Cinco palabras para un buen director: aprender, equipo, humildad, alma y emoción
Leía la entrevista de la semana pasada en El País Semanal a Mario Casas y me chocaron diversas cosas de lo que contaba Mario en sus palabras.
Contaba Pablo Ordaz, periodista, que el director de cine Alberto Rodríguez decía que Mario era la historia de un actor obsesionado por aprender. Y yo creo que es importante que aprendamos a mirar a alguna gente que nos rodea con admiración. Y es que practicando el reconocimiento por los demás, aprendemos de ellos porque nos empapamos de lo que han sabido hacer bien para conseguir esa vida que tanto nos gustaría llevar a nosotros.
Pero lo difícil no es aprender. Lo difícil es desaprender. Desaprender no es lo contrario de aprender. Desaprender es, como dice Xavier Marcet, amortizar recetas que en el pasado nos procuraron mucho éxito como personas o como organizaciones, pero que forman parte de un contexto que dejó de existir.
Desaprender es reprogramarnos. Desaprendemos para volver a llenarnos de cosas útiles y que nos orienten hacia el futuro. Para aprender hay que querer. Para desaprender hay que querer mucho más. Y para desaprender hace falta humildad. Para desaprender es necesario desterrar la arrogancia. Desaprender necesita apertura de mente, tener abiertas las ventanas.
Decía Alberto Rodríguez: “Me acuerdo de que, tras cada sesión de rodaje, cogíamos el mismo camino. Mario a su hotel y yo en dirección a mi casa. Serían 20 o 30 minutos de trayecto en los que me iba preguntando cada detalle de su papel, de cada plano del rodaje, de todo…”. Casas asiente y sonríe y comenta: “Alberto me enseñó cómo preparar un personaje desde la verdad, desde la sutileza, desde lo pequeño. Fue un proceso de un mes en Sevilla. Me decía: ‘Mario, vuelve a leerte el guion. No lo tienes todavía…’. Y yo le decía, ‘Alberto, es que no sé…’. ‘Pues vuelve a leerlo…’. Y a las dos semanas: ‘Mario, vuélvetelo a leer…”.
Esa es la clave de aprender, es cultivar la cultura del esfuerzo, es asumir que somos seres con capacidad para replantearnos lo que nos enseñan y para aplicar la innovación en nuestro trabajo. Aquellos que no dejan nunca de aprender, aquellos que tienen inquietudes durante toda su vida y no se acomodan, son los valientes, los que abandonan la zona de confort para arriesgarse a nuevas aventuras y nuevos retos profesionales.
Y cogiendo otra de las palabras clave de Mario, entran las palabras equipo y humildad: “A mí la dirección siempre me ha gustado, siempre me he fijado en los directores, en cómo se mueven en el rodaje. Y, sobre todo, me gusta la filosofía de Alberto o de Rodrigo, su interés en unir a todo el mundo, de que todos se sientan bien, de no levantar la voz, de no tener un ego desmesurado…”. Esa idea de unir, de que la gente se sienta bien, de no tener demasiado ego son claves de un buen director.
Hablar de equipo es hablar de más motivación, más compromiso, mejores ideas, mayor comunicación. Es un conjunto de buenas relaciones interpersonales. Justo y adecuado reconocimiento del saber y un proyecto común. Y a ello, con liderazgo emocional y empático, participación activa y gran comunicación, avanzaríamos hacia ese trabajo de equipo que suma.
Y seguía diciendo: “Yo creo que la autoridad es un error, un error mayúsculo. No puedes trabajar desde la tiranía. Es verdad que puedes ser un tirano y ser el mayor director del mundo, pero creo que al final del camino eso no te va a hacer feliz. Hay que ser amable con la gente que te ayuda, con los demás actores, con los técnicos. Lo contrario es un error. Hay que trabajar desde la humildad, o al menos intentarlo”.
La humildad es una forma de sabiduría. Es un modo de estar y de relacionarse que tiende a dejar espacio a los demás. Los directivos de empresa que más me han impresionado son gente que no perdió la humildad. No son pusilánimes. No practican el buenísmo impostado. Pueden tomar decisiones duras o liderar transformaciones en las que el final estaba por escribir. Pero no caen en la autocomplacencia del halago fácil. La humildad está incrustada en sus brillantes trayectorias como algo que surge de un modo natural. La humildad o es natural o no es.
La humildad es la que permite a esos líderes continuar mejorando. Intentan encontrar personas de la que inspirarse y poder así continuar inspirando a su gente. La humildad es la que les permite valorar los éxitos de los demás y los propios con un rasero similar, proporcionado. Muchos directores mantienen la humildad de dirigir como antídoto al dejar de pensar. No dejan que les escriban todo por ellos. Escribir es tener la valentía y la humildad de poder equivocarse en primera persona y rubricarlo. Los directores que escriben son más confiables.
Me encantan esas dos ideas plasmadas desde el corazón: Equipo, equipo, Equipo. Y humildad, o cómo dice Mario Casas, al menos intentarlo.
Y sigue con su cuarta palabra: Alma. Y él decía: "Quería centrarme en la historia de tres chavales. ¿Cómo son?, ¿Cómo viven?, ¿Cuáles son sus expectativas si además tienen una sensibilidad especial, arrolladora, que no la pueden mostrar por el lugar donde han nacido o por la educación que han recibido? Escribí 30 o 40 páginas, se las envié a Adrián y Nuria, de la agencia Nostromo, y les pedí que fueran sinceros. Me respondieron: ‘Sigue, sigue…’. A los pocos meses, vieron la primera versión y me dijeron: ‘Hay que seguir trabajando, pero ya la tienes, se nota la esencia, el alma. Ahí está la película que querías hacer…”.
Termina todo lleno de emociones. Y dice Mario a la pregunta: "¿Y qué le pasó a tu hermano cuando terminó la proyección? Se echó a llorar y me abrazó y yo me puse a llorar también. Me dijo gracias, gracias, hermano, gracias, hermano".
Es la historia del momento en que, con la película ya montada, a falta de completar la banda sonora, reúne en su casa a unas quince personas para que la vean. Está su familia, algunos de sus amigos. Su hermano Óscar se sienta a su lado. “Para mí lo más importante en ese momento”, recuerda Mario Casas, “era que a él le gustara, que se sintiera orgulloso. Durante el rodaje se las hice pasar putas —con perdón—, pero quería que estuviese bien, que lo diera todo, que descubriera lugares por los que no había transitado todavía como actor”.
Una persona con inteligencia emocional desarrollada es capaz de identificar lo que realmente siente. Esto es muy importante porque con una adecuada identificación, sin autoengaños, hará que el resto de las acciones sean coherentes. Una vez que alguien ha identificado lo que realmente siente, se siente capaz de expresarlo y de regularlo, utilizando las herramientas en su mano; es decir, no permite que las emociones le controlen, como puede pasar con emociones como la ira o la tristeza que tienen la virtud de anular la capacidad de pensamiento; sino que lleva a cabo acciones para poder reducirlas.
Y termina diciendo: "Me siento mucho más cómodo que antes. Puedo aportar más cosas como actor, creo que puedo hacer más personajes, darles más peso, más madurez. Incluso creo que mi forma de mirar es diferente, también en eso me he hecho mayor, y al final el cine está aquí, en la mirada. No solo no me preocupa envejecer, sino que estoy contento de hacerme mayor aquí, en el cine".