La espiritualidad en las personas

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Espiritualidad se refiere a las cualidades que nos inspiran a llevar a cabo lo que es apropiado y bueno para nosotros mismos | Foto: Avi Chomotovski en Pixabay
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Hay autores que consideran la espiritualidad como una dimensión más de la persona, como la dimensión biológica o social. Referido a una persona, es la disposición principalmente moral o cultural, que posee quien tiende a desarrollar las características de su espíritu. Esta decisión implica habitualmente la intención de experimentar estados especiales de bienestar. Se relaciona asimismo con la práctica de la virtud.

Espiritualidad se refiere a las cualidades que nos inspiran a llevar a cabo lo que es apropiado y bueno para nosotros mismos y para los demás. Puede implicar experiencias con esas fuerzas superiores, especialmente las conexiones que tenemos con otros seres y nuestras interrelaciones con ellos.

En diferentes contextos experimentamos sensibilidades hacia lo más íntimo del corazón, hacia lo intangible. La espiritualidad responde a la dinámica relacional del ser humano, donde nos jugamos buena parte de la salud. Muchas personas sienten que en las situaciones de fragilidad, especialmente cuando nos cuidamos unos a otros, es necesaria una mirada integral, multidimensional, en la que lo espiritual ocupe su lugar correspondiente para humanizar la mirada.

La Espiritualidad es un aspecto esencial del ser humano. Es una vida interior, algo que no es mente y cuerpo sino espíritu. Es algo más amplio que una religión, un proceso dinámico mediante el cual las personas encontramos trascendencia, un sentido final a la vida … a nuestro ser interior.

La clave es conectar con el interior de uno mismo y apelar al poso de sabiduría que dejan las experiencias vividas. Si tú cambias, todo cambia. Lo que creemos es lo que creamos. La verdadera espiritualidad no tiene nada que ver con las creencias que proceden de fuera, sino con las experiencias que vienen de dentro.

Una de las definiciones más utilizadas refiere que la espiritualidad es una motivación innata que orienta y guía el comportamiento hacia la construcción de un significado personal más amplio. Es decir, la creencia de que existe un orden en el universo que trasciende nuestro pensamiento. En este sentido, algunos autores proponen que incluso podría formar un factor de personalidad por sí mismo.

Según varios estudios, hay una relación manifiesta entre espiritualidad, resiliencia y emociones positivas. Las personas con una dimensión espiritual suelen tener más resiliencia, que es la capacidad de afrontar situaciones adversas, básicamente porque introducen el sentido en la ecuación del sufrimiento.

El psiquiatra Viktor Frankl afirmaba lo siguiente: “Si podemos encontrar algo por lo que vivir, algún significado para poner en el centro de nuestras vidas, incluso el peor tipo de sufrimiento se vuelve soportable”.

Las personas con creencias religiosas tienen más facilidad para encontrar ese sentido al sufrimiento. Algunas sienten que son puestas a prueba por una instancia superior; otras, que lo que están viviendo les capacitará para ayudar a los demás. En momentos de extrema dificultad, tener algún tipo de fe ayuda a albergar emociones positivas, bien sea porque se percibe el apoyo de una fuerza que está más allá de uno mismo, a la que se recurre a través de la oración u otra práctica religiosa, o porque nos sirve para superarnos como seres humanos y ser más útiles a la sociedad.

Este punto es especialmente interesante, puesto que no es necesario ser religioso o creer en otra vida para disfrutar de los beneficios de la espiritualidad. De hecho, se puede ser agnóstico o ateo y ser profundamente espiritual, si confiamos en la bondad del ser humano y en su capacidad de trascender el ego y extender su mano a los demás.

En 2011, Francesc Torralba publicaba Inteligencia espiritual, donde abordaba los beneficios de desarrollar esa dimensión en el ser humano. La práctica de la espiritualidad ayuda a romper el caparazón del ego y protege del narcisismo. Al salir de nuestro restringido mundo de problemas, nos abrimos a lo desconocido y nos interesamos por los demás. Esto humaniza y permite vivir de forma más útil y positiva, razón suficiente para cultivar la inteligencia espiritual, aunque no profesemos ninguna fe o religión concreta. También Francesc Torralba dice que la espiritualidad es una cualidad universal, pero solo si llegamos a tomar conciencia de quiénes somos podremos desarrollarla plenamente. No es una moda. No es un narcótico ni una práctica de consumo. La vida espiritual también afecta a los sentimientos, los pensamientos y los vínculos con los otros.

Son cuatro pautas fundamentales.

Primera pista: vivir, estar y disfrutar del presente, del aquí y del ahora. No pensar en todo lo que puede empeorar en un futuro, o en las cosas que hice mal en un pasado. Debemos centrarnos en el aquí y el ahora. Recordemos que la palabra presente, además de ser un tiempo verbal, significa regalo. El presente que tenemos aquí y ahora es un verdadero regalo.

Segunda pista: centrarse en el sí. En lo que sí puedo hacer, en lo que sí tengo, en lo que sí sé, en los recursos que sí tengo, en las amistades que sí tengo, y las habilidades que sí tengo. A través de la neurociencia sabemos que nuestro cerebro se hace un lío monumental con el no. Por lo tanto, tenemos que trabajar desde el sí porque el no ya no es suficiente.

Tercera pista: centrarnos en nuestra propia acción. Es decir, en todo lo que podemos cambiar, ya sea más micro o más macro; o de 0 a 10 sea un 1 o un 3. Ningún dolor (físico, emocional, social o espiritual) es una bendición; lo que si lo es, es que yo decido qué hacer con este dolor. Tengo el poder de hacerlo.

Y cuarta idea y fundamental: hay que identificar lo que sí da sentido a nuestra vida. Los dones, talentos, lo que nos llena, que nos apasiona … Y ya sabemos que ni el poder ni el placer ni el dinero dan sentido a una vida.

Ante ello, hagamos que la espiritualidad marque nuestras vidas y rompamos el ego que nos hace daño y hace daño a quien lo sufre. Interesémonos por los demás desde una mejora del interior de cada uno de nosotros.







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