9-0 y Candi de portero
Con la presente, son ya 26 las temporadas que el Granada CF ha militado en máxima categoría, o sea, que al menos otras tantas veces se ha enfrentado a ida y vuelta a los grandes clubes de España, a los que sólo en unas pocas ocasiones pudo vencer, siendo el resultado que más veces se repitió el de la derrota, lógicamente. Sin embargo, los dos mayores escardones (en granaíno castizo) recibidos por los rojiblancos, en casa y a domicilio, no ocurrieron frente a ninguno de esos grandes equipos.
Las derrotas de los tuyos, sobre todo las de palizón, duelen al hincha, pero como también forman parte de la historia, nos parece oportuno hablar de ellas.
La mayor paliza casera se la endosó al Granada un modesto entre los modestos, la UD Realejos, equipo tinerfeño que en la actualidad milita en la primera regional de la isla, pero que a mediados de los noventa vivió su mejor época al competir dos o tres temporadas en 2ª B. En una fría tarde de mediados de noviembre de 1993 este Relajos, que nada tiene de “greñúo”, dejó helado al granadinismo venciendo por 0-5 de forma incontestable en el viejo Los Cármenes. De esta cuestión ya nos ocupamos en otro de estos escritos hace algún tiempo, así que nos centraremos a en la otra derrota de récord.
La tunda más grande de la historia recibida por nuestro equipo a domicilio no ocurrió demasiado lejos. Fue en Jaén, de donde unos pocos cientos de granadinos desplazados se volvieron planchados y rumiando sus cuitas el domingo 28 de septiembre de 1952 después de ver perder a su equipo nada menos que por 9-0 en la tercera jornada de la 52-53, Segunda División, grupo II. Nunca antes se habían visto las caras los dos clubes vecinos en partido oficial, pero en la 52-53 se dieron tres dobles enfrentamientos entre ambos: en liga, Copa del Generalísimo y Copa Federación. Precisamente el primero de los seis partidos acabó con esa abrumadora derrota rojiblanca, récord negativo absoluto que casi setenta años después sigue vigente. Y que así permanezca por muchos más, cabe decir.
El Jaén, hoy en graves problemas y perdido en ínfima categoría (3ª RFEF, el quinto nivel), estaba por entonces en lo mejor de su historia. Debutaba en la categoría, pero era un equipazo que el año de su debut en segunda lo redondeó con un nuevo ascenso, ahora a Primera, conseguido varias jornadas antes de terminar la liga 52-53 como campeón del grupo Sur. Era el Real Jaén de Adolfo Bracero y de Arregui, a quien los jiennenses han dedicado una céntrica calle.
El Granada era, en realidad, un equipo sin ensamblar y hecho para jugar en tercera, categoría a la que había oficialmente descendido la 51-52, una temporada en la que estaba prevista una reestructuración de segunda, que de dos grupos pasaría para la 52-53 a estar integrada por uno solo, por lo que más de la mitad de los clubes descendieron, entre ellos el nuestro. Menos mal que en el verano de 1952 la Federación se volvió atrás de su decisión y dejó la categoría de plata formada por dos grupos unos cuantos años más, así se pudo evitar un descenso consumado.
Inmerso en una de sus cíclicas crisis, el Granada acababa de renovar por completo su directiva, que ahora presidía Juan Ossorio Morales, a la vez alcalde de Granada en sustitución de Gallego Burín, aunque esa presidencia era más bien honoraria y quien gobernaba el club era el vice José María Dávila Valverde. A mediados de la temporada anterior, la directiva, con su presidente Joaquín Serrano, había dimitido y el club había quedado en manos de una comisión gestora que mal que bien pudo concluir el ejercicio a base de prorratear de las cada vez más escuálidas taquillas de los partidos en Los Cármenes un 25% para entregárselo a los jugadores, situación que lastrará la marcha del club toda la temporada recién estrenada.
El borrón y cuenta nueva necesario alcanzó también a la plantilla, y así para la 52-53 apenas quedaron dos o tres futbolistas de la temporada anterior y se recurrió principalmente a jugadores de la casa, ya fogueados en tercera en el filial Recreativo, también salvado del descenso por la no reestructuración. A ellos se unieron tres hijos pródigos que volvían a la que siempre fue su casa: la mítica pareja Millán-González, ya muy veteranos pero que darán un magnífico rendimiento varias temporadas más, quienes firmaron en blanco y para aquí se volvieron muy contentos; más el portero Candi, presto a casarse con una granadina y a echar raíces definitivamente en esta tierra. Completaban el plantel unos pocos refuerzos más, ninguno de relumbrón, todos obreros del fútbol, varios de ellos incorporados con la temporada ya avanzada. Los comienzos fueron más bien malos, pero este equipo muy joven y de tanta 'granadinidad' completó una aceptable temporada en la que acabó en mitad de la tabla, sin positivos ni negativos.
En Jaén, con brazaletes de luto por la muerte la víspera en accidente de aviación del vicetesorero del club, Pedro Luque de Pablos, jugaron: Candi; Vicente, Millán, González; Sueza, Mompeán; Pintos, Cuerva, Rafa, Cea y Padilla; un once en el que seis eran granadinos y canteranos, y tres de ellos acababan de estrenarse como futbolistas de segunda, más Candi y González. Seudónimo, en Hoja del Lunes, dice que el Granada, sin juego ni eficacia en sus líneas, sucumbió en Jaén, y José de Vicente en Ideal, escribe que el Granada hizo el ridículo con un “cerrojo enmohecido”. Los dos plumillas coinciden en que el equipo entero, sin que se salve ninguno, estuvo pésimamente mal, pero como principal responsable del varapalo ambos señalan al guardameta Candi, quien, según Seudónimo, tuvo una tarde catastrófica y encajó ¡seis! goles parables. De Vicente, por su parte, va más lejos y escribe en titulares: «Una experiencia que no debe repetirse más: la alineación de Candi en la portería», y ya en la crónica dice que Candi fue una figura algo grotesca e inspiradora de pena bajo los palos, aunque añade que en muchas ocasiones estuvo completamente desamparado por sus compañeros de cobertura.
Antes del cuarto de hora ya ganaban los locales 3-0, dos de los goles por fallos clamorosos del portero rojiblanco -el primero de la tarde… ¡mientras se ataba una bota!-, lo que desmoralizó por completo al equipo, escriben. Con 4-0 se llegó al descanso y en la segunda siguieron cayendo monótonamente los goles en las redes de Candi, quien se mostró en todo momento, siempre según las crónicas, nervioso y muy inseguro, de modo que casi la mitad de los goles llegaron en balones fáciles que no sujetó. Millán, que en la primera parte actuó en la posición de líbero, toda una novedad por entonces, jugó la segunda mitad como delantero centro, pero nada pudo conseguir porque, sencillamente, no le llegó ni un balón.
Se habían jugado previamente dos jornadas. En la primera también había sido apalizado nuestro equipo, 5-0 en el Metropolitano, donde actuaba de local el Plus Ultra, filial del Real Madrid, y ya las crónicas culparon a Candi de la goleada y hasta el míster, Manolo Ibáñez, con su título de entrenador nacional recién estrenado, dijo que parecía sufrir amnesia, algo así como lo de Uría, y que el cambio de portería antes de empezar pilló a Candi a mitad de camino, sin situarse todavía bajo palos, lo que obligó a González a correr para echar fuera un balón que ya entraba. En la segunda jornada la paliza cayó del lado rojiblanco, 5-0 al Baleares (con Piris), pero Candi vio el partido desde el banquillo. Así que la goleada de Jaén hizo que el guardameta quedara muy señalado y llegó a publicarse en la prensa local a los pocos días que el contrato de Candi, por tres temporadas, iba a ser rescindido. Varios porteros estuvieron a prueba, entre ellos un argentino que decía haber sido internacional y que respondía al nombre de Biglieri.
No hubo rescisión y así, en la segunda visita a Jaén de esta 52-53, a primeros de abril y para disputar la ida de XVI de Copa del Generalísimo, recuperada la titularidad, tuvo una buena actuación y ayudó mucho a que el Granada se trajera de La Victoria una ídem por 1-3, lo que significaba que el Jaén, con un pie ya en primera, perdía una imbatibilidad en su campo que duraba ya más de dos años. Un 4-2 en Los Cármenes en la vuelta supuso el pase a VIII, donde cayó el Granada eliminado por el primera Santander. En esta segunda visita al Santo Reino Candi volvió a ser protagonista, pero por motivos extradeportivos ya que tuvo un enfrentamiento con el presidente del club blanco, Antonio Calvo Perea -que estuvo todo el partido detrás de la portería de Candi y algo se dirían-, quien denunció al portero por haberle propinado una patada cuando se dirigía a los vestuarios al finalizar el choque. Por esa razón Candi quedó detenido en comisaría y no pudo volver a Granada hasta altas horas de la noche.
A modo de epílogo, hubo una tercera visita del Granada a Jaén, ya a primeros de junio de 1953, último partido de la temporada para los nuestros, Correspondía a la devolución de visita en la primera ronda de Copa Federación (3-0 en Los Cármenes). Fue un desquite para los locales, ya ascendidos, que volvieron a ganar de escardón: 6-0, aunque a Candi sólo le hicieron cuatro al lesionarse y ser sustituido por Oreja; el sexto gol llegó cuando el Granada actuaba en inferioridad por lesión de Millán. El Jaén había ganado la anterior edición, 1952, de esta intermitente competición.
No se marchó Candi en septiembre de 1952, como anunciaba la prensa local, pero su destino después del 9-0 fue ver los partidos desde el banquillo como suplente de Oreja hasta que la lesión de éste mediada la liga devolvió al gallego a las alineaciones. A partir de ese momento, volvió a ser el Candi seguro y sobrio que los granadinistas apreciaban y hasta finalizar liga, copa y copa Federación será ya siempre titular sin levantar más comentarios negativos. Y así hasta su retirada en 1961 (con un año intermedio en el Levante), después de actuar en 207 partidos. Sólo Piris, que llegará a la siguiente temporada, le discutirá la titularidad de la portería rojiblanca. Pero, sin duda, don Cándido debe llevar clavada en la memoria aquella aciaga tarde de finales de septiembre de 1952. Varios años después, siendo ya presidente del club, cada vez que el Granada actuaba en La Victoria y ocupaba el palco del vetusto estadio jienense, nunca faltaba alguna voz salida de la masa forofa que a gritos le recordara aquel fatídico 9-0.