Una pena de vecina
Tengo una vecina un tanto peculiar y que me proporciona muy buenos ratos de vez en cuando. No piensen mal ni me malinterpreten con esta afirmación. Esos buenos ratos no tienen nada que ver con lo que algunas mentes, llamémoslas “calenturientas” en tono jocoso y sin ánimo de molestar, pudieran estar pensando. Ni siquiera esa vecina es lo que ustedes quizás estén imaginando.
También, y por otra parte, hoy les vengo a traer una de esas historias que posiblemente hayan leído o escuchado en alguna ocasión en determinados medios de comunicación o de boca de alguien cercano pero que, no por ello, nos dejan de sorprender cada vez que conocemos alguna nueva.
La vecina de que les hablo no es otra que una Bodeguera Andaluza de 4 patas. Sí, una perrita que ronda los 8 años y que se llama “Pena”. No me pregunten el porqué de ese nombre porque ni yo mismo lo sé, ni he querido preguntar. Nombre, por otra parte, que no le hace en absoluto justicia ni la define pues es justamente todo lo contrario. Una perrita jovial y alegre que se deshace en saltos y alborotos cada vez que decidimos sacarla a pasear.
Les confieso que me encantan los perros desde niño. Son una de mis debilidades. Siempre he pensado, y en muchas ocasiones lo he podido comprobar personalmente, que dependiendo del comportamiento que una determinada persona tenga con ellos se puede adivinar con cierta precisión qué tipo de sentimientos y valores guarda esa persona.
El caso es que mi “vecina” lleva desde pequeña viviendo en la casa de enfrente. Suele dormir y pasar las horas del día fuera de la casa en una caseta que tiene acomodada para su uso y disfrute. Lo cierto es que sale poco de ese espacio y, como raza inquieta que es, cada vez que atisba la posibilidad de paseo y movimiento entra en una especie de locura y ansiedad incorregibles.
De vez en cuando le acerco también, a través de la cancela, unos trocitos de salchicha, a modo de aperitivo para su disfrute, que me agradece de manera infinita.
En cierta ocasión le pregunté a mi vecino si le importaría que la sacase de vez en cuando a pasear: “como si fuera tuya, —me contestó”. Y desde entonces nos acompaña muchos días a caminatas de hasta 12 o 15 kilómetros por el campo o a pasear por ciudad de vez en cuando. Incluso me la traigo a casa para que nos haga compañía durante algunos ratos. Ella lo agradece infinitamente con cariño a raudales.
Hace ya unos años, y aquí viene la historia que les comentaba al principio de este escrito, un puente de la Constitución, sus propietarios la regalaron, los motivos no vienen al caso. Me dijo su dueño que se la habían regalado a un amigo que tenía una parcela en plena vega de Granada, a mucha distancia de su hogar inicial. Un sentimiento de tristeza, debo de reconocerlo, y a la vez de resignación me invadió.
Cuando ya había perdido toda esperanza de volver a ver a la perrita, justo al año y en otro puente de la Constitución, un día que volvía de dar una vuelta en bici, casi de repente y sin esperármelo, apareció tras una esquina moviendo el rabo y viniendo hacia a mí como si hubiesen pasado 2 horas desde que nos vimos por última vez. Sucia, como de haber estado deambulando durante días perdida.
Posteriormente me enteré, por su propio dueño, de que se había escapado del lugar donde había pasado el último año para volver a su hogar inicial. ¡Había encontrado el camino de vuelta ella solita! ¿No es eso algo que genera incredulidad y a la vez sugiere grandeza?
Es una de esas historias que uno escucha por televisión o lee en cualquier esquina de un diario o periódico y que resultan curiosas e incluso a veces difíciles de creer. Pero yo tengo la prueba evidente de que existen.
- Si tenéis pensado volverla a regalar, no se la deis a nadie, yo me la quedaré –le dije a mi vecino-, lo que ha hecho esta perra no es algo común. Una muestra de amor y devoción como esta no se da todos los días.
- No, -respondió él-, no la vamos a dar, la perra ya se quedará aquí con nosotros.
Eso, debo de reconocerlo, fue una gran alegría para mí. Errar es de humanos, perdonar es de perros.
“Pena” ha pasado a ser, dentro de unos límites que tanto ella como sus dueños y nosotros tenemos presentes, algo un poco nuestro.
Su docilidad para con los humanos, su sumisión, su obediencia, su inteligencia innata y su cariño hacen de ella un ser hecho para el disfrute.
Me viene a la memoria una de esas frases hechas para reflexionar sobre esa relación que nos une con nuestro perro: “Los humanos deberíamos tener como meta ser tan maravillosos como nuestro perro cree que somos”.
Y es cierto, amor incondicional y sin límites además de fidelidad es lo que nos entregan y siempre a cambio de nada o muy poco. Eso, en el ser humano, es improbable de encontrar.
Alguien me dijo una vez que no hay mejor psiquiatra en la tierra que un cachorro lamiéndote la cara. “Pena” ni es un cachorro, tiene ya 8 años, ni es muy dada a lametones pero solo con la mirada hace olvidarte de muchos problemas.
No me llaméis perro…..no merezco tan alto calificativo……no soy tan fiel, ni tan leal….solo soy un ser humano.
Que nos dures mucho “Pena”, mi vecina del alma.
Comentarios
2 comentarios en “Una pena de vecina”
Camila
16 de febrero de 2023 at 12:58
Precioso y tierno relato sobre la perrita Pena. He disfrutado mucho leyéndolo, me ha emocionado. A esa perrita yo también me la llevaría para casa. Gracias Juan Carlos por estos bonitos momentos vividos mientras leo tus artículos. Deseando el próximo.
Alvaro Sanchez
24 de febrero de 2023 at 11:32
Hola Juan Carlos, bonito artículo.
Conozco bastante bien la historia que cuentas, asique me gustaría aclarte un par de puntos, el nombre "Pena" proviene de un neologismo de la palabra "Pequeña" por se la pequeña de 8, no por el significado de la palabra pena.
Los dueños cambiaron el hogar de la perra para que estubiese en un cortijo, amplio, en la naturaleza, gozando y correteando a sus anchas, pero a esta perra le gusta la compañía humana y decidió escaparse y volver, al que ella considera su hogar.
En el camino pasó hambre y no estubo aseada, como cualquier animal que se encuentra en la calle o en el campo.
Si me permites un consejo, para cuando escribas algo que puedan leer muchas personas, es que tengas mucha información sobre lo que relatas, un saludo.