Personas compasivas
La gente de Ángeles Azul y Verde me citaba en X diciendo: "Sé compasivo en cada conversación, sé compasivo en cada intervención...El corazón del ser humano se mide por su capacidad para acoger el sufrimiento". Me encantó .
Leía un artículo de Rosa Montero en El País Semanal donde decía: "Todas las grandes y bellas palabras son susceptibles de ser convertidas en un arma de exterminio, menos una: compasión, la más hermosa palabra que hay en el mundo. Aunque decía también: tal vez prefieras denominarla empatía".
Y es que la compasión nos permite madurar emocionalmente. La compasión no es un sentimiento que necesariamente se identifica con la tristeza, sino más bien con sentimientos de valor, de coraje y de respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. La compasión es la capacidad de sentir y conmoverse con el sufrimiento ajeno, alcanzando un alto grado de compenetración, que va más allá de la empatía. La compasión se produce al presenciar el dolor o el sufrimiento ajeno, y empuja a quien la siente a proteger a la persona afligida o remediar su dolor.
La compasión hacia nosotros mismos se basa en:
Ser conscientes de ser y estar abiertos a nuestro propio sufrimiento.
Ser amables y no condenarnos a nosotros mismos.
Ser conscientes de compartir las vivencias de sufrimiento con los demás, en vez de avergonzarnos o sentirnos solos, mostrando nuestra común apertura a la humanidad.
Las características de una persona compasiva son:
A. Tienen una alta capacidad de empatía, que las hace conmoverse con facilidad ante el sufrimiento ajeno, real e incluso ficcional. Una persona compasiva puede llorar fácilmente ante el sufrimiento representado en una película, por ejemplo, o incluso llegar al extremo de no soportar verla.
B. Tienden a ser buenas escuchando al otro, ya que sintonizan con las emociones ajenas con mayor facilidad y rapidez. Asimismo, tienden a ser más agradecidas con los sacrificios de los demás.
C. Tienden a ser desprendidas y generosas en situaciones en las que pueden remediar el sufrimiento ajeno.
D. Normalmente les cuesta ignorar al que sufre o situaciones de dolor ajeno.
Ser compasivos tiene un gran beneficio para todo ser humano, ya que la compasión es beneficiosa para nuestra salud corporal y emocional, también para el bienestar profesional y para todos en general. A través de este sentimiento es posible experimentar ternura, pena y sentirnos identificados ante dolencias de los que están a nuestro alrededor.
En tiempos de crisis, las personas que sufren no necesitan nuestra lástima, necesitan esa compasión activa que se compromete a generar cambios, a ser esa ayuda real y práctica que no se queda solo con el sentimiento. Aprendamos a activar dicha competencia social.
La compasión es la sensibilidad al sufrimiento de uno mismo y de los demás. Está relacionada con la empatía y su objetivo va más allá de la comprensión. Es una herramienta imprescindible en las relaciones personales y beneficiosa para alcanzar el bienestar. Este sentimiento se puede ejercitar desde la introspección y tiene un gran poder terapéutico, ya que ayuda a sentir alivio, acerca a la calma y aleja de la crítica.
Aunque es imprescindible y básico para lograr el equilibrio emocional, este sentimiento no siempre es bien entendido. En nuestra cultura occidental, ser el objeto de un sentimiento compasivo suele llevar a pensar “no quiero que sientan pena por mí”, lo que hace que sea rechazado. Y es que en las raíces judeocristianas, la compasión podría tener relación, para algunas personas, con cierto sentimiento de menosprecio por la persona que sufre.
La compasión nos aleja de sentir y buscar culpas. Se trata de actuar con amor desde la comprensión, de caminar hacia la tranquilidad y de saber que quizá no sea necesario entenderlo todo. Consiste en abrazar y acompañar. Compadecer es sentir el sufrimiento y desear aliviarlo y se puede entrenar, trabajar. El resultado es la disminución de sentimientos tan negativos como ansiedad, ira, enfado, hostilidad y depresión. En definitiva, alejarse del miedo para acercarse al amor.
Hay estudios donde se analizan las diferencias de género en relación con la sabiduría, utilizando dos escalas validadas distintas. Como resultado, las mujeres obtuvieron una puntuación más alta en los elementos relacionados con la compasión y la autoreflexión, mientras los hombres destacaron más en la cognición y la regulación emocional. Los resultados fueron publicados en Frontiers in Psychology: “Tener una mejor comprensión de la sabiduría y cómo mejorarla tiene beneficios para la salud y valor para las personas y la sociedad”, apunta. Otros estudios han demostrado que los niveles de ciertos componentes de la sabiduría “como la empatía/compasión y la regulación emocional pueden incrementarse con intervenciones psicosociales y conductuales apropiadas”.
En definitiva, sentir compasión no es lo mismo que sentir pena o ser amable con quien sufre. Es la capacidad innata que tenemos para conectar, para sentir tanto el dolor como la necesidad de aliviarlo. Una herramienta básica en nuestras relaciones y un sentimiento que nos acerca a la paz. La compasión, literalmente «sufrir juntos», «tratar con emociones …», simpatía, es un sentimiento humano que se manifiesta a partir y comprendiendo el sufrimiento de otro ser. Invirtamos en la compasión.
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