Sobre la verdadera libertad
Una cosa es la cosa, y otra, la idea de la cosa. La idea de la libertad, por ejemplo, ¿es lo mismo que la experiencia de ser libre?
¿Es posible ser libre en una oficina de 9 a 6? ¿Está la libertad condicionada por las circunstancias externas? ¿Tienen la misma libertad una persona sin preocupaciones financieras que alguien que debe ganarse el pan de cada día?
"Sólo conozco una libertad, y es la libertad de la mente", dijo Antoine de Saint-Exupéry.
¿Eres libre de la opinión y expectativas de los demás? ¿Del miedo al ridículo, de la vergüenza? ¿Te sientes libre de la presión de tener que convertirte en algo? De tus creencias y miedos, de tus sueños, ¿eres libre?
Acaso, como escribió Ralph Ellison, el autor de 'El hombre invisible', no seremos libres hasta que descubramos quiénes somos verdaderamente. Qué queremos de la vida y qué precio estamos dispuestos a pagar por vivir según nuestros valores, con valentía, con la sensación de que somos capaces de darle un significado profundo a las cosas que hacemos y que nos suceden.
Nuestro oficinista bien puede ser un espíritu libre, que vive despreocupadamente al ritmo de su propio tambor. La riqueza no nos da libertad. No son nuestras circunstancias ni son los demás lo que nos condicionan la experiencia de sentirnos libres. La libertad es un acto de autodeterminación. Tenemos que tomarla nosotros mismos.
Las cadenas de la libertad empiezan a romperse cuando somos capaces de eliminar los juicios, nuestras creencias rígidas y las respuestas condicionadas al mundo externo. Tal vez, el primer paso para sentirnos más libres sea decirnos "sí" a nosotros, a lo que nos hace bien, a nuestras necesidades.
La libertad externa es una ilusión. Nunca podremos tener control total sobre el entorno. Solo la autoafirmación contiene la semilla de la verdadera libertad.