Padres

Granada CF UD Ibiza
Padre e hijo rojiblancos en la grada de Los Cármenes | Foto: Antonio L. Juárez
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No tengo recuerdos de partido alguno en el 'Viejo' Los Cármenes. Aunque por edad pude haber presenciado alguno (el último partido jugado por el Granada en el estadio tenía 10 años), lo cierto es que de los primeros partidos del Granada que tengo conciencia sucedieron ya en el 'Nuevo'. Como casi todos los aficionados, empecé a ir al fútbol de la mano de mi padre. Y mi padre –jiennese de nacimiento- no era un gran granadinista, más allá de mera simpatía a la tierra que lo acogió siendo ya un joven de unos 20 años.

Para quien no lo recuerde, el surgimiento del Nuevo Los Cármenes fue un nuevo acicate para la estrecha afición nazarí, que por entonces aspiraba a salir del pozo de la Segunda B. Había regresado Candi al sillón presidencial y un joven Lucas Alcaraz brillaba en el banquillo. Así sucedieron mis primeros partidos del Granada: Novelda, Lorca, Málaga, Jaén… Y las liguillas. Las dichosas liguillas que siempre nos dejaron con la miel en los labios.

Yo por entonces no podía ni imaginármelo, pero aquellos partidos, sentados en los por entonces flamantes asientos rosáceos, fueron de los últimos momentos que compartí con mi padre. Al que perdí demasiado pronto, siendo apenas un niño.

La lejanía de mi casa con el estadio no ayudó a que siguiera yendo a ver al Granada, aunque intentaba seguir los partidos por la radio. Siempre aspirando al ascenso a Segunda y a un abono de temporada que mi padre prometió una vez llegara nuestro equipo a la división de plata. Pero los tiempos que vendrían aún serían peores. Acompañando a mi depresión personal, el Granada CF cayó en barrena hasta dar con sus huesos en la Tercera División, momento en el que me abonaría por vez primera, rompiendo esa especie de promesa al aire.

Mi padre falleció inculcándome –seguramente sin querer- el sentimiento de la 'Eterna lucha'. Y es que así son los padres, figuras transfiguradas en las cabezas infantiles, a los que felicitamos una vez al año, pero por los que siempre seguiremos siendo unos críos.