Estar de buen humor mejor que ofuscado, aunque el enfado mejor no reprimirlo
Estar de buen humor quiere decir tener una buena disposición, ser positivo. El humor es, además, una gran arma de seducción, que mejora además la autoestima. Y además, la risa es contagiosa.
El sentido del humor es una de las claves de las personas que tienen magia. Ellas tienen un sentido del humor especial, franco y creativo, ese que puede arrancarnos la carcajada que más necesitamos para desestresar el día agitado o complicado.
Tener buen humor contribuye con la posibilidad de una vida feliz, saludable, productiva y significativa. Y la risa es una gran ayuda a nivel mental.
Para incorporar el humor en un equipo de trabajo, es importante tener en cuenta que:
-El humor debe integrarse en el trabajo diario.
-El humor debe tener espacios para su desarrollo.
-El humor debe ser medido en los tiempos para su uso. No se puede emplear ni en todo momento ni en todo lugar.
-Los comentarios humorísticos no deben hacer referencia, ni mucho menos degradar a personas del equipo de trabajo u otras personas del equipo, etc. Se trata de mejorar la motivación y el estado de animo a través del humor.
-Todos los equipos cuentan con personas “buen rollistas”, esto es , personas con capacidades para generar buen ambiente, integrar al equipo, fomentar la participación, etc. Estas personas son claves para facilitar la motivación de un equipo de trabajo, entre otras cuestiones, a través del humor.
Por otro lado, el enfado hay que vivirlo como una emoción tan humana como cualquier otra, y que irritarse o fastidiarse es normal en ciertas circunstancias, como cuando una persona resulta molestada o perjudicada por alguien más.
De todas formas, hay que tener en cuenta que la ira no implica comportamiento enfadado o agresivo. La ira se define como una respuesta afectiva ante amenazas para la supervivencia u otras situaciones estresantes. Se trata de una respuesta neurofisiológica: comienza en el cerebro, con un aumento en la producción de adrenalina y cortisol, sustancias que pasan al torrente sanguíneo y provocan desde un aumento del ritmo cardíaco y tensión muscular hasta una expresión facial característica, con el ceño fruncido y las fosas nasales expandidas. Pero nada de eso determina, desde luego, que exista una conducta agresiva o de enfado hacia otras personas.
Lo deseable es gestionar la ira de forma correcta para evitar perder los estribos, pero al mismo tiempo no tratar de reprimirla por completo, pues esto tiene efectos negativos para la salud. Saber cabrearse implica encontrar el punto medio justo entre el comportamiento agresivo al que puede dar lugar el enfado, por una parte, y la represión total de la ira, por la otra.
De esa manera, los momentos de ira no solo son naturales sino que también pueden proporcionar beneficios:
1. Motivación para lograr resultados
2. Relaciones más saludables a largo plazo
3. Optimismo y valor para asumir riesgos
4. Resolver problemas personales
5. Mayor inteligencia emocional
Motivación para lograr resultados
La ira desempeña un papel positivo en el momento de ir en busca de ciertos objetivos. Si el enfado no se queda en mera rabia y frustración, sino que se puede canalizar y convertirse en acciones, puede ser el aliciente necesario para lograr los resultados deseados. La ira puede brindar las energías necesarias para superar un momento difícil, para corregir una injusticia o para lograr metas en ámbitos competitivos como el trabajo o el deporte, como el caso de Michael Jordan que en sus tiempos de jugador de baloncesto en la NBA encontraba en situaciones que lo enfadaban, la motivación para seguir obteniendo victorias.
Relaciones más saludables a largo plazo
Expresar enojo en ocasiones ayuda a construir relaciones más saludables a largo plazo. Si se manifiestan los motivos de los enfados, es mucho más sencillo reconocer y solucionar los problemas que los han ocasionado. En cambio, si se perdonan y se olvidan con demasiada facilidad, las causas últimas continuarán allí, volverán a dar problemas en el futuro y, con el tiempo, pueden originar enconos y rencores pronunciados. Por tanto, a veces, expresar la ira puede ser necesario para resolver un problema, y la incomodidad a corto plazo de una conversación enfadada pero honesta beneficia la salud de la relación en el largo plazo.
Optimismo y valor para asumir riesgos
Experimentar el enfado de una forma constructiva se relaciona con el optimismo y con el coraje para asumir ciertos riesgos. Cuando el miedo es la emoción dominante, se tiende al pesimismo y a sobredimensionar los riesgos. Así, por ejemplo, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, las personas que experimentaron más ira sintieron también menos miedo y, además, fueron menos pesimistas en relación con la posibilidad de sufrir nuevos ataques.
Resolver problemas personales
Analizar la ira ayuda a encontrar sus causas más profundas, que en ocasiones no son circunstancias puntuales y específicas sino problemas en la propia personalidad. Muchas personas que se enojan con mucha frecuencia también sufren ansiedad, tristeza, soledad, miedo o sensación de vulnerabilidad.
Identificar esas causas puede ser el primer paso para solucionar el problema.
Mayor inteligencia emocional
Los enfados son señal de inteligencia emocional, al existir una asociación significativa entre la inteligencia emocional y la preferencia por las emociones útiles, aun cuando estas últimas sean desagradables de experimentar.
La ira es una emoción desagradable, pero, en ciertas circunstancias (como un enfrentamiento con alguien), es más útil que otras que generan placer. Las personas que prefieren esa emoción, pese al malestar que genera, son más inteligentes a nivel emocional. Y esto se debe a que, al experimentar esa emoción negativa, esas personas se ven obligadas a tratar de regularla de manera estratégica. Esto les proporciona una especie de entrenamiento en el manejo de la ira y, por lo tanto, la capacidad de gestionarla mejor.
Por tanto, los enfados no son algo que debe reprimirse o evitarse a toda costa. Es necesario reservar la ira para los momentos oportunos y gestionarla de manera tal que se eviten las conductas inapropiadas y se aprovechen sus beneficios.
En definitiva, hablando de humor y de ira, recuerdo que una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, porque son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.
Hagámoslo sabiendo que si nos enfadamos, la vida cotidiana nos pone a prueba en el equilibrio emocional cada vez que nos sentimos ofendidos por otra persona. El enfado ante las actitudes de los demás es una pura elección. Lo que nos ofende sólo contribuye a debilitarnos. Si buscamos ocasiones para sentirnos ofendidos, las encontraremos y cada dos por tres. Y, además, afrontar las distintas circunstancias de la vida con un actitud positiva ayuda a potenciar el bienestar, facilita disminuir el riesgo de problemas físicos o mentales y potencia hacer que estos puedan afrontarse mejor o solucionarse con mayor rapidez. Y recuerdo que el sentido del humor y la risa se postulan como factores promotores de la resiliencia y como factores de protección, aumentando el control sobre nuestra propia salud física mediante el cultivo de experiencias de emociones positivas, gestando así una mejor calidad de vida.