La positividad implacable

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Del dolor se aprende y se crece, y tal vez esa sea la gran diferencia entre el optimismo y el pesimismo | Foto: Remitida
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¡Ánimo! ¡El pensamiento negativo atrae cosas negativas! ¡Las cosas pasan por algo! Si te sientes triste, ¡cambia tus pensamientos!

Acabas de perder tu trabajo, te han dicho que tienes una enfermedad incurable, un ser querido se ha ido lejos para siempre. ¿Y debes sonreír? ¿Cuán falso se siente?

Perdón, pero no. Adoptar una actitud positiva tiene un momento y un lugar adecuados, pero no es apropiado para todos ni para todas las situaciones. De hecho, es infantil, contraproducente, egoísta y muy cruel decirle a alguien que sonría y se sienta bien cuando está atravesando un momento de dolor.

La realidad de la vida: las cosas no pasan por algo. Las cosas pasan y no tenemos control sobre las cosas que pasan. No es culpa nuestra ni atraemos las catástrofes. La vida está llena de altibajos, independientemente de nuestras actitudes para con ella. Como decía mi profesor Tal Ben-Shahar, una mejor pregunta que la cantinela «Por qué pasan las cosas que pasan» es «Qué puedo hacer con las cosas que pasan». Una vez atravesado el periodo de dolor y de frustración por lo acontecido, estaremos más enteros para preguntarnos cómo vamos a lidiar con esa situación para seguir adelante.

Las emociones humanas son complejas y multifacéticas. Las personas optimistas también sienten tristeza, ansiedad, envidia o estrés. Negar que todas las emociones son naturales y normales y resistirse a ellas no garantiza una vida sin dificultades.

La psicóloga Barbara Fredrickon, que estudió durante más de dos décadas las emociones positivas, demostró (y qué falta que hace) que el concepto de una persona 100% positiva es falso. Que, a lo sumo, podemos aspirar a ser un 75% positivos, y no en modo continuo, sino con altibajos.

La positividad es como un telón de fondo. Está ahí, desplegada, aunque en el escenario a veces se esté viviendo una tragedia. Independientemente de nuestro enfoque positivo hay factores externos, como presiones laborales, problemas familiares o eventos inesperados que afectan nuestras vidas, lo queramos o no.

Claro que somos libres de vivir en el negacionismo, pero qué vida poco profunda tendremos. Decía el poeta Khalil Gibrán que «tu alegría es tu tristeza desenmascarada». Cuanta más tristeza hemos sufrido, más alegría somos capaces de sentir.

No se trata de regodearse en el dolor. Se trata de aceptarlo cuando está ahí y de darse el tiempo necesario para atravesarlo y empezar de nuevo. Al final, negar las emociones dolorosas y su proceso vital es negarnos también el crecimiento y el desarrollo de todo nuestro potencial. Del dolor se aprende y se crece, y tal vez esa sea la gran diferencia entre el optimismo y el pesimismo.