Trofeíllo
Recientemente, unos pocos granadinistas afortunados han podido asistir en el Nuevo Los Cármenes al partido de presentación para la 21-22 del Granada de Robert Moreno. Tras 18 meses de ley seca, desde el 5 de marzo de 2020, por fin ha podido la torcida rojiblanca -una exigua representación de ella, para ser más exactos- pisar los escalones del coliseo del Zaidín y ha asistido a un triunfo claro sobre un equipo que jugó bajo el nombre de Málaga CF pero que era más bien su filial, el Malagueño, como dejaban claro los abundantes treintas y cuarentas de los dorsales que exhibían los blanquiazules.
Se supone que el partido era una nueva edición del torneo veraniego que en 1973 instituyó don Cándido Gómez con el nombre de Trofeo Granada, concretamente la XXXVIII, tal como reflejaba el logo publicitario del evento, en esta ocasión bajo el título de Trofeo Ciudad de Granada, que fue otra de las denominaciones con que se conoció algunos años el festival futbolero agosteño penibético.
Pero uno, en su condición de “enteraíllo” de todo lo que atañe a la historia del club de nuestros amores, se siente obligado a hacer alguna puntualización al respecto.
Para servidor y para empezar, es incorrecto llamar al amistoso que pudo verse el otro día en el Nuevo Los Cármenes “Trofeo Ciudad de Granada”. El certamen futbolero veraniego de presentación del equipo ante su afición se ha disputado en los casi cincuenta años transcurridos desde 1973 bajo distintas denominaciones: Trofeo Ciudad de la Alhambra, Trofeo Ciudad de Granada, Trofeo Granada Alhambra, y modernamente alguna otra más, como Trofeo Los Cármenes y Trofeo Diputación; pero el nombre que le puso su creador, Candi, fue el de “Trofeo Granada”, y ésa ha sido la denominación que más veces se ha usado.
Por otra parte, 48 son los años transcurridos desde que echó a andar el trofeo veraniego granadino, pero teniendo en cuenta que en seis años intermedios no llegó a celebrarse -2000, 2001, 2004, 2008, 2011, 2020-, puesto que se supone que estamos ante el mismo festival futbolero que se creó en 1973, ésta debería haber sido la 43 edición, y no la 38.
Pero, en realidad, y siempre a juicio del que suscribe, no estamos ni ante la 38 ni ante la 43 porque hay que considerar que el Trofeo Granada pasó a mejor vida hace ya muchos años. Concretamente en 1989 o, si me apuran en 1992, las dos últimas ocasiones en que fue efectivamente un trofeo veraniego, o sea, lo que se siempre se entendió por tal, una mini competición en la que intervienen más de dos conjuntos en disputa de una copa y que tiene una duración de más de una jornada. En alguna otra fecha posterior, como en 1994, hubo tres participantes, pero se dilucidó por el sistema del llamado tres en uno, o sea, un partido de 135 minutos, con tres tiempos de 45 en el que se enfrentan todos contra todos.
Como digo, en puridad y siempre para este aprendiz de escribidor, sólo estamos ante un trofeo que merezca tal denominación cuando se dan esas premisas de más de dos participantes. En los años treinta y cuarenta ya existió en Granada un precedente de trofeo veraniego -o más bien primaveral- que se llamó “Copa Granada” y patrocinaba el Ayuntamiento durante las fiestas del Corpus, en el que casi siempre intervenían al menos dos equipos forasteros además del local, y duraba varios días.
Lo otro, la fórmula de un único partido de presentación, ya existía antes de que don Cándido inventara el Trofeo Granada; todos los veranos -con alguno en medio en que no hubo-, normalmente el primer domingo de septiembre, entre 1958 y 1973 ese partido de presentación del Granada ante su afición lo patrocinaba la Asociación de la Prensa y, en ocasiones, hubo una copa para el ganador donada por alguna casa comercial granadina. Precisamente la instauración del trofeo en 1973 acabó con esta práctica, aunque aquel año se dieron ambas cosas, partido de la prensa y trofeo. Unos años más tarde, en 1977, se celebró el último partido de pretemporada patrocinado por la Asociación de la Prensa, algunos días después de haberse disputado la V edición del festival futbolero agosteño, que de Granada a secas pasó a llamarse por primera vez “Trofeo Ciudad de la Alhambra”.
En cuanto a la cosa en sí, o sea, el trofeo que se llevó el vencedor, ya sí que es verdad que nos surgen objeciones por cualquier punto de vista que lo consideremos. La gordísima e irrepetible copa de la primera edición, 1973, que voló a Yugoslavia, 70 kilos de peso, 1,12 de diámetro y 1,20 de altura, valorada en 400.000 y pico rubias pesetas -un capital para la época-, así como la que la sustituyó a partir de la segunda edición, también de considerables dimensiones y coste, aunque bastante más delgada, en nada se parecen a la copilla que le fue entregada sobre el césped del nuevo Los Cármenes al capitán rojiblanco Víctor Díaz. Bueno, la copa o lo que fuera, que más bien era una escultura abstracta -yo diría que se parecía bastante a una galleta a medio comer- hecha en metacrilato que servidor, en su desconocimiento supino de los parámetros de lo que se entiende por arte actual, no sabría calificar ni verle mérito alguno, aunque seguro que lo tiene. De una cosa sí que no cabe duda: no ha desequilibrado el presupuesto del club.
Y no sólo se nos ocurren objeciones atendiendo exclusivamente al coste de la cosa. Desde luego, no cabe equiparación posible de este trofeíllo impersonal de 100 euros ganado por el Granada a los jovenzuelos boquerones con aquellos de sus buenos años, que eran auténticas joyas. Pero es que tampoco vemos que esa birria simbolice de algún modo a Granada. Porque si la presea lleva el nombre de nuestra tierra, debe llevar también, -vamos, digo yo- algún símbolo que represente a la universal Granada; no sé, una fuente de los Leones, una granada abierta con sus granos en rojo… Un Albaicín en silueta, un pico del Veleta… O ya puestos, un sismógrafo, un pionono…, qué sé yo, una milno…, o, ¡acabáramos!: un fonsecámetro.
Para servidor no cabe duda. El Trofeo Granada dejó de ser tal desde el momento en que de un festival futbolero con un menú compuesto de varias opciones se convirtió en una oferta de plato único. En ese momento, volvimos a lo que ya existía antes de que a Candi se le ocurriera echarlo a andar, o sea un único partido de presentación en el que se pone en juego una copa, así que no cabe hablar de no sé cuántas ediciones, aunque, claro está, el club es muy libre de denominarlo y numerarlo como le dé la real gana.
Evidentemente, los tiempos actuales, y más desde que sufrimos la maldita pandemia, no pueden compararse a los años de auge de los trofeos veraniegos, que son los setenta y ochenta. Se avecinan tiempos austeros para la entidad, dicen cada vez que tienen ocasión los nuevos dirigentes del club, y a servidor le parece estupendo que se quiera economizar, no obstante, creo yo que se podrían haber estirado hasta al menos los 200 euros en la compra del premio al ganador.