Cuando los políticos son el problema
Lo que está ocurriendo en el Ayuntamiento de Granada nos llena de estupor, dos días que somos noticias en todos los informativos nacionales por mor de que el gobierno de la ciudad que desde hace dos años ha sido el resultado de un mercadeo de intereses partidistas más basado en las aspiraciones personales y en la satisfacción de los egos de unos y de otros que de servir a la ciudad y a la ciudadanía de Granada en su necesidades.
El acuerdo del PP y CS, con el apoyo de VOX, de hace dos años produjo que fuera alcalde un individuo de dudosa trayectoria política que representaba a un grupo de cuatro concejales de veintisiete que tiene la corporación, un acuerdo que en su parte oscura al parecer pretendía que hubiera una rotación en la alcaldía y después de los dos primeros años fuera el PP el que asumiera el bastón de mando municipal. Sin embargo llegado el momento de ejecutar ese “2+2” el alcalde, experto en aferrarse al sillón, se ha desmarcado de lo pactado con el PP, a lo que hay que añadir que el que fuera candidato del PP no cuenta con los apoyos de su partido.
En fin, cuitas ajenas a los intereses de una ciudad con muchos problemas agravados por la crisis económica y social de la pandemia, donde nadie está ocupado en buscar soluciones para los autónomos, los negocios cerrados, las familias sin recursos, el sector de la
cultura o del turismo tan duramente castigados. Todo indica que serán cuatro años perdidos para la ciudad.
En el discurrir esperpéntico de la ciudad desgobernada , ahora el PP se sale del acuerdo y dice que si el alcalde no de ellos pues ya no juegan a sostener un alcalde que es alcalde porque ellos lo apoyaron, y además, de forma casi simultánea dos concejales del grupo del alcalde se alejan de él y se desplazan al grupo de no adscritos, con Sebastián Pérez que ya se fue hace una semana, con lo que el grupo concejales que sostienen al alcalde tiene dos concejales, uno menos que los no adscritos que no quiere decir no alineados con la opción que más convenga a sus intereses particulares por eso se han ido.
Parece previsible que la renuncia del primer edil a dimitir lleve consigo la presentación de una moción de censura que apuntale los cambalaches con un más que esperable resultado ajeno al respeto a la voluntad de la ciudadanía granadina que apoyó de forma mayoritaria al PSOE, siendo la lista más votada.
La reflexión de tamaño despropósito es que quienes están protagonizando esta desvergüenza han venido a servirse de la política y que su comportamiento espurio es ajeno a una ética pública que es más necesaria que nunca. Lo peor de todo es que las y los ciudadanos pueden estar pensando que todos los políticos son iguales, con el consiguiente desprestigio de la democracia y sus reglas, porque aquí la política -los políticos, que no es lo mismo- no está siendo la solución al interés general, sino el problema.