Magnifica tu vida

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Imagen ilustrativa | Foto: Remitida
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Esta mañana muy temprano he visto una bandada de gansos en la laguna de mi casa. Blancos y alargados, abrían estelas en la bruma finísima que cubría el agua a medida que se zambullían. Parecía un cuadro hiperrealista. Me quedé hipnotizada observando el movimiento de la neblina que semejaba el velo blanco de una novia.

Al cabo de un rato no muy largo, los gansos desaparecieron y yo sentí el impulso de llevarme una mano al corazón. Fueron muchos años de practicar la gratitud, cada día a la misma hora: gracias por el regalo de la vida. Gracias por esta mañana. Gracias por los gansos.

Decía mi profesor Tal Ben-Shahar: “Cuando aprecias lo bueno que hay en tu vida, lo bueno cobra valor”. Se magnifica. Si atravesamos la jornada sin prestar atención a las cosas bonitas que pasan —alguien te sonríe, canta un pájaro, pruebas un café recién hecho, encuentras un sitio para aparcar—, esas cosas se pierden y nuestra vida se empobrece. Queda la queja, quedan los problemas.

Un día está lleno de momentos con potencial positivo. No hace falta esforzarse demasiado. Cada detalle tiene el potencial de colmarte el alma. Creas tu realidad a partir de dónde pones el foco. Cuando miras para apreciar, cuando tus ojos buscan lo bueno, tu vida de pronto se vuelve magnífica.

No pierdas la cosecha

La gratitud es la emoción más poderosa que existe. Es el antídoto contra el desasosiego, la soledad y la adversidad. Y si crees que tienes poco por lo que sentirte agradecido, piensa: hoy me late el corazón, tengo otro día en este mundo, he conocido a alguien que vale la pena, alguien me ha querido, he amado.

Valora lo bueno que hay en tu vida. Mira hacia atrás, recoge la cosecha con agradecimiento. El objetivo no es hacer cuenta que no pasan cosas malas. El objetivo es no ignorar todo lo bueno que ya está ahí y a lo que tal vez no le estás prestando atención.