Esa sonrisa

Complejo deportivo Cerrillo de Maracena
Complejo deportivo Cerrillo de Maracena | Foto: Ayuntamiento de Granada
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Puedo contar con los dedos de las manos las veces que he visto al Granada golear de la forma que lo hizo esta jornada. Sin embargo, los cuatro goles del Granada del viernes no fueron los que más celebré esta semana. Ni siquiera el golazo messidiano de Bryan. No fueron esos, pero no os equivoquéis, que, por muchas ganas que tuviera de que arrancara la cita mundialística (tantas como para chuparme un Qatar – Ecuador en plena tarde de un domingo), tampoco fueron los de Enner Valencia para abrir el Mundial de Qatar. Y eso que fueron frente a la anfitriona, el equipo enemigo de moda.

Dos días antes del partido del Granada y cuatro antes del inicio del Campeonato del Mundo, se jugaba otro partido. Un partido muy alejado del foco mediático de la Segunda División, a años luz del glamour del Mundial de Qatar. En el Polideportivo Municipal del Cerrillo de Maracena, el equipo infantil del Internacional de Granada, reforzado por tres prebenjamines, perdía por dos goles a tres en la última jugada del partido. Fue justo ahí, en ese preciso momento, en el último suspiro del encuentro, cuando apareció su botita roja para patear a la red el balón. Fue gol. Un gol apenas jaleado por 20 ó 30 personas. Un gol que no salió en la tele. No era ni de Callejón, ni de Bryan ni de Enner Valencia; solo era de ella, de una niña de siete años.

El partido finalizó en ese instante con empate a tres. Y Paula rozó con sus manos el cielo del Cerrillo de Maracena, físicamente al ser aupada por sus compañeras y entrenadoras, pero, sobre todo, psicológicamente.

Nada me podrá hacer olvidar esa reluciente sonrisa alumbrada por los fríos focos del Polideportivo, no lo podrán hacer ni los más sufridos goles del Granada, ni tampoco los goles más bellos que se anoten en el Mundial.