Injustificable e inhumana crueldad israelí
El enfrentamiento entre palestinos e israelíes, que se ha extendido desde más de un siglo, ha alcanzado una tensión sin precedentes en los últimos años. El último capítulo de esta tensión comenzó el 7 de octubre de 2023, cuando terroristas de Hamás lanzaron misiles e invadieron Israel. Esta es la gran escalada de una confrontación larga y sangrienta, sin solución inminente, que ha marcado a Medio Oriente y ahora también a Occidente, por los intereses encontrados e incendiados que sigue habiendo en juego durante décadas. Que va a tener un impacto y consecuencias graves de deshumanización a nivel mundial. Las tensiones han sido habituales en continuos conflictos. Los acuerdos de paz tambalean y la posibilidad de diálogo está bastante lejana, porque también hay desacuerdos de fronteras y por los asentamientos israelíes. Por tanto, no es solo una cuestión polémica en Oriente, sino también en Occidente. Un Occidente fracturado. Con doble rasero de medir respecto a las guerras en Ucrania y Palestina , unas vidas masacradas no valen más que otras. Esta es la doble moral o el doble lenguaje de Europa y Estados Unidos cuando hablan de democracia y de garantía de los derechos humanos.
El comisario general de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos ha reclamado el fin de asedio israelí a la franja de Gaza porque ha calificado de indigna e inhumana la situación denigrante que tienen que vivir los niños, enfermos, ancianos…”Una barbarie ante la crisis de humanidad de los valores del derecho internacional, vulnerados que soporta este territorio”. Ni que decir tiene que es un acto de terrorismo de Israel pues su dirigente Netanyahu pretende justificar como sea el exterminio de los palestinos con mentiras y manipulaciones que, por sí solas o por las razones que crean, no tiene sentido. Pierden cualquier credibilidad basada en peligrosas amenazas. No se puede justificar lo injustificable: crímenes de población civil inocente, ataques a hospitales, escuelas y sus recursos de asistencia, y uso despiadado de armas químicas para asesinatos masivos, que vulneran las normas y garantías de protección del derecho internacional.
Por tanto, es desgarrador e impío matar incluso a trabajadores humanitarios por suponer un peligro su ayuda o asistencia sanitaria, y destruir la dignidad porque permiten que cuando no la muerte, el hambre y la sed sin agua y sin medicinas campeen a sus anchas. El rostro de la desesperación y del dolor más extremo se ha reflejado en la esperanza del sueño roto de seguir con vida. Barrios enteros con sus hogares, panaderías, mezquitas, hospitales y escuelas han sido arrasados, no quedan apenas refugios salvados. Nada puede justificar esta guerra que ignora el derecho internacional y vulnera cualquier atisbo de decencia y defensa humana.
Bajo la influencia sionista, el asentamiento judío avanzó y el conflicto judeo-árabe creció, pues se produjo cuando los árabes pierden representación y derechos. Para el resto del mundo, no hay razones legales, humanas ni éticas; en cambio, sí hay un rechazo contundente a la guerra, para un país palestino sin pueblo, expulsado y exiliado de su territorio. En este sentido, podemos observar al leer la desgarradora Carta del Director de la oficina de Derechos Humanos de la ONU, sentimientos de tremenda tristeza, rabia y frustración, que describe claramente el genocidio sistemático, perpetrado y planificado contra el pueblo Palestino, ejecutado por los sionistas del ejército de Israel, bajo la autoridad de gobiernos ultraconservadores y radicales. Que duda cabe que son amparados en la vergonzosa inacción de compromiso de las potencias occidentales de EE. UU., y de la UE y sus instituciones, que las convierte en cómplices por su pasividad ante tanta barbarie humana que se ceba con los niños, ancianos, enfermos y población del pueblo desprotegida en general.
Asimismo también, un testimonio conmovedor en Gaza expresa: “Mi hija me pide que le cubra las orejas con mis manos para escuchar menos las bombas”. Cada 10 minutos muere un niño de manera violenta en la Franja, según un cálculo de la ONG Save the Children, en un lugar donde cuatro de cada cinco ya tenía síntomas de depresión, miedos y duelo. La mayoría de los miles de menores fallecidos, sobre un total muy superior de víctimas palestinas, no tiene nombre ni historia. Son cadáveres extraídos de los escombros como muñecas rotas; cuerpos menudos inertes transportados en brazos por padres desesperados a hospitales que ya no están prácticamente operativos; o pequeños bultos en bolsas de plástico blancas a la espera de ser identificados y enterrados. “¿Cuántos camiones hace falta que entren a Gaza para transportar a tantos miles más de ataúdes para los niños?, se preguntaba la ONG. Por tanto, Palestina necesita que la población supuestamente más civilizada-dado que depende de gobiernos déspotas- a través de sus tejidos asociativos conciencie a la ciudadanía para que su voz de clamor, de solidaridad y refugio cale en los corazones de las instituciones, alcance a los gobernantes y, por ende, se posicionen y denuncien lo que sucede.
Dicho de otro modo, es preocupante la ira injustificable de Israel, cebándose en su justificación con la masacre humana de sus bombardeos en hospitales, colegios, viviendas, dejando que mueran de hambre y sed, sin alimentos ni medicamentos a seres indefensos, que lleva aparejada la demoledora pérdida de vidas inocentes en Gaza. Por tanto, se trata de hacer un llamamiento e insistir en la compasión y en la humanidad para exigir un alto al fuego inmediato, urgente para proteger a las poblaciones civiles y condenar los actos de violencia, empatizando con la necesidad de una posible solución o tregua para tomar medidas de diálogo o mediación internacional como alternativa a la nefasta resolución de conflictos. De ahí la necesidad de que las voces con influencia se posicionen en temas de justicia global y derechos humanos, para garantizar la paz con el pueblo palestino y una reivindicación continua de la solidaridad y la dignidad para todas las personas afectadas por el exterminio terrorista que se ostenta y ejecuta impunemente. En definitiva, es más necesario que nunca volcarse en la empatía en estos tiempos convulsos sin escrúpulos, carentes de valores e instando a la comunidad internacional a no permanecer indiferente o mirar para otro lado ante el sufrimiento de las víctimas inocentes del pueblo, y a trabajar hacia soluciones que prioricen, respeten los derechos, la dignidad, la libertad y la vida de las personas por encima de intereses democráticos convertidos en crímenes de guerra, monopolizados, deleznables e inhumanos. Juzguen ustedes.