Estado actual de la abogacía

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Un 67% de los abogados encuestados temía que el creciente uso de las nuevas tecnologías pondría en serias dificultades a los abogados de más edad | Foto: Freepik

Afortunadamente contamos con muy diversos estudios sobre la situación actual del sector de la Abogacía, publicados por conocidas consultoras y por el propio Consejo General de la Abogacía Española (CGAE), cuyos resultados reflejan cada año la realidad en la que nos desenvolvemos, siendo de gran interés para la profesión, al menos en mi caso, las conclusiones que ofrecen y sobre todo, las expectativas de futuro que plantean.

Así, en el VIII Barómetro Interno, publicado por el CGAE en febrero de 2022, se ofrecía el dato de que un considerable 67% de los abogados encuestados temía que el creciente uso de las nuevas tecnologías pondría en serias dificultades a los abogados de más edad, restándoles competitividad. Sorpresivamente, se demostró que ese temor era en gran medida infundado, al verificarse que los miembros más veteranos de la abogacía habían realizado un gran esfuerzo de adaptación tecnológico-digital a lo largo del año 2021, a la vista de lo que las circunstancias del momento parecían anunciar respecto del futuro.

La digitalización ha dejado de ser una opción, convirtiéndose en una necesidad para seguir ofreciendo nuestros servicios al mismo ritmo que impone el avance imparable de la tecnología a la sociedad. Ser ajenos es ser ciegos. Y de ahí que me reconforte el espíritu de superación del abogado, pues no basta con estar al día en cuantas novedades legislativas y jurisprudenciales requiere el ejercicio de la profesión, sino que encuentra en la tecnología el mejor aliado para ganar algo tan valioso y necesario como es el tiempo, para poder invertirlo en lo más importante: escuchar y atender al cliente.

Así que, a pesar de tantos avatares históricos, llámense crisis económicas, sociales o sanitarias, aquí seguimos, nadie podrá decir que la adaptación al cambio no haya ido con nosotros. Si bien nuestra profesión es milenaria, con profundo arraigo a su esencia greco-romana, seguimos siendo “advocatus”, el -llamado para auxiliar- y defender los derechos e intereses de otros. Y es importante recordar que el prefijo latino –ad- significa cercanía, contacto, dando al vocablo un sentido de proximidad, de acercamiento a la acción de auxiliar, por lo que la idea de acompañar, de estar cerca del cliente, es consustancial al ejercicio de la abogacía.

La inteligencia artificial, el blockchain, la realidad aumentada, la impresión 3D, el metaverso… y tanto otro que está por venir, hacen que conjugar aspectos, en principio, tan dispares como los que ofrece lo digital frente a lo tradicional se conviertan en un desafío. Las ventajas de la tecnología nunca deben minar la inmediación, alejarnos del trato personal, por lo que este objetivo debe estar –hoy por hoy- presente a la hora de elegir entre las innumerables herramientas que la digitalización nos ofrece para convertirlas en ventajas.

Hace ya unos años, antes del tiempo vivido en pandemia, las videoconferencias eran el medio que nos hacía posible conectar con nuestros clientes extranjeros. Salvaban las distancias y nos permitían mantener una cercanía no presencial pero sí efectiva e inmediata con el cliente. La clave está, a fin de cuentas, en conocerse, más allá del correo electrónico y del teléfono. Porque escuchar no es sólo oír, va mucho más lejos, se nutre de la mirada y la expresión del que cuenta. Y hay mucha información que las palabras no muestran.

La reciente crisis sanitaria nos ha generado una brecha temporal a la que nos referimos como lo sucedido antes y después de la pandemia, casi como el que delimita la hora con un ante o un post meridiem (a.m/p.m). Entonces no se concebía utilizar videoconferencias con nuestro cliente de proximidad, al que la brusca realidad también le hizo cambiar el paradigma, y ahora se le ofrece como opción de contacto, que sorprende por la naturalidad con que es preferida.

Sea como fuere, siempre hay que dejar un hueco a lo que está por venir y no anclarse al pasado pues, no por conocido, significa que sea lo mejor. Pero sobre todo, porque nadie nos garantiza el statu quo. Hay que estar preparado para vivir y trabajar en tiempos de incertidumbre, aprendiendo a vislumbrar certezas a corto plazo hasta que, gracias a los fenómenos cíclicos, se recupere la siempre grata estabilidad. En tanto, los abogados, a fuerza de estudio e innovación constantes, buscamos donde ser útiles y seguir auxiliando a un cliente renovado, lo que nos hace valedores de su confianza y cómplices de sus expectativas de futuro. Y también, como no, asesorando al cliente vencido, reestructurando patrimonios personales y empresariales, devolviendo orden tras el estrago de circunstancias adversas.

Estar a la altura nos fuerza a adentrarnos y anticiparnos a las exigencias de la sociedad. En nuestra profesión, todo lo que ha existido hasta ahora seguirá existiendo, desde el área mercantil al derecho laboral, civil, penal, fiscal, de seguros…, solo hemos subido un peldaño y lo aplicamos al contexto actual. Cambian las plataformas, los escenarios son cada vez más virtuales, dirigiéndose hacia las redes sociales y los derechos digitales. El delito se vuelve cibernético pero no deja de ser delito. Cobran fuerza otros intereses, el medioambiente, la conciliación y nuestra expansión hacia el mundo digital, como tras la Segunda Guerra Mundial se hizo fuerte la defensa de los Derechos Humanos. Sea cual sea la realidad, estamos preparados y defenderemos al cliente.

Como abogado que se forjó en la Universidad de Granada, de la que me siento honrado y agradecido, sigo siendo un gran admirador porque invariablemente demuestra que es una institución que, a pesar de los siglos, evoluciona y se involucra en cuanto acontece. Su valía permanece viva cuando apoya proyectos en la ciudad que redundan en pro del futuro de próximas generaciones. Es el caso del acelerador de partículas –IfmifDones- o de la esperada sede de la Agencia Estatal de Inteligencia Artificial. Realidades que cuentan y contarán con el auxilio de los profesionales de la abogacía que, como en mi caso, sin dejar de apreciar el poso del pasado, estamos preparados e ilusionados por ser partícipes de cuanto está por venir.