Relojes parados

1) 45-46 Z-Gr en la nieve (2)
El Granada sobre la nieve de Torrero, 22 de enero de 1946; forman: Rey, Trompi, Galvany, Zubizarreta, Sosa, Aparicio, González, Mas, Safont, Millán y Martí
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Árbitros

Y tres señores de negro,
un pito y dos banderines:
alcancías de improperios.

Rafael Fernández Shaw

Hace poco hemos asistido en un partido del Granada CF a una pifia monumental del trencilla de turno, que señaló el final del partido faltando por jugarse un minuto de los cuatro que el propio referí había añadido a los noventa reglamentarios, algo que para muchos ha resultado del todo insólito. Rápidamente, servidor se ha sumergido en su hemeroteca particular en busca de alguna situación parecida y ha encontrado dos casos en que en un partido del Granada el árbitro señaló un final anticipado para después, al darse cuenta de su error, volver a convocar a los futbolistas sobre el verde cuando algunos ya se habían metido en la ducha. Los dos casos similares ocurrieron a mediados de los cuarenta, hace casi 80 años, en tiempos anteriores a la implantación del arbitraje en diagonal.

El segundo de esos dos partidos con final antes de tiempo por metedura de pata de 'el del pito' fue atípico a más no poder, casi único en la historia del club. Lo sufrió el Granada en el campo de Torrero, donde jugaba sus partidos como local el Zaragoza por aquellos años. Tenía que haberse jugado el domingo 20 de enero de 1946, jornada 16 y tercera de la segunda vuelta de Segunda División 45-46, por entonces formada por un único grupo de 14 equipos, y debería haber sido arbitrado por el catalán Azón. Pero España entera sufría una gran ola de frío y en Torrero ese domingo a la hora del partido había casi medio metro de nieve. Los locales querían que quedara aplazado sine die, dejándolo para cuando decidiera la Federación, pero el Granada -economía manda- no estaba para los dispendios que suponía tener que volver a viajar a Aragón más adelante, por lo que se acogió a lo que disponen las normas: aplazamiento de 48 horas.

Así, la tarde del martes 22 de enero, con el rectángulo de juego cubierto de nieve helada, excepto en las áreas y las bandas, a bajo cero y soplando un cierzo que congelaba hasta el entendimiento, se disputó por fin este raro partido, aunque a punto estuvo de suspenderse definitivamente porque el árbitro designado, Azón, no aparecía a la hora de comenzar (al parecer, alguien le había dicho por teléfono que el partido había quedado suspendido por la nieve y por esa razón no viajó). De urgencia fue sustituido por un colegiado local, Trías de apellido, al que las crónicas acusan de no actuar con imparcialidad. Ganó el Zaragoza 2-1, pero los rojiblancos, con el míster Cholín al frente, esa misma noche y por teléfono contaron a Ideal que aquello fue una encerrona. El tal Trías anuló porque sí dos goles al Granada y expulsó “de oído” a González, y para más atipicidad del encuentro, señaló el final del primer tiempo cuando faltaban por jugarse ocho minutos. La mayoría de los futbolistas estaban ya en los vestuarios cuando el referí se dio cuenta de su equivocación y ordenó continuar el juego, y fue en esos minutos de reanudación cuando ocurrió lo más reseñable. El Zaragoza ya había conseguido sus dos goles, el primero con un tiro lejanísimo que por efecto del viento sorprendió a Martí, y nada más reanudarse el partido antes del descanso, marcó Galvany el único gol rojiblanco, y a continuación, en un enfrentamiento entre Rey y un zaragocista, el árbitro ¡expulsó a González!, que no había intervenido en la disputa, pero dejó en el campo al jugador local. Total, que los ocho minutos escamoteados se convirtieron en casi media hora entre unas cosas y otras. El Granada protestó ante la Federación solicitando la anulación del partido y su repetición en Zaragoza o en un campo neutral, y que se dejara sin efecto la expulsión de González. Dos meses después falló el Comité de Competición sancionando al árbitro Trías, pero dejando lo demás como estaba.

El primero de los dos casos de tempus error se dio en un partido de máxima categoría, en la temporada anterior, la 44-45 en Sabadell, jornada 6, donde nuestro equipo salió derrotado 3-2. El protagonista del despiste relojil fue en esta ocasión un árbitro muy polémico, el vizcaíno Gojenuri, equiparable a otro trencilla famoso por las mismas causas, pero treinta años después: Guruceta; ambos tienen en común que durante un tiempo y por distintas aficiones sus respectivos apellidos fueron utilizados como sinónimo de insulto.

El árbitro vizcaíno Gojenuri, de triste recuerdo para el granadinismo

Por dos veces llegaron los rojiblancos a mandar en el marcador de la Cruz Alta, pero al final acabaron perdiendo y las crónicas culpan al trencilla de la derrota: señaló un penalti (lanzado fuera) en contra del Granada muy dudoso, expulsó rigurosamente a Melito y no vio una clara agresión a Floro, y el remate a su mala actuación fue señalar el final del partido cuando faltaban ¡diez minutos!, nada más marcarse el gol de la victoria local. Costó un mundo hacerle ver que se había equivocado, pero finalmente se jugaron esos diez minutos escamoteados y en ellos llegó la expulsión del medio Melito. Este mismo Gojenuri protagonizará en Los Cármenes, tres años después, uno de los más grandes escándalos arbitrales que se recuerdan en nuestra tierra, en un partido frente al Castellón.

Los dos grandes despropósitos arbitrales que van por delante siempre gozarán del atenuante de que en aquellos tiempos sólo existían relojes a los que había que darles cuerda, de lo contrario se paraban cuando menos se pensaba. Además, en la mayoría de campos españoles no había cronómetro y estaban solos el árbitro y los dos líneas, sin intercomunicación entre ellos. Ahora en cada partido de fútbol profesional casi habría que dar una tercera alineación aparte de la de los dos equipos contendientes, porque además del trío de trencilla y liniers está el cuarto árbitro y los dos o tres que desde la distancia se encargan del VAR. Por eso mismo, más difícil de justificar es que en los tiempos actuales, en que en cada partido hay un ejército de árbitros, pasen esas cosas.

Para servidor, lo de los árbitros actuales ya es de traca. Muchas veces parece que ninguno de los del pito, a pesar de desempeñar un rol muy principal en el balompié patrio, le haya dado nunca una patada a un balón ni siquiera en su placeta o en el recreo cuando era niño. Así vemos que pitan determinadas faltas o algunas manos y penaltis y hasta expulsiones que hace apenas unos años nunca se hubieran señalado. Parece haberse olvidado aquel criterio que decía que si era el balón el que iba a la mano, no se consideraba falta, y viceversa, sólo era mano voluntaria cuando era el brazo el que daba al balón. Al mismo tiempo, en la defensa de balones colgados, ojo con desplegar siquiera un poco los brazos al saltar porque el referí puede convertir en penal un simple choque en la disputa de un balón aéreo dividido. Da la impresión de que quieran implantar un fútbol sólo para mancos. A este paso, van a tener que salir los futbolistas al campo con las manos amarradas a la espalda.

El trencilla De Burgos Bengoetxea no quiere darse cuenta de su error en el Sevilla-Granada

El VAR nada ha solucionado ni ha hecho que baje el número de decisiones polémicas, al contrario. Y es que, está claro, por muchos artefactos que se inventen y por muchos avances de la técnica que se introduzcan, mientras las interpretaciones de las jugadas sigan en manos de humanos, seguirán existiendo las polémicas arbitrales, aunque yo iría más lejos y diría que mientras el fútbol siga levantando pasiones, mientras siga siendo un juego apasionante, las discusiones y las polémicas no se acabarán nunca, ni aun en el caso, me atrevería a decir, de que en un futuro más o menos cercano los árbitros sean sustituidos por robots.