director de golpe. No tienes ni idea porque en clase se aprende poco y la calle no la pisas ni por encargo. Y, algo fundamental, los viejos han desaparecido. Ya no hay correctores y manda un aparatejo extraño que se llama ordenador y dice que corrige a la perfección y los que saben no existen, porque los prejubilaron o los quitaron de en medio y ya no estás con Joaquín Prat o José María García y ya no oyes a los grandes que, por edad, se fueron marchando de este mundo dejando una escuela a la que se apuntaron muy pocos. Y los jubilados que saben no tienen acceso ni a las columnas porque eso cuesta dinero y la calidad no vende a los que mandan en la actualidad. Bueno, hay medios -como este- que no tienen esa norma.
Nadie te muestra la realidad y en mi último comentario ya les dejaba caer que esto se ha convertido en una casa de viejas solo pendientes de las tonterías. Vamos, que hoy pone usted a uno de esos jóvenes a los que llaman reporteros en un aeropuerto, aparece Cervantes y el chaval solo sabe buscar a alguien que está liado con alguien y el autor del Quijote pasa por su lado y ni se entera.
Por eso hay tantos arrepentidos. Por eso hay mucha menos calidad, por eso no se explica uno como la televisión de verdad se fue perdiendo y se convirtió en periódico hablado, escuela de tertulianos sin ideas propias y cansancio de los televidentes que se apuntan como locos a las plataformas de cine y series, que son más entretenidas.
No lo olviden: 85% de arrepentidos.