Están a otro nivel
Según apuntaba Ayanta Barilli, “vivimos instalados en la queja y en los cansancios” aunque no hay tiempo para reclamaciones; sin embargo, en su línea y desde mi hermeneútica, la insatisfacción no es arbitraria para unos aunque sí para otros, y se basa en las causalidades. Y como diría nuestro académico Arturo Pérez Reverte, con el acierto por el desparpajo de su crítica mordaz y veraz a la que nos tiene acostumbrados: “Gobernantes pongan coto a los desmanes de comisiones bancarias, abusos de incrementos de pagos de los servicios de electricidad y agua, beneficios de las empresas de telefonías y de ADSL, que los impuestos por tener nuestras viviendas sean razonables, que no se permita despilfarros a coste del erario público por mala gestión o por compra y mantenimiento de votos, para que luego se oculten contraprestaciones que debe pagar la ciudadanía”.
Porque no es justificable con imponer de modo cínico “vista la propuesta de ejecución razonada impulsada-por intereses partidistas-, aprobando los gastos y condiciones que consideren oportunos” sin argumentaciones que nos lleve a no permitir ninguna dialéctica en contra de sus directrices. “Hagan y agilicen que todos los corruptos devuelvan el dinero robado equivalente a los perjuicios causados”. Pero la razón de la sin razón no es otra más significativa que la de obtener rentabilidad a costa de escatimar luego en todos los servicios y sueldos públicos. Porque que se suban los políticos sus retribuciones en la cuantía o porcentaje que les apetezca, con una regulación muy permisiva para sus intereses particulares no es de recibo si luego no se aplica la misma medida para los intereses generales de la población trabajadora.
Asimismo, lo que es indecente es que a un político no se le exija superar una prueba de capacidad para ejercer su cargo mientras no se cambien las leyes y normativas que ellos mismos dictan para regular sus tantos privilegios. Por tanto, se podría decir que están a otro nivel, con nóminas, medios tecnológicos (a su disposición caprichosas tablets, móviles, ahora traductores), dietas de alojamiento y desplazamiento desmedidas; véase por ejemplo los precios de desayunos, comidas en el bar del Parlamento que, en definitiva, son más baratas que para las personas mayores de nuestras residencias o centros de día - despropósitos convertidos en privilegios -.
Si miramos con atención, lo más triste es que a través de la acuciante apatía y de la desinformación cuando no manipulación de las redes sociales, la gente realmente no sabe la verdad ni se conciencia para actuar o movilizarse fuera del “pan y circo”. En definitiva, de lo que se trata es de ganar en derechos y que se resuelvan los problemas de la gente. Con una política económica, sanitaria, educativa y ambiental que no sea socialmente insostenible hasta que se abran los ojos de la mayoría. Finalizo con Spinoza: “No existe el bien ni el mal sino acciones buenas y malas”, pero si damos por existente el libre albedrío la batalla queda entre nosotros “ad aeternam”. Juzguen ustedes.