Una mala tarde
Nada más empezar el partido en Vallecas un ex perforó su red y el Granada CF empezó a sudar
Todos hemos tenido una mala tarde. Una de esas tardes que comienzas viéndote bien en el espejo. De las que te ves hasta guapete con esa camiseta que sueles esquivar a diario. Te miras frente a frente y sientes que te sienta realmente bien. Ya con tus vaqueros preferidos te sabes hasta irresistible. Sin embargo, sin comerlo ni beberlo, en cuanto sales a la calle la cosa empieza a torcerse: pisas un charco nada más salir por el portal, pierdes el bus y acabas llegando tarde a la cita y encima sudado. Y ya entonces no pareces tú. Ese del pantalón manchado y la camiseta humedecida tiene muy poco que ver con la imagen rompedora del espejo empañado por el vaho de la reciente ducha de casa. Entonces pierdes la confianza al mismo ritmo que la lustrosidad y no vuelves a dar pie con bola en toda la noche.
Algo así le debió pasar a Robert Moreno ayer. El Granada estrenaba una preciosa equipación verdi-roja –discutida hasta decir basta hace solo un par de días o tres-, un escudo brillante en el pecho y un halo de equipo grande. Llegaba a Vallecas en un bus modernizado a por la primera victoria del campeonato y dejar de forma firme atrás el recuerdo de Diego Martínez. Sin embargo, nada más empezar el partido un ex perforó su red y el Granada empezó a sudar. Este equipo que debería luchar por la parte noble de la tabla parecía irreconocible y la preciosa equipación perdió lustro con unas manchas de sudor más propias de un equipo de pretemporada. Parecían lejos las indicaciones de un entrenador que se hundía en el banquillo y esos grandes jugadores parecían no ser los mismos. Los goles fueron cayendo al mismo ritmo que jugaba el Rayo, que hacía gala a su nombre, mientras los nuestros, con su preciosa equipación municipal, parecían no encontrarse en el espejo.
Sí. Todos tuvimos una mala tarde. Esperemos que lo del Granada ayer también fuera solo eso.