Tómate un momento cóndor
Habría que ponerlo de moda: el momento cóndor. Tiempo en soledad para hacer una pausa y reflexionar antes de tomar una decisión difícil.
La práctica viene del ejército británico. De hecho, para los oficiales en batalla, tomarse un momento cóndor antes de pasar a la acción es una obligación moral establecida en el código de conducta militar. ¿Es la decisión que voy a tomar la mejor posible? Solos en un alto, como el cóndor, sobrevolando mentalmente el campo de batalla para ganar perspectiva reflexionan sobre la vida y la muerte. Pueden ser minutos, horas o días.
Nosotros también
Muchas de las situaciones que enfrentamos a diario merecen un momento cóndor. Un líder despide personal, alguien deja un sitio para siempre, viene un hijo al mundo, una enfermedad nos cambia la vida.
Incluso, aunque solo fuera por no dar una respuesta apresurada, nos beneficiaríamos de instaurar la práctica. En teoría sabemos que debemos reflexionar más, pero no lo hacemos. Tenemos otra prioridad: actuar. Nuestro cerebro está sesgado a la acción. Cuenta más hacer que la indagación intelectual. Evaluamos nuestra efectividad en horas trabajadas, reuniones a las que concurrimos, correos respondidos, personas con las que hablamos.
Estamos corrompidos por la productividad, alienados de nuestra propia mente. No nos permitimos vernos como si estuviéramos haciendo “nada”. Ir al bar nos parece más productivo que sentarnos a pensar en el sillón. Pero, ¿vamos en la dirección correcta? Ya lo veremos cuando lleguemos.
La tragedia del hacer
Accionar genera adrenalina. Pensar duele. Es un proceso que no produce resultados inmediatos. La buena reflexión, honesta y profunda, requiere una dialéctica del pensamiento, un refinamiento de ideas, sopesar razonamientos opuestos. La certeza necesita tiempo y espacio para hacernos llegar su mensaje. Y no sabemos permanecer en la duda.
Para integrar más reflexión a nuestra vida deberíamos adoptar este concepto como un principio y ponernos un recordatorio: la imagen de un cóndor colgada en la pared, una estatuilla en el escritorio. Así como el devoto se arrodilla ante el crucifijo frente a su perplejidad, nosotros recordaríamos que, aún en medio del trajín, es posible mirar con perspectiva.
Cuando tengas que tomar una decisión, tómate un momento cóndor. Retírate a la naturaleza. Aléjate del problema. Trata de observar el panorama desde afuera. No siempre obtendrás respuestas claras. Pero no debes culparte por ello. La mejor decisión es aquella que se toma a conciencia, comprendiendo que habrá consecuencias y haciéndonos responsables por ellas. El rol del pensamiento en el hacer es más importante de lo que creemos. Hacer bien es producto del buen pensar.