Personas admirables
Cuando una persona brilla es porque tiene una luz interior hecha a base de muchos valores: esfuerzo, dedicación, sencillez, compañerismo, brillantez, disciplina… Y son todos estos valores los que provocan esa luz que tanto nos gusta. Y cuando admiramos a esa persona, es cuando nos damos cuenta de ello. Y si empezamos a admirar a esa persona que tenemos a nuestro lado en casa, en el trabajo, en la familia... Si nos acercamos un poco hasta ella para poder alumbrarnos con esa luz, aprenderemos como encender nuestra propia luz.
Por tanto, es importante modificar el sentimiento de la envidia -que tanto daño nos hace- por el de la admiración. La admiración nos empuja a superarnos, a buscar el porqué. Las personas admirables nos ponen en movimiento, nos invitan a actuar para saber cómo alcanzar eso que tanto deseamos, nos ponen a trabajar para conseguir nuestros sueños. Las personas admirables nos llenan de sentimientos positivos (amor, alegría por la otra persona, reconocimiento positivo…) y nos llenan de luz.
Y en ese punto, aparte de la gente que nos rodea, también admiramos a la gente que con el corazón roto y lleno de problemas puede levantar su mirada, sonreír y decir: “Estoy bien”. Y ello es contemplar con interés y placer algunas cualidades extraordinarias. Porque hablar de admiración significa asombro, pasmo, estupefacción, estupor, fascinación, sorpresa, maravilla, encandilamiento, deslumbramiento, entusiasmo, éxtasis, arrobo, encanto, desconcierto, embarazo, extrañeza, aturdimiento...
Y ello conlleva que admirar a los demás permite aprender, permite convertirse en una motivación, porque rodearse de personas a las que admiramos ayuda a sentirnos felices. Sabemos que es necesario admirar para amar.
Y además, es importante tener en cuenta que es necesario:
1. Reconocer a las personas que son mejores que nosotros/as en algo. No somos perfectos, ni nosotros ni siquiera esa persona a la que admiramos. Saberlo, reconocerlo, nos permite seguir aprendiendo.
2. Enfocar nuestras oportunidades. Todos tenemos nuestros talentos, fortalezas y habilidades y también nuestras áreas de mejora. Nuestras oportunidades nacen de aquello que somos capaces de hacer muy bien y de aquello que nos gustaría mejorar.
3. Buscar referentes para todo aquello que deseemos potenciar o mejorar. Observarlos, inspirarnos y sacar nuestra propia forma de hacerlo, sacando lo mejor de uno mismo.
4. Mirar para valorar a nuestro alrededor y observar con atención, a todas y a cada una de las personas con las que nos cruzamos en nuestra vida.
5. Dar valor a lo que observamos.
6. Cambiar nuestro diálogo interno y nuestro disco interno. Buscar lo bonito, lo bien hecho, la ilusión, las ganas, la actitud… Cambiar el “no es para tanto” por un “es buen trabajo”.
7. Aprender y mejorar. El modelado es una de las formas más eficaces de aprendizaje, observar aquello que hacen otros y que les da buen resultado, y repetirlo. Si admiramos a una persona porque nos hace sentir que le importamos, observamos qué hace para que nos sintamos así.
8. Ofrecer reconocimiento. Si nos gusta lo que hemos hecho, si nos permite aprender y mejorar, decírselo, reconocérselo, verbalizarlo, sacarlo del bolsillo, mirar de frente a nuestros miedos, a no estar a la altura, decirle por qué lo admiramos y cuanto aprendemos de él o ella.
9. Agradecer y dar las gracias por tener la oportunidad de tener a esa persona en nuestra vida, por tener la oportunidad de crecer y mejorar con su ejemplo.
10. Actitud de admiración implica maravillarse de cuanto nos rodea, sorprenderse, sentir curiosidad, apreciar a quien nos rodea, prestar atención a los detalles, tener una actitud de aprendizaje continuo, valorar, reconocer y agradecer cada día.
Y es que como dice el filósofo José Antonio Marina, admirar es un sentimiento admirable, aunque difícil. Y apunta que es detestable quien no admira a nada ni a nadie, y crítico con quien admira a quien no lo merece. Esa última afirmación la comparto. Sin embargo, es tan difícil acertar a veces...
Y es que la admiración es la sorpresa producida por la aparición de alguna cosa extraordinaria, algo que en la realidad intriga o atrae la atención o despierta el afán de saber. La admiración es el reconocimiento de lo superior, sin envidia ni mezquindad. Y ese sentimiento, según Marina, parece absolutamente necesario para el progreso de una sociedad. Una sociedad incapaz de admirar, que se enroca en un desdén universal, que sospecha de todo lo bueno que observa, carece de modelos que emular, es ciega para la grandeza.
Según comenta, como todos los sentimientos, este tiene su propia sabiduría, que consiste en ajustar bien el sentimiento a su objeto. De esa forma, el respeto es la respuesta adecuada ante la dignidad. El cuidado es la actitud debida ante lo que es valioso y frágil. La gratitud es el afecto despertado justamente por un favor recibido. La compasión es el sentirse afectado por el dolor ajeno. La indignación es la ira desencadenada por la injusticia o la humillación.
Por tanto, debemos enseñar a la gente a aplaudir lo bueno y a intentar emularlo. Una sociedad inteligente necesita defender una igualdad de las oportunidades y una aristocracia del mérito. Y una sana democracia defiende la igualdad, pero premia la excelencia.
Aprendamos a admirar y que esperamos que amar es admirar con el corazón y admirar es amar con la mente. Y que es mejor admirar que envidiar. Admirar nos invita a imitar y superar. Envidiar nos hace lamentar y criticar.
Creo que es importante que aprendamos a mirar a alguna gente que nos rodea con admiración. Y es que practicando el reconocimiento por los demás, aprendemos de ellos porque nos empapamos de lo que han sabido hacer bien para conseguir esa vida que tanto nos gustaría llevar a nosotros.