Lo que el poder oculta
Lo que el poder oculta, para aferrarse al cargo que ostenta ya sea de un cargo deportivo institucional, como en el caso Rubiales y con los tejemanejes que ha usado desde hace tiempo, como con los cargos de nuestros representantes políticos de un u otro lado, como nos han acostumbrado a lo largo de nuestra época democrática o antidemocrática de nuestros tiempos actuales según se mire. Digo esto porque el ocultamiento de la realidad del que hablaba Chomsky parece ser que es el método del poder que se usa hoy en día, independientemente de la ideología y a cualquier precio. O lo que es lo mismo, a través de estrategias opacas y en falsos presumidos portales de transparencia. Sin clandestinidad ni secreto o con secreto a voces.
Así pues, nos lleva a admitir cualquier despropósito, lamentablemente habitual de una mala y descabellada praxis política. La cual no tiene que rendir cuentas, por lo que regula por tanto a su antojo sus honorarios desmesurados, a costa de escatimar después en servicios públicos dignos y decentes. Asimismo sin despilfarrar como les venga en gana con asesores y cargos de confianza, que tienen que cubrir para sostenerse y justificar su apoyo; con aplausos fomentados y pagados que les hace cómplices de un negocio en nombre de los intereses generales incompatibles con decisiones meditadas, pero no consensuadas a favor del pueblo ante la jactancia y el cínico desafío que delata su despotismo y nepotismo de gobernar sin el pueblo y para favorecer a los suyos. O sea, sin abandonar el barco aunque haya motivos más que suficientes para saber que se está hundiendo irremisiblemente y sin dirección a alguna parte solidaria.
En este sentido, habría que decir que se rigen sin conciencia o principios éticos para ser capitanes de cualquier navegación. Con ello subrayo a los representantes de cualquier gobierno desde un Ayuntamiento, comunidad autónoma o nación. Por tanto, a éstos no les importa la vulneración de los derechos fundamentales, pues la arbitrariedad de su poder ejecutivo está por encima de ellos. Véase las consecuencias ante el desmantelamiento de una asistencia digna sanitaria y social, por un impresentable e inmisericorde comportamiento siempre justificable ante la ignorancia y desidia humana extendida por una manipulación constante. De modo que parece que las personas saben el precio de todo lo que van a sacrificar, pero no conocen el valor de nada cuando le arrebatan o supone un retroceso en cuanto a su bienestar. Lo estamos viendo día a día con una inflación disparada que ahoga la economía familiar y que les amarga la existencia a muchos hogares para llegar a fin de mes, afrontando un estrechamiento y no el ensanche del embudo para quien mira más que para su bolsillo, como en el caso de los gobernantes que una vez que llegan, obsérvese por poner un ejemplo el Ayuntamiento de Almuñécar, sin demostración de preparación, suben cuantiosa y exitosamente sus pagas, sorteando y eliminando una gestión eficaz de los servicios como limpieza, seguridad y atención a nuestros mayores.
En definitiva, y como conclusión, ningún oportunismo o hipocresía política justifica la estulticia, incapacidad, despotismo y abandono en la defensa de los intereses generales, como el agua y servicios básicos: de salud, de economía, de lo medioambiental y laboral representados a veces por personas no aptas para su exigente función. Por consiguiente hacen falta iniciativas políticas de gran calado, propuestas concretas de mejora para contener la crisis y el bienestar, abordar la sequía para mejorar las infraestructuras hidráulicas y combatir la escasez de agua, medidas para apoyar a la población y especialmente a los agricultores que deben recoger nuestros alimentos, decisiones urgentes, y no esperar a que otros actúen, o lo hagan con irregularidades en sus laxas acciones justificadas, con medidas opacas cuando no lícitas, consentidas o que no responden como se merecen las personas a pesar de que a veces les da cobijo la iglesia. Sin embargo, como decía Camilo José Cela, “el que resiste vence” en un mundo que está al revés. Porque como dice Joaquín Bosch Grau, “quienes no defienden lo público son insolidarios- como si fuera su propio hogar y familia-; quienes roban lo que es de todos son corruptos; quienes apoyan a ladrones son miserables”. Por ello habrá que arrimar el hombro sin tener en cuenta qué arriman los políticos. Juzguen ustedes.