Personas resilientes y su alto equilibrio emocional

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Las personas resilientes comprenden que las crisis van y vienen, y cada una puede aportarnos una lección de vida | Foto: Gerd Altmann en Pixaba
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Una persona resiliente acepta mejor el cambio de rutinas, tareas y roles que otras personas. Afronta los cambios sin miedo y está dispuesta a adaptarse y aprender lo que haga falta.

Las personas dotadas de resiliencia saben que los momentos de crisis no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen ante ello.

Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles, una manera diferente y más optimista de ver el mundo, ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma.

Las personas resilientes, cuando se enfrentan a una adversidad o necesitan superar la tristeza de una pérdida y transitar por un duelo emocional, trabajan cualidades como relativizar, ya que si no somos capaces de tomar distancia, nos desbordaremos. Por tanto, aceptar que las cosas no van a ser siempre como nos gustaría que fuesen ni como se supone que deberían ser es fundamental. Lo que sucede es lo que sucede, no podemos cambiar lo ocurrido, pero a partir de ahí somos nosotros los que damos el significado a eso, y ante ello podemos magnificar o reducir, podemos verlo como una injusticia o como un reto. Es evidente que cuanto más relativicemos las cosas, mejor gestionaremos nuestras emociones.

Junto a ello, es fundamental mejorar la autoestima ya que las personas resilientes confían en sí mismas, no pierden mucho tiempo lamentándose, no tienen tanto miedo a las críticas o al qué dirán, son personas que se centran en sus objetivos y los persiguen con determinación para volver a resurgir. Y esa autoestima les permite pedir ayuda si lo consideran necesario y convertir los problemas en lecciones.

Las personas resilientes comprenden que las crisis van y vienen, y cada una puede aportarnos una lección de vida, por lo que hay que aprender de ellas para crecer y superarse, y dar el lugar que se merece a la perseverancia.

Las personas resilientes han tenido que luchar contra situaciones adversas o han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas y al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentarse a los diferentes retos de la vida.

La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”. La resiliencia es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida.

La resiliencia nos ayuda a reestructurar nuestros recursos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo podemos ser capaces de sobreponernos a las adversidades que nos ha tocado vivir, sino que podemos ir un paso más allá y utilizar esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo nuestro potencial.

Seis son los pilares sobre los que científicamente se ha demostrado que podemos construir nuestra capacidad de resiliencia:

1. La afectividad

Las conexiones afectivas que se generan desde nuestra infancia son la base sobre la que se construye nuestra capacidad de relación, comunicación y apoyo mutuo, así como una opinión favorable de nosotros mismos, la seguridad personal y la voluntad de explorar el mundo con confianza, fundamentales para desarrollar nuestra capacidad de resiliencia.

2. La autogestión

La autogestión es clave para manejar nuestros pensamientos y emociones, analizar la información que proviene del entorno, tomar decisiones, establecer prioridades y activar los mecanismos necesarios para alcanzar las metas que nos proponemos. Para ello, necesitamos observarnos internamente y entender nuestros pensamientos, emociones y nuestra manera de interactuar con el mundo. Nos permite conocernos y desarrollar una imagen de nosotros mismos y de los recursos de los que disponemos.

3. La autorresponsabilidad

Consiste en la comprensión de que el centro de control y respuesta frente a los acontecimientos que vivimos no está fuera, sino en nosotros mismos. Las personas que cuentan con sentido de autonomía y un cierto control de las circunstancias, que nos estimula a tomar decisiones y acciones de manera proactiva como respuesta y a adueñarnos de los resultados de las mismas, responden con mayor coraje, resisten mejor y se enfrentan con más efectividad a las situaciones adversas, que quienes ceden el control a elementos externos, la suerte o el destino.

4. La autoestima

No hay nada que importe más al ser humano que uno mismo. La autoestima se ve influenciada por los lazos afectivos que se crean con las personas del entorno más próximo y, a lo largo de la vida, por el feedback que uno recibe del mismo. Poco a poco, el dominio de las circunstancias y el resultado efectivo de nuestras acciones van configurando un sentido de autoestima. Dependiendo de la valoración que hagamos de nosotros mismos, de nuestros pensamientos y emociones, configuraremos un sentido de autoestima más o menos positivo. Cuando la opinión que tengamos de nosotros mismos sea favorable, la capacidad de resiliencia se fortalecerá.

5. La positividad

El pensamiento positivo y una perspectiva optimista de las circunstancias es un ingrediente esencial para la resiliencia. Ello nos permite valorar con más equilibrio las ventajas o inconvenientes de las decisiones que tomamos y afrontar sin desánimo las adversidades que pueden sobrevenirnos en la vida.

Los optimistas buscarán más información acerca de un suceso y encontrarán mejores respuestas.

6. El propósito vital

Es importante manifestar un propósito a la vida, ya que la búsqueda de un sentido es lo que daba razón de ser y de vivir al ser humano. Lo intangible guía lo tangible y ofrece a las personas algo por lo que luchar y algo por lo que vivir. Y encontrar ese sentido en la vida nos proporciona seguridad y fortalece nuestra motivación para afrontar cualquier tipo de adversidad.

Por tanto, con estos pilares sobre los que se construye la resiliencia, nos sirven para explicar por qué unas personas afrontan con mayor eficacia que otras los retos y adversidades que la vida les pone por delante. Es lo que nos hace no rendirnos cuando las cosas están difíciles, lo que nos mantiene luchando por los objetivos que nos hayamos marcado.

¿Cómo podemos ser más resilientes?

Todos y todas podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias.

De hecho, las personas resilientes han tenido que luchar contra situaciones adversas o han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas y al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentarse a los diferentes retos de la vida.

Para practicar mejor la resiliencia:

Ser conscientes de potencialidades y limitaciones.

Ser creativas y de lo vil, saca lo precioso.

Confiar en las capacidades.

Asumir las dificultades como una oportunidad para aprender.

Practicar la conciencia plena. Disfrutar de los pequeños detalles y no perder su capacidad para asombrarse ante la vida.

Ver la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista.

Rodearse de personas que tienen una actitud positiva.

No intentar controlar las situaciones, sino las emociones. Se centran en cambiar sus emociones, cuando no pueden cambiar la realidad.

Ser flexibles ante los cambios. Lo rígido se rompe, así que para ser resiliente hay que ser flexible.

Ser tenaces en los propósitos. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen.

Afrontar la adversidad con humor. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.

Buscar la ayuda de los demás y el apoyo social.

Las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar las situaciones difíciles y estresantes.

Las personas dotadas de resiliencia saben que esos momentos de crisis no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen.

Las personas resilientes, cuando se enfrentan a una adversidad o necesitan superar la tristeza de una pérdida y transitar por un duelo emocional, trabajan todas y cada una de estas cualidades:

Relativizar: Si no somos capaces de tomar distancia, nos desbordaremos.
Aceptar que las cosas no van a ser siempre como nos gustaría que fuesen ni como se supone que deberían ser. Cuanto más relativicemos las cosas, mejor gestionaremos nuestras emociones.
Mejorar la autoestima ya que las personas resilientes confían en sí mismas, son personas que se centran en sus objetivos y los persiguen con determinación para volver a resurgir.
Convertir los problemas en lecciones: los problemas se pueden convertir en oportunidades de generar grandes cambios de vida. Por ello, hay que aprender de ellas para crecer y superarse, y dar el lugar que se merece a la perseverancia.

Por tanto, fortalecer nuestra resiliencia también repercute, por tanto, en el estado de salud física y, para ello, hay que poner autoconocimiento, autoestima, empatía, autonomía, afrontamiento positivo de la adversidad, conciencia del momento, optimismo, flexibilidad, perseverancia, sociabilidad o tolerancia a la frustración y a la incertidumbre.