Emociones con corazón: cuidar la salud emocional para mejorar el corazón
He terminado de leer estos días, un hermoso libro titulado: Salvo mi corazón, todo está bien, de Héctor Abad Faciolince. Y me han entrado las ganas de meterme entre el corazón y las emociones. La lectura del libro del autor colombiano nos adentra en el corazón de un cura, obeso, en espera de un trasplante, que el cuidado y el amor de dos mujeres y sus hijos le ayudan a mejorar sus situación personal y física de forma importante, además de lo importante que es para él, la música y el cine. Las emociones fluyen a lo largo de la novela, porque todo funciona, a no ser, el corazón.
Las emociones son alteraciones del ánimo intensas y pasajeras, agradables o penosas, que van acompañadas de cierta conmoción del cuerpo.
Nos pasan emociones básicas como el miedo, la alegría, la tristeza, el asco, la ira, la sorpresa, que son individuales y claramente innatas. Y las emociones colectivas como la comisión, la solidaridad, la culpa, la lástima, la vergüenza, el orgullo, la admiración, la envidia, el desprecio,…. que son necesarias para la supervivencia del grupo. Son emociones sociales porque se sienten en función de la otra persona.
También hay emociones paralizantes y dinámicas. Son paralizantes las emociones como el temor, la ira, la apatía, el estrés, la ansiedad, la hostilidad, la envidia, la gula, el egoísmo o el odio. Son emociones dinámicas, la obsesión, el reto, la pasión, el compromiso, la determinación, el disfrute, el amor, el orgullo, el deseo o la confianza.
Las dinámicas de los corazones de algunas personas se acompasan cuando interactúan juntas. Y es que para que se desencadene una emoción es necesario un estímulo concreto y unas circunstancias que lo hacen posible.
Sabemos que el mecanismo biológico de la reacción emocional se activa cuando el estímulo que la provoca es percibido por los órganos de los sentidos que recogen esta información y la envían a los centros cerebrales encargados de darles un significado. Y allí, hay que entender el papel de las neuronas espejo, que son el ladrillo sobre el que se edifica la cultura.
Sabemos que además de recibir información del exterior, el sistema limbo o recibe notificaciones del estado de nuestro propio cuerpo. Todas estas datos viajan hacia los centros de decisión racional del cerebro, donde se conecta con los sistemas responsables de la empatía y de la imitación de conductas: las neuronas espejo. Una persona puede estar sonriendo pero las neuronas pueden sentir el miedo que está sintiendo, de alguna manera, no se le engaña.
En ese contexto, sabemos que la enfermedad cardiovascular no debería abordarse como una entidad aislada, sino parte de un sistema integral en el que se interconectan la mente, el corazón y el cuerpo. Sin los tres, interdependientes.
Además, los sistemas biológicos del sistema cardiovascular están inflados, directa o indirectamente, por los procesos emocionales, pero también ocurre a la inversa.
La realidad que nos encontramos es que el malestar psicológico que produce el estrés mantenido, pude desencadenar problemas cardiacos como el infarto de miocardio.
Así, sabemos que las emociones negativas, constituyen uno de los factores de riesgo para contraer enfermedades cardiovasculares.
Sabemos que tener una salud psicológica débil tiene una conexión estrecha con las enfermedades cardiovasculares.
Sabemos que las personas con una afección cardíaca moderada o grave, presentan algún trastorno emocional.
Sabemos también que la salud psicológica negativa implica estrés crónico. Sabemos además que el estrés puede provenir de numerosos estímulos cotidianos como problemas laborales, escasas o malas relaciones sociales, dificultades económicas, actitudes o hechos de discriminación, acoso,…pero también debido a un estrés de tipo traumático. Y se ha demostrado también que puede aumentar el riesgo cardiovascular.
El aislamiento social y la soledad aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular. También lo produce el enfado y la hostilidad.
La mayoría de formas de distrés psicológica como el sufrimiento emocional, pueden aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular.
La percepción alta de estrés se asocia a un aumento de riesgo de episodios de HTA, enfermedad coronaria y de mortalidad.
Inducir pensamientos de ira y hostilidad se asocia con aumento de la reactividad cardiovascular.
Encolerizarse puede aumentar el riesgo de episodios de infarto agudo de miocardio, ictus, y arritmia ventricular.
Y también son factores de riesgo, la ansiedad y la depresión, así como el pedís mismo y el relato pesimista.
Justo ligado a ello, están las emociones positivas y sus efectos beneficiosos. Los factores psicológicos positivos pueden promover una mejor función cardiovascular. Y mejor si el añadimos meditación, mindfullness y ejercicio físico.
En definitiva la clave para que las emociones mejoren nuestro corazón y con ello nuestra salud cardiovascular es clave:
- Ayudar
- Rehacer
- Comprender
- Escuchar
- Acompañar
- Confiar
Todo ello ayuda a vencer el miedo, a volver a ser el dueño de nuestras vidas y a buscar tiempo para uno/a. Cuidar la salud emocional para mejorar el corazón.