Carta abierta a Robert Moreno
Estimado Robert.
Yo soy de los ilusos que aún creen en la cultura del esfuerzo. De los incautos que siguen otorgando segundas oportunidades. No me suelo dejar llevar por la corriente y me muestro reticente con los vaivenes de las modas. Tengo que reconocer que cuando todos dicen “negro” a mí me da que pensar que por qué no el “blanco” y en lo futbolístico, que es de lo que te vengo a hablar, me siento mucho más del Granada cuando pierde que cuando gana. Por ejemplo, hace unos dos años y medio, cuando el Granada consiguió el ascenso en Mallorca, los compañeros y compañeras de la oficina se pusieron de acuerdo para venir vestidos con algo rojo, algunos trajeron bufandas y hasta hubo quien apareció con la camiseta del equipo. Yo, sin embargo y ante la sorpresa de todos, llegué de impoluto negro a pesar de ser seguramente el más granadinista de todos. Lo que ninguno recordó es que, un par de años antes de aquello, tras finalizar la esperpéntica temporada de Tony Adams, fui a trabajar con la horizontal bajo la chaqueta.
Robert, si te digo la verdad, a estas alturas de temporada nunca me imaginé encontrarme “defendiéndote”. Pero lo he hecho. Lo hice durante el partido del Getafe, cuando la gente pedía tu destitución a grito pelado. Lo hice durante la resaca del “peor partido de nuestra historia”. Y ahora que reflexiono, creo que esta vez no lo hago por terquedad ni por mi gusto por ir contracorriente... Te explico. Tengo que reconocer que en verano me chirrió tu fichaje y que durante los primeros meses veía empeorar al equipo semana tras semana. Por ello, creo que fui de los primeros en desaprobar ciertos aspectos tácticos y técnicos y en pensar en tu destitución como la mejor solución. No me gustaba como jugaba el equipo ni las explicaciones que dabas como entrenador. Pero vi un primer cambio en el partido del Camp Nou, cuando, tras haber sido goleado de Vallecas, saliste con el autobús en Barcelona. Ahí me di cuenta que bajo el banquillo del Granada había alguien que interpretaba, reconocía errores y trabajaba por darles solución, y he de reconocer que te ganaste mi respeto. Aunque solo hasta la rueda de prensa, hasta que te pusiste verbalmente de rodillas ante la prensa catalana. En ese preciso instante creo que te auto sentenciaste como entrenador del Granada para una afición que en mayoría no perdona. Escudada en términos tácticos, numéricos o clasificatorios, desde entonces la crítica ha sido recurrente. Algo que deja de serlo cuando el equipo mantiene una línea ascendente, para convertirse en una crítica fácil e ilógica.
Robert, ahora que el equipo va bien y que nos mantienes con cierto margen sobre el descenso, te reprochan tu parquedad de palabra. No sé si también tendrás rieles para cambiar esto o acabarás por mandarnos a todos a tomar por saco.
Siempre tuyo, (mientras nos mantengas en primera y el equipo nos dé una alegría de vez en cuando).
Jose Quesada.