Se me va la “olla”, el “ollo” y el “olle”
Buenos días a todos y todas estimados y estimadas señores y señoras. Bienvenidos y bienvenidas un día más a esta su sección. Después de algunos artículos ya los y las puedo considerar, además de lectores y lectoras, casi amigos y amigas.
Me dirijo a ustedes para trasladarles hoy un tema muy en candelero… ¿o era “en candelabro”?, y a la vez muy en boga.
Quién no se ha visto alguna vez, ya sea en el trabajo o a nivel particular, en ese momento fatídico y crítico de ponerse a escribir un correo electrónico, carta o escrito dirigido a compañeros y compañeras o amigos y amigas sin que se le haya pasado por la cabeza, y en un instante, el pensamiento de……”a ver cómo lo redacto para no herir sensibilidades de género”. A mí, tengo que reconocerlo, me ha pasado, y muchas veces.
Aunque es un tema complejo y sobre el cual es raro el día que no leamos u oigamos en algún medio de comunicación opiniones y contra opiniones de ilustres escritores, periodistas, filósofos, etc., no es mi intención aburrirles con disertaciones, escritos y reflexiones a favor o en contra.
Yo, que soy de la vieja escuela o si lo prefieren Vds. del Bachillerato antiguo, tiendo siempre a escribir con una máxima que en su día me inculcaron aquellos extraordinarios profesores de lengua y literatura que tuve la gran suerte de disfrutar.
Además, en aquella época (les hablo de hace más de cuarenta años atrás), esa máxima era la única que existía pues no había ese desdoblamiento de género en las palabras con el que quieren algunos y algunas, a toda costa, que comulguemos hoy en día. Como les decía, esa regla o norma era la de la “Economía Lingüística”. Hay incontables escritos y publicaciones al respecto pues también existen muchos y muy respetables estudiosos sobre la materia.
Este principio de la “Economía Lingüística” abarcaba, y sigue haciéndolo, muchos ámbitos de la comunicación y no solo la escrita. Sin embargo, hoy me voy a centrar exclusivamente en la esfera de la comunicación escrita resumiendo el principal argumento de esa norma.
Si hablamos en nombre de la economía lingüística, podemos concluir que el desdoblamiento de género, pongamos como ejemplo el que hago al inicio de este artículo “estimados y estimadas señores y señoras”, es innecesario, pues va contra la norma de minimizar el esfuerzo y de decir más con menos palabras. Además de eso, estamos provocando una redundancia de términos.
Al margen de estos estudios, incluso la propia RAE (Real Academia Española de la Lengua) nos dice que: “Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico…… la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y
complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos”.
Esta economía lingüística ya la reflejó Baltasar Gracián en ese aforismo suyo tan conocido y publicado, entre otros, en su incomparable obra “Oráculo manual y arte de prudencia”, publicada en 1647 y de la que les recomiendo su lectura, que reza así: “lo breve, si bueno, dos veces bueno. Y, si malo, menos malo”.
Por otro lado, basta con leer o escuchar un texto en lenguaje inclusivo para darse cuenta de que el uso sistemático del mismo no ayuda y además dificulta o hace imposible la comunicación. ¿Para qué gastar energía y tiempo, si se pueden conseguir los objetivos con menos recursos? Finalmente, el lenguaje inclusivo pone en peligro la corrección lingüística en lo relativo a la concordancia gramatical.
En fin, queridos lectores y queridas lectoras, como pueden ver no es un tema baladí pues ahí entran en juego incluso razonamientos de tipo ideológico que, a mi juicio, no deberían participar en tan delicada cuestión.
Es, cuanto menos curioso, cómo se percibe por parte de determinada gente que el hecho de no desdoblar palabras a la hora de escribir, de no gastar más fuerzas que las necesarias y de no derrochar imaginación para escribir con diez palabras lo que podría uno escribir con cuatro o cinco, pudiera ser síntoma de machismo encubierto.
Asusta un poco todo esto, la verdad.
Yo, por mi parte, hace tiempo que decidí seguir las maneras y normas que me enseñaron para escribir y con el principio de la economía lingüística por bandera. Les prometo que no hay nada por mi parte de machismo, en absoluto, detrás de eso.
Tan solo, y por intentar dejar contento a cierto sector de destinatarios o destinatarias de mis correos, cuando escribo alguno, suelo empezar el saludo con un “Hola a todos/as” para a continuación redactar como lo he hecho toda mi vida y como además, personalmente creo, es la manera más correcta de hacerlo, es decir, sin duplicar términos por cuestión de género o “lenguaje inclusivo”.
No me cabe duda de que muchos de ustedes no estarán de acuerdo con algunas opiniones de las que aquí he reflejado. Sí les puedo decir que todas en este tema, e incluso las mías, son muy respetables. Circula por ahí un video de un conocidísimo humorista español que, parodiando en un discurso a un ex político, y a colación de esto que estamos hablando, decía algo
así como:
“… lo importante o importanta es que dejemos constancia y constancio ante todos y todas, que los valores y las valoras que habría que defender son los de los pueblos y los de las pueblas. Los problemas y problemos tienen soluciones y solucionas para todos y para todas, para los obreros y para las obreras, para los profesionales y las profesionalas, para los actores y las actrices, directores y directrices, codornos y codornices. Os deseo suerte y al toro….o a la vaca.”
Esto ya es rozando la mofa, la exageración y la broma. Pero no andamos muy lejos de ello cuando, de pronto y sin anestesia previa, nos encontramos por televisión a una ministra diciendo, sin ruborizarse y con la naturalidad del que se está comiendo un suizo en Puerta Real, eso de “todos, todas y todes”.
A mí, como esto siga así, va a terminar yéndoseme la olla, el “ollo” y el “olle”.
¡He dicho!
Comentarios
Un comentario en “Se me va la “olla”, el “ollo” y el “olle””
Rosa
30 de diciembre de 2022 at 15:35
¡Fabuloso, como siempre, Juan Carlos! con artículos interesantes, curiosos o de plena actualidad como éste, y... ¡no puedo estar más de acuerdo! Existe el género neutro, que incluye a todos, todas y todes, y la verdad es un aburrimiento este lenguaje inclusivo que han inventado, y lo que se consigue es apagar el interés por leer esos artículos o desinterés en oírlos