El ego es "cabrón"
¡Cuánto daño hace la gente con el ego subido! ¡Cuánto cansan las personas que solo hablan de sí mismas! ¡Cuánto hartan esos jefes que se ponen en todas las imágenes habidas y por haber que pueda subir en la web de la organización! Y es que el ego distorsiona la realidad. Una persona con un ego muy elevado carece de humildad y cae muy a menudo en el ejercicio de la soberbia. Las personas que viven dominadas por el ego están engañadas, se creen superiores y no ven la realidad.
Hace unos días, decíamos que los pelotas son personas que viven gracias al ego de sus jefes. Hace unos meses describíamos que no nos gusta el jefe/a en que su ego va en contra de las personas y además puede ser su peor enemigo.
Y es que el ego es la inflamación patológica del yo. El ego hace daño al otro y hace daño al mismo tiempo a uno. Y leo que cuando el ego se manifiesta de forma constante y persistente, se considera que está exacerbado y traspasa la frontera de lo lógico y aceptable para vivir en convivencia con los demás. Un ego descontrolado puede distorsionar nuestra perspectiva o distorsionar nuestros valores. Cuando estamos atrapados en el anhelo del ego de tener más poder, perdemos el control. El ego nos hace susceptibles a la manipulación, reduce nuestro campo de visión y corrompe nuestro comportamiento, lo que a menudo nos hace actuar en contra de nuestros valores.
Un ego inflado facilita que otros se aprovechen de nosotros. Debido a que nuestro ego anhela atención positiva, puede hacernos susceptibles a la manipulación, predecibles. Cuando somos víctimas de nuestra propia necesidad de ser vistos como grandes, terminamos siendo llevados a tomar decisiones que pueden ser perjudiciales para nosotros mismos, para nuestra gente y para nuestra organización.
Un ego exagerado también corrompe nuestro comportamiento. El chantaje es parte de su juego del ego. Cuando creemos que somos los únicos arquitectos de nuestro éxito, tendemos a ser más egoístas. Un ego exagerado nos impide aprender de nuestros errores y crea un muro defensivo que dificulta apreciar las lecciones que obtenemos del fracaso.
Un ego exagerado reduce nuestra visión. El ego siempre busca información que confirme lo que quiere creer. Básicamente, un gran ego nos hace tener un fuerte sesgo de confirmación. Debido a esto, perdemos perspectiva y terminamos en una burbuja en la que solo vemos y escuchamos lo que queremos y perdemos el contacto con las personas.
Hay varios tipos de ego, según describe ABC. También hay ego positivo y negativo. El equilibrio entre el egoísmo absoluto y una generosidad exagerada, con la que uno se olvidas de sí mismo y de sus necesidades, es el que se ha de aspirar a alcanzar. El ego positivo peca de lo contrario al individualismo exacerbado y a la necesidad de tener que ser el mejor y sobresalir en todo, destacando a nivel intelectual y físico cueste lo que cueste. Si uno nunca expresa lo que siente y antepone las necesidades de los otros a las suyas propias, siempre dispuesto a complacerlos aún en contra de lo que piensa o desea, cuenta con un ego positivo. Y por más que terceras personas alaben a uno y hagan creer que es maravilloso, es igual de malo que el otro. El egoísmo positivo va ligado a tener una buena autoestima, una autoestima verdadera que no tiene miedo a explorar lo desconocido porque las desaprobaciones de los demás las acepta y no le molestan:
1. Sabelotodo o las personas que creen que siempre tienen la razón, dan consejos todo el día y, lo peor de todo, contestan a todo aunque sean ignorantes.
2. Insaciable, que quiere ser el centro de atención, siempre quiere ser el que está dominando la mesa en una reunión y no deja a los demás participar.
3. Interruptor, que necesita auto referenciarse e interrumpir permanentemente. Este ego es muy dañino para la otra persona que está hablando y si interrumpimos su relato se está haciendo mucho daño emocional porque nos posicionamos en el no respeto.
4. Envidioso, que no soporta los triunfos ni el éxito y, por lo tanto, intenta cortar las alas, boicotear los sueños y los esfuerzos que tanto han costado.
5. Prestigioso, personas que necesitan ser aplaudidas, reconocidas por todo lo que hacen y la admiración como fuente de motivación.
6.Jinete, muy sibilino y usurpador.
7. Sordo, que se da en las personas que nunca escuchan, que les gusta hablar, hablar y hablar y, lo peor de todo, es que fingen estar escuchando...
8. Manipulador, que engaña, miente y justifica todo el tiempo para que las cosas resulten siempre a su favor, al moverse a través de la mentira y justificación sin sentido.
9. Orgulloso, que se manifiesta en personas competitivas que no les gusta perder, que son soberbias, que es lo más alejado de la humildad.
10. Silencioso, que parece que nos hacen caso y nos escuchan, pero suelen ser hipócritas y enjuiciadores, ya que nos van criticando todo el día y juegan sucio a nuestras espaldas, siendo de mejores amigos y en realidad son el peor enemigo.
Liberarse de un ego excesivamente inflado es un trabajo importante y desafiante. Requiere reflexión y coraje. La humildad y la gratitud son las piedras angulares de la abnegación. Acostumbrarse a tomar un momento al final de cada día para reflexionar sobre todas las personas que formaron parte del éxito ese día, es importante. Esto ayuda a desarrollar un sentido natural de humildad, al ver que no es la única causa de su éxito. Y terminar la reflexión enviando activamente un mensaje de gratitud a esas personas.
El ego inflado que viene con el éxito a menudo hace sentir a esos jefes/as como si hubieran encontrado la respuesta eterna para ser los grandes “líderes”. Ahora bien, la incompetencia puede surgir por querer superar los límites de nuestras propias posibilidades. En ese momento es cuando un jefe corre riesgo de convertirse en un inútil. El problema que nos encontramos en estos casos es tener jefes que se sienten líderes que no son y que, además, no ven la realidad que les rodea. Tienen un culto excesivo al ego. Se comparan con los anteriores sin valorar sus errores o su falta de estrategia y van hundiendo la organización en la que están de jefes hasta límites insospechados.
Hablar de humildad y de ego y unirlas nos permite trabajar desde la humildad para combatir el ego.
Si se deja que el ego determine lo que se ve, lo que se oye y lo que se cree, se deja que el éxito pasado dañe el éxito futuro. Y termino diciendo que me gustan esos líderes que contienen sus egos y ceden el paso, que respetan sin escalafón, que estudian el nombre de su gente para saludarles convenientemente, que lo piden todo por favor incluso cuando amonestan seriamente.
Cuánta humildad falta en algunas personas, que creen que nunca se equivocan, además de ser altivos, bastante mediocres, muy ostentosos y claramente intolerantes. Cuánta falta nos hace en nuestra organización gente humilde, no jefes egoístas que se miran el ombligo, para que nos ayude a encontrar el camino perdido.