El laberinto de la mala educación

aula colegio niños
Imagen de archivo de un aula de un colegio | Foto: Archivo GD
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En un principio, vamos a tratar grosso modo hacia dónde nos está llevando la mala educación que podemos observar en la segunda década del siglo XXI en la política, en la calle y su seguridad, en los centros sanitarios y en el sistema educativo por ende, porque incumbe a toda la crisis en general en cuanto a mala educación se refiere. Baste analizar aunque no sea con un análisis minucioso, que en el mundo de la posverdad que hemos alimentado, las mentiras y la falta de respeto campean a sus anchas como si impunemente formaran parte de nuestro "modus vivendi". Ni que decir tiene que cuando no se asumen las normas para una mejor convivencia y se vulneran los derechos y las libertades nadie está a salvo.

Pongamos como ejemplo hacia donde nos lleva la permisividad y mirar para otro lado en la realidad de los centros educativos. Por todo esto, nuestra intención no es otra que informar y concienciar para entender el mundo que nos rodea de forma sencilla y accesible, promoviendo el pensamiento crítico de modo que se pueda convertir en un medio de referencia y análisis para gobernantes, docentes, familias, mayores y estudiantes o jóvenes que deseen seguir las claves de tantos despropósitos en la triste actualidad que nos rodea.

Siguiendo con la mala educación, podemos querer vivir en un mundo más humano, pero la imagen a la que estamos sometidos por parte de ciudadanos incívicos, del deterioro del mobiliario urbano, falta de desarrollo sostenible en cuanto a tirar todo por el suelo, sin responsabilidad claro está de los grupos que lo hacen en cuanto a patios de recreo, excrementos que no recogen de mascotas en las calles, o residuos que contaminan a la fauna y flora de nuestro medio ambiente; y por parte de aquellos que permiten bloques de hormigón que no respetan nuestro Patrimonio tanto histórico como natural; no es de extrañar que también llegue a los malos modales, cuando no agresión, en cuanto al trato que se le dispensa a los agentes y cuerpos de Seguridad del Estado, a los sanitarios y el que reciben día a día los educadores de este país “de charanga y pandereta, cuando no de esperpento”.

Al hilo de la asistencia a los acontecimientos variopintos de agresiones, acosos y aguantes de los funcionarios citados, sometidos bastantes veces a los malos gestores, indicio de que les importa un bledo el bienestar general de la población, y en este caso especial de la educación porque todavía estamos esperando un “Pacto de Estado” necesario para que no se quede en una declaración de intenciones de saco roto. En la que la escucha activa del sentir del profesorado sea algo coherente, y no se vea la situación de aguantar y sufrir en sus propias carnes el acoso, la agresividad y la mala educación en “aspavientos” sin ningún tipo de remilgo ni consideración hacia su profesión, vocación ni dignidad. Ya que al atender a la diversidad de una educación obligatoria, del que no quiere ni deja aprender, y sin especialistas que ayuden a que no se convierta la educación sin esfuerzo en un enigma o laberinto en el que se permita casi todo; consecuentemente pueda ser una actividad cotidiana que se va viviendo e instalándose en una forma de actuar y consentir latente, para llevarnos a la frustrante docilidad que atiende inadecuadamente y sin recursos a la disensión y a la diferencia, porque para que haya una verdadera igualdad de oportunidades no sólo hace falta un diagnóstico y partir de situaciones de aprendizaje, que casi siempre se ha hecho, “sino ofrecer otras alternativas al que responde que como se aburre y no le gusta, está ahí para fastidiar y para que lo aguantemos".

Y el problema no son ellos, sino las víctimas de sus compañeros que no dejan que se les enseñe, y al profesorado que no respetan y no se puede motivar. En definitiva, sólo con una docencia inconformista que quiera implicarse en educar personas con mayor amplitud y flexibilidad de miras es uno de los caminos indispensables para construir sociedades más humanas, democráticas, dialogantes y solidarias. Sin embargo, depende de la mano de la gestión que debe priorizar y revisar como problemas relevantes “para unas prácticas buenas docentes/decentes” para que optemos por unas propuestas de mejoras reales y no demagógicas que no reparan en la falta de respeto hacia el otro, el estupor, desaliño, burocratización excesiva, improvisación, desorientación e impasibilidad ante el dolor, falta de empatía y la incomprensión hacia otros alumnos, maestros y profesores, porque como sigamos así, muchos de sus pupilos nos llevarán a la destrucción más cruel que podamos soportar…. Y para colmo, los suicidios juveniles están aumentando. Juzguen ustedes.