2050…¡Estamos avisados!
A final de cada ejercicio económico, las empresas deberían determinar sus objetivos a corto, medio y largo plazo.
A c/p, menos de un año, el de la liquidez.
A m/p, entre uno y tres años, el de la rentabilidad .
A l/p, entre tres y cinco años, el de crecimiento eficiente.
Por encima de este objetivo, debe prevalecer otro de carácter general, que estipula que la empresa debe generar valorar para sus stakeholders (grupos de interés), entre los que se encuentran empleados, proveedores, clientes y accionistas.
Si usted está familiarizado con el mundo empresarial, sabrá que tales consideraciones, entre otras muchas, forman parte de una herramienta mucho más potente, que se conoce como Plan Estratégico y que recoge la planificación económico-financiera, estratégica y organizativa con la que una empresa u organización cuenta para alcanzar su misión de futuro. En su desarrollo, el Plan Estratégico involucra a todas las partes de la organización y señala las bases para el funcionamiento de la empresa y la consecución de sus objetivos corporativos, aun desconociendo cuál será el futuro. En otras palabras, definirá qué acciones tendrán que ser llevadas a cabo a nivel empresarial para poder afrontar los retos que vayan apareciendo y finalmente conseguir los objetivos marcados previamente.
Ni que decir tiene que los responsables de su redacción deben ser personas que tengan gran capacidad de control y conocimientos amplios sobre todos los aspectos clave del negocio.
De cara a conseguir organizaciones competitivas y adaptadas a los sucesivos cambios del sector en el que se trabaja, esta previsión suele plantear un horizonte temporal a cinco años, como mucho.
Una vez elaborado el plan estratégico, es fundamental que circule y sea comunicado a todos los niveles de la organización y explicarse en detalle.
Pues bien, en mi humilde opinión, exactamente igual debería ocurrir en las Instituciones Públicas y, afortunadamente, en muchos casos ocurre.
Es cierto que las empresas públicas están para dar servicio al ciudadano, pero eso no quita para que se haga con criterios de racionalidad, de eficacia y de coste. Algo que, desgraciadamente se aleja de los criterios que las gobiernan.
Lo cierto es que unas y otras, privadas y públicas, cumplen su función y deberían complementarse, por cierto, cada vez más.
Entonces, ¿Dónde está el problema?....pues el problema está sencillamente en el plazo que nos marcamos como objetivo, que como decía anteriormente, nunca debería ser superior a cinco años. La razón de que esto sea así se llama 'incertidumbre'. Si algo caracteriza a la economía son sus famosos ciclos, en los que fuerzas internas y externas conviven, tensándose y destensándose hasta encontrar el tan ansiado equilibrio. La búsqueda de esa confianza supone hoy día un reto para empresas, organizaciones y gobiernos. Este concepto, conocido por cualquier estudiante de economía que se precie, también debería ser apto para un doctor en economía, pero en vista de eso nos vamos a 2050.
No hay Plan Estratégico, ni previsión que valga, ni resulte veraz a tan largo plazo, es sencillamente imposible, salvo que sólo se pretenda cubrir el expediente y desviar la atención. La globalización, que tiene muchas, muchas cosas buenas, no ha ayudado a ello. Así que, mientras se pone el foco en el larguísimo plazo, nos olvidamos del corto y pasamos por alto la subida masiva de impuestos, los indultos, la crisis con Marruecos, una deuda pública que ya supone el 125% del PIB o que las agencias de calificación de riesgo, como Moodys, dude de nuestra capacidad de crecimiento, pero estos son asuntos menores, lo importante es, sin duda, 2050.
Nos vemos dentro de tres semanas, saludos.