El Murcianazo
Para la mayoría del granadinismo el término 25-J equivale a frustración y es aplicable en exclusiva al partido que se jugó en el Nuevo Los Cármenes el 25 de junio de 2000 frente al R Murcia CF y que, como acabó en gran fiasco, también es conocido como 'el Murcianazo', o sea, nuestro particular 'Maracanazo' penibético y de andar por casa. Es en realidad el tercer partido oficial (falta un cuarto) que en toda su historia jugó nuestro equipo en esa fecha, pero la expresión veinticincojota nació en esta triste tarde-noche al acabar en tragedia lo que empezó como una fiesta por perder nuestro equipo 0-1 y con esa derrota escapársele un ascenso a segunda que tenía en el bolsillo.
De los cuatro trascendentales encuentros que se disputaron un 25-J, en los dos primeros se luchaba por no descender, mientras que en los otros dos lo que estaba en juego para el GCF era un ascenso. Así ocurría la calurosísima tarde con la que se cerraba la temporada 99-00: era la sexta y última jornada de la liguilla de ascenso a segunda; Granada o Murcia saldrían de aquel partido ascendidos a 2ª A, pero a los nuestros les valía también el empate mientras que a los forasteros sólo les servía ganar.
Una tradición antigua de nuestro equipo es la de no ascender cuando actúa en su campo. De los trece ascensos de su historia, solamente dos fueron en Granada (ninguno de ellos en el viejo Los Cármenes). Aquel último partido de la liguilla pudo muy bien haberse jugado lejos de Granada, en La Rosaleda, en La Victoria…, si el club no hubiera sido perdonado de la sanción por un partido de clausura de su estadio por los incidentes en el Granada-Burgos, de la cuarta jornada de liguilla, cuando un hincha descontrolado agredió a un futbolista burgalés. Menos en 1934, jugando todavía en el campo de Las Tablas, y en 2006, ya en el Nuevo Los Cármenes (el cuarto 25-J) los otros once ascensos rojiblancos a distintas categorías llegaron en campo ajeno. Quién sabe. Quizá en otro campo la suerte hubiera sido distinta y aquel trallazo de Jubera al larguero podría haber salido dos milímetros más abajo y acabar entrando, y aun jugando tan mal hubiera ascendido a pesar de todo.
Con las cámaras de Canal Sur como testigos, Notario; Torres (De María 73’), Tabuenka, Paco García, Méndez; Jubera (Manolo 81’), Pascual; Navarro, Capi, Ismael; y Huegún, dejaron con la miel en los labios a los más de 16.000 hinchas que abarrotaban el Nuevo Los Cármenes en un desastroso partido que, como escribió el cronista de Ideal, Ernesto Martínez, necesitaría de una explicación adicional para poder entenderlo. Y no es para menos puesto que los rojiblancos de rayas verticales, campeones del grupo IV de 2ªB en la liga regular, que sólo habían perdido un encuentro de los últimos 25 disputados, incluidos los cinco de liguilla anteriores, sin embargo aquella mala tarde, precisamente esa tarde, ofrecieron la que fue su peor actuación de toda la temporada y se mostraron desnortados, físicamente hundidos y hechos un flan, y en todo el partido sólo inquietaron en una ocasión la meta contraria, ya bien entrada la segunda mitad, con un disparo de Jubera que se estrelló en el larguero. Pocos minutos después de ese larguerazo, Aguilar, un granadinista hasta el final de la anterior temporada y a quien no se pudo retener por haber alcanzado cotización, con un disparo desde la frontal del área que sorprendió a Notario, dejó helada a la concurrencia a pesar del calor de caldera que se padecía. Ese único gol bastó para tirar por tierra el buen trabajo de muchos meses.
El castillo de fuegos artificiales previsto y el autobús descubierto que desde el Zaidín circularía con toda la plantilla en triunfo hasta el Salón, donde el Ayuntamiento tenía preparada la fuente de los Cuatro Leones (la que separa el Salón de La Bomba) para que la hinchada remojara su alborozo, además de una verbena con orquesta; también la decoración en rojiblanco de la fachada de Chikito…; todo lo que había preparado para celebrar un ascenso del que nadie dudaba, hubo que dejarlo para mejor ocasión.
Ya hemos visto que de los cuatro 25 J hubo dos buenos y dos malos, éste, que fue el segundo de los que acabaron en chasco, dolió mucho más que el otro a pesar de que en 1967 lo que se perdió fue la máxima categoría. Fue tan grande la decepción del granadinismo que muchos -miles- juraron (y lo cumplieron durante años) no volver a poner un pie en el Nuevo Los Cármenes. Y de esa grandísima decepción fue también de donde nacieron las sospechas (todavía vivas) de que determinados protagonistas rojiblancos de aquella triste tarde-noche se habían vendido. Prácticamente ningún granadinista escapó a las sospechas, y el más señalado fue el míster, Felipe Mesones, argentino pero murciano de adopción. Evidentemente, nada se demostró y seguro que nunca podrá demostrarse, si es que en realidad hubo felino cautivo en aquella aciaga derrota.
El club buscó ganar en los despachos lo que sus futbolistas perdieron en el campo y reclamó ante la Federación la presunta alineación indebida del meta murciano Viña, fichado para la liguilla por el club pimentonero después de haber sido titular esa misma temporada en el Polideportivo Almería, alegando un defecto de forma en el contrato del portero uruguayo, pero nada se consiguió después de recurrir incluso a la justicia ordinaria. También se solicitó que la plaza libre que dejaba en segunda el At. Madrileño, arrastrado a 2ª B como filial por el descenso del At. Madrid, le fuera adjudicada a nuestro equipo como mejor subcampeón de las distintas liguillas de ascenso, pero el criterio de la Federación para estos casos era el de anular uno de los descensos de segunda, de lo que se benefició el Getafe.
Sin lugar a dudas, de las 22 temporadas que nuestro equipo militó en el tercer nivel del fútbol patrio, la plantilla de la 99-00 fue la segunda mejor, sólo superada por la que por fin diez años después consiguió salir de ese negrísimo pozo. Y esa gran plantilla hay que agradecérsela al entrenador Francisco Chaparro, quien repetía banquillo y convino con el presidente, Francisco Jimena, que se ocuparía de los fichajes. Así, con la intervención directa de Chaparro, vinieron este año un gran número de futbolistas a coste cero formados en las canteras de los dos grandes clubes hispalenses que el míster conocía bien, entre ellos un jugador que dejó huella y que años después alcanzó la internacionalidad absoluta: Capi, cedido del Betis.
Con Chaparro no acababa de meterse el Granada entre los cuatro primeros y esto le costó la destitución justo antes del parón navideño. Su sustituto, Felipe Mesones, hizo unos ligeros ajustes en la alineación titular y a partir de la vuelta de las vacaciones el equipo empezó a carburar mucho mejor y ya sólo perdió un partido de los veinte que quedaban por jugarse, terminando la liga como campeón del grupo IV de 2ª B en lucha estrecha con el Ceuta. En la liguilla de ascenso, frente a Burgos, Mensajero y Murcia, se consiguió llegar a esa última jornada, la del 25-J, con todo a favor después de vencer en La Condomina en el penúltimo partido. Pero, ya saben, como dijo algún plumilla local, el Granada de aquellos años nunca dejaba pasar la oportunidad de decepcionar a sus seguidores. El batacazo fue de los que escuecen especialmente.
La hinchada, o gran parte de la misma, vio fantasmas (y los sigue viendo). De lo que no hay duda es de que el del 25-J 2000 fue un partido rarísimo por parte de los rojiblancos. El Granada 99-00, en especial el de la recta final del campeonato, ofreció bastantes partidos en los que conseguía imponerse gracias a lo que parecía una excelente preparación física que propiciaba abundantes llegadas ante las porterías contrarias, contando en el ataque con futbolistas muy en forma y de gran calidad para la categoría, con Ismael (14 goles en liga y 3 más en liguilla) y Navarro en las alas, Capi en la media punta y Huegún arriba peleándolas todas (5 goles en liga, uno más en liguilla), que fichó en diciembre.
Sin embargo, aquella tarde, a simple vista era perceptible, los nuestros no podían con su pellejo cuando todavía no se había jugado ni media hora y apenas se acercaban a la portería contraria. Desde luego, hacía muchísimo calor y el bochorno era insoportable, pero, ya se sabe, el meteoro era el mismo para los dos equipos. Los mejores elementos de aquel Granada no dieron pie con bola, que se dice, en toda la función. Además, el míster, enfundado en su inseparable anorak a pesar del fuego reinante en el ambiente, hizo unos cambios que sembraron aún más las sospechas de tongo: en el lugar de Torres puso al jugador De María, fichado en diciembre, y que apenas había intervenido en seis partidos, ninguno completo y ninguno de liguilla; y sacó por Jubera al sevillano Manolo, jugador de banda que ocupó el puesto de medio centro, aunque en realidad no era la primera vez que Mesones introducía esta variante, que ya había podido verse en el anterior partido en Los Cármenes frente al Burgos.
Si hubo o no hubo algo irregular en el partido, ni se sabe ni se sabrá, pero para servidor, la culpa principal del murcianazo la tuvo el injusto sistema de ascensos de aquella 2ª B. Si de nada menos que ochenta clubes sólo pueden ascender cuatro, es rematadamente difícil salir de la categoría, que así se convierte en un pozo sin fondo que a bastantes clubes históricos les ha costado la propia existencia, tras estrellarse una y otra vez con el embudo de la liguilla. Algo de esto ha venido a solucionar la nueva estructura de la tercera categoría del fútbol español. En el 2000 y hasta hace muy poco, una única mala tarde entre varias decenas podía significar que no sirviera de nada toda la positiva trayectoria anterior, que fue lo que le ocurrió a aquel buen Granada.
Esa misma noche España caía eliminada en IV por Francia en la Eurocopa. También esa noche terminaba el Corpus, la feria de Almanjáyar, y lo hacía en un clima bélico, con una guerra entre caseteros divididos en dos bandos ocurrida el día anterior, con cruce de insultos y amenazas, pero sin inciso-contusos. Los caseteros “tradicionales”, tambores y flautines rocieros en ristre, organizaron una manifestación de protesta por las calles del ferial que se detuvo ante la caseta municipal al grito de «esto es Graná, y no un lupaná» (les faltó añadir: «!mi arma!»). Querían los manifestantes que compareciera el alcalde Moratalla, pero por allí no se dejó ver ningún edil. Sólo una concejala popular oyó las reivindicaciones caseteriles: que las otras casetas, esto es las de carácter público, dedicadas al jolgorio discotequero, sin faralaes ni pinos del coto que lloren ni nada de eso, pero con música-disco estridente, fueran abolidas del Real de la Feria y permanecieran solamente las privadas, donde sí que es verdad que se cultiva aquello del Río Quema y de la Blanca Paloma, esto es, aquellas casetas cuidadosas con las “tradiciones granadinas”, decían. Servidor es totalmente neutral en estas cuestiones, aunque permítaseme decir que llevaban razón los del sombrero de ala ancha en lo insoportable del bacalao sonando a toda pastilla, pero que no se olvide que ir en el Corpus a menear el esqueleto fue, de siempre, no de un tiempo a esta parte, lo tradicional. De toda la vida en la feria se ha bailado lo mismo unas sevillanas que un charlestón, un foxtrot o un pasodoble, un rock and roll o un rigodón, el Sitio de Zaragoza o el Achilipú, según las épocas, y lo otro, lo de pretender convertir el ferial en un certamen rociero y que haya muchas casetas privadas, sólo para unos pocos, sí que suena a costumbre importada de otros lares recientemente.