Decir públicamente que te equivocaste, que has cambiado de opinión o que ahora piensas diferente exige fortaleza y autoestima
Dice la canción titulada “Me equivoqué”:
Me equivoqué
Y tú me acertaste
No leí jamás las instrucciones
Me ausentaba en las lecciones
No escuchaba tu opinión
Siempre mendigando soluciones
Regalando confusiones
Fallos de alta precisión
Voy pasando el tiempo a trompicones
Asomándome en balcones
Que le dan la espalda al mar
Y en la sobremesa mis errores
Me enseñaron que contigo
No me quiero equivocar
Y yo digo que en esta pandemia me he equivocado algunas veces. Alguna gente critica muy duramente las equivocaciones y errores que ha hecho ( y los ha hecho) Fernando Simón (no voy a entrar en los errores de nuestros políticos, como por ejemplo en la gestión de la pandemia en el mes de octubre en Granada). Y yo digo, sin querer compararme con él, que yo también he hecho pronósticos que luego no han sido, que me he equivocado, probablemente mucho menos que él, pero la realidad del que sale todos los días a la palestra, que lo miran miles y miles de personas, que todo el mundo está pendiente de lo que él diga, siempre hay aspectos en los que uno se equivoca. Yo también.
Oí su petición de perdón ante su comentario erróneo sexista sobre las enfermeras y me gustó mucho como lo dijo y también lo que dijo: "Ante una broma muy tonta, no fui capaz de responder correctamente y la verdad es que di una respuesta muy incorrecta que a mucha gente pudo molestar. Pido disculpas a todas las personas y colectivos a los que pudieran molestar las palabras que di en respuesta a aquella broma. Lo siento". Y añadió: "Lo siento casi más por mí". "Me sabe mal que el esfuerzo de años de tratar de quitarme de encima ese bagaje de reflejos aprendidos y frases hechas que para nada tienen que ver con mi forma de pensar, pues haya quedado claro que todavía tengo mucho camino por delante para aprender y hacerlo mejor. Trataré de hacerlo. Si alguien se ha sentido ofendido, lo siento mucho. Trataré de no cometer errores de este tipo en otra ocasión".
Para alguna gente equivocarse es confundirse, es engañarse, es fallar, es errar, es meter la pata, es no dar pie con bola, es desacertar, es colarse, es no hacer cosa a derechas. Y lo contrario acertar. Seguramente visto todos estos sinónimos, diría que algunos de los sinónimos no reflejan los errores ocurridos en esta pandemia. Y algunos han sido graves. Otros han costado vidas. Otros nos han hecho creer lo que no era.
Probablemente necesitamos:
1. Una educación que desarrolle las estrategias necesarias para superar los errores sin avergonzarnos, para saber reconstruirnos sin reproches cada vez que nos rompemos, para dejar de culparnos cuando no hemos sabido estar a la altura.
2. Una educacion que nos enseñe a vivir en el aquí y el ahora con honestidad y agradecimiento, a desaprender a diario.
3. Una educación que se nos entrene en perseverancia y valentía, que nos recuerde la necesidad de pedir ayuda siempre que haga falta.
De todas formas, me gusta decir y digo que cambiar de opinión, rectificar es de sabios. El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca. Llevamos tanto tiempo siendo esclavos de nuestros pensamientos y de nuestro diálogo interno que no somos conscientes de la gran capacidad que tenemos para cambiar nuestros pensamientos, y por consiguiente, nuestras emociones.
Pensar ahora diferente y decirlo, por tanto, implica fortaleza y autoestima. Cometer errores es un algo muy humano pero reconocerlos y trabajar en ellos es un ejercicio de valentía. A ninguna persona le resulta agradable recibir críticas. Nos duele, nos enfada escuchar aquello que no hacemos bien. Nos cuesta reconocer los errores, pero es un ejercicio muy necesario para CRECER. Porque a pesar de lo difícil que resulta asumir nuestros fallos, si logramos hacerlo estaremos más cerca de tener una existencia feliz. Reconocer nuestros errores y hacernos responsables de ellos mejorará tanto nuestro estado interno como nuestras relaciones personales. Reconocer los errores nos ayuda a crecer.
Errar y asumir los errores es el único camino hacia la madurez emocional. Intentemos equivocarnos un poquito menos.
Y por favor, pidamos siempre que nos equivoquemos, PERDÓN. E intentemos perdonar a quien se ha equivocado, como promesa de olvido a cambio de una promesa de no reincidencia. Si no hay honestidad en el acto y no se asume una responsabilidad, resulta insuficiente para restablecer la confianza. Y en ello, la empatía es fundamental para la comprensión del error.
El perdón verdadero sirve para poder centrarnos en las emociones positivas. Intetémoslo. Y hagámoslo más en estos momentos donde el dolor está presente más que nunca en nuestras vidas. GRACIAS