Una de sueños

Los Cármenes
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Aunque últimamente el Granada parece empeñado en hacernos vivir nuestros sueños, la verdad es que la vida no está cargada precisamente de gente que logra alcanzar los suyos. El jueves noche, después del partido frente al Nápoles y mientras me frotaba los ojos, me vino a la cabeza mi amigo Paco. El que antes materializó sus anhelos de todos mis amigos de juventud.

No sabría muy bien cómo definir a Paco, más allá de que era un tipo singular. Seguramente no era su mayor virtud, pero en mi cabeza siempre quedará haciendo “el radio-taxi” sirviéndose de la ayuda de un vaso de tubo de plástico, en cualquier botellón de medio pelo. Y lo cierto es que no lo hacía nada bien, pero servía para sacarnos unas cuantas risas antes de desfilar hacia cualquier pub de Calle Elvira o Plaza de Toros, a presumir de zapatos y lucir la única camisa que colgaba de nuestro armario.

Aparte de gracioso, Paco era alguien en quien podías confiar plenamente. Sabía que pasara lo que pasara cualquier noche de marcha, él estaría ahí, a mi lado. Para defenderme o cargarme a casa, pues era un tipo fuerte y no rehuía cualquier enfrentamiento con tal de salvar el pellejo a cualquier colega. Pero para los futboleros era mucho más que todo eso. Y es que Paco era portero. Una palabra que valía su peso en oro en aquella época en la que los fines de semana transcurrían entre fiestas y pachangas de fútbol.

Contar con Paco significaba que te librarías de hacer el ridículo y de llevarte unos cuantos balonazos por todo el cuerpo.

Paco encontró trabajo bastante pronto. Y no era un trabajo cualquiera. Lo contrataron como guarda del vergonzante parking en el que se había convertido el estadio Los Cármenes.

Siempre recordaré, casi tan nítido como el sonido del radio-taxi, como me relató que derribaron el arco –ese por el que ahora tanta gente saca pecho- porque no cabía un autobús de guiris que quería aparcar dentro del estadio. “A machotazos y sin que nadie se echara las manos a la cabeza”. Y allí quedaron los escombros... No habrá día en el que no lamente el no haberme echado alguno de ellos al bolsillo. Y, aunque no es criticable que por aquel entonces fantaseara con la portería del Camp Nou o la del Bernabéu, Paco se convirtió en el portero de Los Cármenes durante años, cumpliendo así su sueño (o casi) mucho antes que el resto.