Memento Mori
Pronto va a cumplir nuestro Granada 90 años, aunque en realidad -para éste que suscribe- la tarta que se haga para la ocasión, en abril, muy bien podría tener siete velas más, las que corresponderían a los siete años que existió el Recreativo Español de aquellos adolescentes primos albaicineros que se apellidaban Amigo y del cual nació en 1931 el Recreativo Granada. No equivaldría desde luego a adulterar la historia de nuestro equipo como hacen otros que, con el único objetivo de sacar pecho y agregar más páginas al libro que publicaron en su nosecúantos aniversario, se han apropiado de historiales que no les corresponden. Y es que en esto de los pedigrís históricos de los equipos de fútbol parece que se levantó la veda del falseamiento y así hay varios clubes que, sin pudor, presentan como propia la trayectoria de otros equipos con los que no tuvieron más vinculación que la de la vecindad.
Los redondos noventa años están a la vuelta de la esquina precisamente cuando está nuestro equipo en lo mejor de su historia. Quién nos lo iba a decir hace no mucho, cuando jugábamos en campos de tierra de aldeas perdidas y encima había que volver con la amargura de la derrota y soportando el cachondeo de los lugareños. En una semana le hemos ganado al seis veces campeón de la UEFA y después nos permitimos traernos los tres puntos de la casa de todo un PSV Eindhoven, para redondear venciendo en su territorio a uno de los equipos más difíciles y fieros de la liga española como es el Getafe de Bordalás. Nunca nos vimos en otra igual. Por cierto, esto de que estando el Granada como está, que se sale, tengamos los forofos que conformarnos con verlo por TV, parece sacado de un guion que no se le habría ocurrido ni al mismísimo Fonseca (el de Ladrón de Guevara).
A propósito de este Granada sobresaliente de Diego Martínez, a servidor se le ocurre que la enorme alegría del granadinismo por los magníficos resultados está muy bien, pero que sería conveniente que no se desborde excesivamente la euforia y nunca se nos olvide quiénes somos y de dónde venimos. Y para ello quiero referirme a la que a día de hoy sigue siendo la mayor derrota sufrida por nuestro club jugando en casa.
Con la actual son ya veinticinco las temporadas entre los grandes de nuestro GCF. Quiere esto decir que en otras tantas ocasiones nos han visitado los grandes de la liga española. Sin embargo, ninguno de ellos fue el que nos derrotó más ampliamente en el viejo o el nuevo Los Cármenes. Ni el Madrid ni el Barcelona, ni siquiera el At. Madrid o el Valencia. El récord de escardón sobre los rojiblancos jugando a la vera de la Alhambra está a punto de cumplir veintisiete años y lo sigue teniendo un equipo que en la actualidad milita en categoría regional, el modestísimo club de la isla de Tenerife llamado UD Realejos, del municipio del mismo nombre, un nombre con resonancias de la Granada castiza pero que nada tiene de “greñúo”. Ocurrió en la temporada 1993-94, el frío domingo 14 de noviembre de 1993. El Granada fue derrotado en el viejo Los Cármenes nada menos que por 0-5. Un palizón infringido por un equipo formado en su mayoría por jóvenes de menos de 23 años cuya ocupación principal no era el balompié. La anterior mayor paliza en casa, un 0-4, databa de diciembre de 1957, pero la gran diferencia está en que quien la endosó era el Barça de HH, con Kubala, Ramallets, Biosca, Basora o Eulogio Martínez y otros. Posteriormente, en 2013, hubo un 1-5 en el nuevo Los Cármenes frente al Betis.
No más de tres mil hinchas acudieron al viejo Los Cármenes para presenciar ese partido, de la jornada 13 de la liga 93-94 del grupo IV de 2ª B. Como se ve, era escaso el personal que iba al campo, pero no éramos tan pocos como para que el club abriera sólo la puerta principal del estadio, que es lo que ocurrió (para controlar a los porteros y que no entrara tanta gente de gañote, fue la justificación), con lo que a varios cientos les pilló haciendo cola para entrar y se perdieron el acto que tuvo lugar sobre el césped del viejo estadio en los prolegómenos: Carmen Nestares, presidenta de la asociación de vecinos del Realejo, el de aquí, el nuestro, entregó una placa al capitán del equipo forastero, digo yo que por aquello de ser tocayos. El Realejos, un debutante en la categoría, era la primera vez que aparecía por estos pagos, pero el recuerdo que se llevó para las islas fue a iniciativa de la AV, porque el club atravesaba una de sus eternas crisis monetarias y en caja no había ni para estos nimios detalles.
Cuando a las cinco de la tarde echó a rodar el balón habría unos tres mil en las gradas, pero poco más de una hora después, ya noche cerrada y arreciando el biruji, apenas quedábamos trescientos estoicos en los escalones del viejo campo, literalmente helados a pesar de las varias hogueras improvisadas con papeles de periódicos y cartones. La mayoría se había marchado después de que sobre el minuto veinte de la segunda parte los canarios hicieran el tercero de sus goles y los rojiblancos, ya de por sí muy apáticos, bajaran definitivamente los brazos y se resignaran a la derrota. A esas alturas ya no quedaban ni ganas de abroncar a los nuestros, horribles toda la tarde, con lo que los marchados se ahorraron los alfilerazos de los dos goles en contra que faltaban y que llegaron en apenas cinco minutos, el último de penalti conseguido por el mejor del partido, Oti, fichado por José Aragón a la terminación de esta temporada junto con Platero, que también jugaba de azul esa tarde-noche.
Ernesto Martínez en Ideal dijo que los señoritos: Juan Carlos, Santi, Sabin Bilbao (Roberto Valverde en la segunda mitad), José Manuel, Álvarez, José Luis, Padial, Carlos, Mel, Onofre y Ángel, pasaron ampliamente la línea del ridículo y avergonzaron a la cada vez menos abundante parroquia rojiblanca. Por su parte el míster Yosu declaró que «sin cojoncitos no se puede jugar al fútbol en 2ª B». En realidad la apabullante derrota de récord sólo tuvo el valor de una mera anécdota y una cura de humildad porque el equipo tras el varapalo ante el Realejos encadenó once jornadas seguidas sin perder y estuvo toda la temporada en los puestos de play off o cercano a ellos, aunque al final nos quedamos fuera. Era ya la décima temporada del Granada en 2ª B. Faltaban todavía doce años más de categoría de bronce (en medio, cuatro de Tercera). Los problemas económicos del Granada ya ni eran noticia. A los futbolistas se les debían importantes cantidades y al entrenador estaban a punto de desalojarlo de su habitación en el hotel Victoria porque la losa acumulada era ya considerable. Para viajar a Canarias se emprendían auténticas odiseas de quince horas y más porque, para ahorrar, primero iba el equipo por carretera hasta Madrid y desde allí se volaba a las islas, y luego el alojamiento se hacía en establecimientos de ínfima categoría que servían una bazofia que obligaba a los deportistas a mantenerse a base de bocadillos.
El contraste con lo que vivimos hoy es bestial. Afortunadamente, claro. Cuando estamos a punto de ser nonagenarios no parece que vaya a venir otro equipo canario (con nombre curioso) a mojarnos la oreja y dejarnos planchados. Pero tampoco ha pasado tanto tiempo como para que hayamos olvidado que en nuestra historia la agonía abunda mucho más que la euforia. Por eso decimos que está muy bien que el Granada sea ahora mismo un equipo puntero, y que, aunque no nos dejen paladearlo de cerca, hay que celebrarlo como se merece, cada uno desde su sofá, eso sí, pero que no nos ciegue la vanidad porque las vueltas que da la vida pueden conducir de nuevo a aquellos malos momentos si no se hacen las cosas con cabeza. Memento mori.
Comentarios
2 comentarios en “Memento Mori”
José Luis Entrala
1 de noviembre de 2020 at 13:29
Mori no jugaba aquella tarde porque no. era su Memento. Perdón por el horrible chiste que no merece el estupendo artículo Enhorabuena al autor tan acertado y ameno como siempre
José Luis
16 de noviembre de 2020 at 19:08
No "me mento" contigo por hacer chistes al contrario, gracias (con mucho retraso) por tu comentario y tu elogio. Un abrazo.