Talento y talante
El talento, en la vida, es la capacidad de aprender. Talento es igual a resultados. Talante es, por contra, la disposición o manera de hacer algo que alude al modo o manera de realizar algo y necesita la presencia de otras palabras (bueno, malo, dialogante…) para completar su significado.. Talante es la disposición natural del ánimo o manera de ser de una persona.
Talento es igual a inteligencia (la capacidad de comprender conceptos abstractos y de razonar a partir de ellos para resolver problemas) y talante es personalidad (el nivel de apertura a nuevas experiencias, de extraversión, de minuciosidad, de capacidad de cooperación, y de seguridad en si mismo).
Si entendemos que talento es la inteligencia y talante se refiere a los aspectos de la personalidad, es un hecho claramente contrastado que, si tuviéramos que guiarnos por un solo indicador para seleccionar a un colaborador, la inteligencia es el mejor predictor del rendimiento individual.
Solamente en un segundo nivel, hay elementos del talante que añaden información sobre cómo va a rendir un trabajador: a igualdad de inteligencia, las personas más minuciosas y cuidadosas y con mayor estabilidad emocional tienen, en general, un mejor desempeño que las menos minuciosas y más inestables, ya que son más persistentes y fiables, se comprometen más con los objetivos, trabajan mejor en equipo y toleran mejor el estrés. Además, las personas con estas características normalmente permanecen más tiempo en la organización, son más íntegras y tienen mejores capacidades de liderazgo.
Además, si el talento indica lo qué es capaz de hacer una persona, mientras que el talante indica qué está dispuesta a hacer, hay que reconocer que ambos son imprescindibles para un buen desempeño. Y en ello, es importante recordar que es muy difícil educar el carácter solo con palabras, y mucho menos con palabras bonitas. El carácter se forma con hechos.
La gente de talento son los que aportan por encima de la media y lo demuestran sostenidamente con sus resultados. Es cierto que talento atrae talento y mediocridad atrae mediocridad.
La falta de talento preocupa al 76% de directivos de algunos sectores, leía el otro día. Y yo pensaba que probablemente que lo que sobran son jefes que no saben gestionar el talento que tienen en sus organizaciones. Por tanto, parte del problema radica en las personas que las dirigen.
Y al talento hay que añadirle algo más: intentar dar el máximo en cada momento. Fundamental. Todo ello se hace teniendo en cuenta el valor de nuestra vulnerabilidad. Necesitamos dejar de asociar esa sensación de sentirnos vulnerables con nuestras debilidades y compartir experiencias con quienes se han ganado el derecho a escucharlas. Echar balones fuera puede aliviarnos un rato, pero encierra un gravísimo problema: nos debilita, nos convierte en víctimas y nos incapacita para tomar decisiones.
La clave está en asumir el protagonismo, es decir, transformar la culpa en responsabilidad. Hay que pregonar que hay que ir motivados de casa y que la labor de los jefes sea básicamente no desmotivar y ayudar a la gente a desplegarse alineadamente con la organización. Motivarse es una responsabilidad individual, no desmotivar es una responsabilidad corporativa.
Y para potenciar el talento, cómo dice Xavier Marcet es imprescindible trabajar en estas 10 líneas:
1. Más estrategia y menos planificación. Necesitamos más estrategia de futuro siendo la planificación un ejercicio de programación cada vez más efímero en el tiempo que deberá complementarse con poderosos esfuerzos de innovación.
2. Capacidad de adaptación. La innovación, la transformación digital y la gestión del cambio se mezclan.
3. Agilidad. Sin agilidad las oportunidades se desvanecen.
4. La centralidad del cliente. Poner al cliente en el centro es tener una organización flexible.
5. La gestión del talento y del no talento. Más difícil que gestionar el talento es gestionar el no-talentoy al talento oscilante. Muchas veces el problema del no talento no proviene de que no sepa o no quiera aprender, el problema radica en que no saben desaprender.
6. Líderes que llenen las agendas de sentido. Los líderes no solamente deben aportar visión, deben también expresar propósito. El relato de los nuevos líderes se esconde en su agenda. Lo que hacen es determinante para su credibilidad.
7. La transformación cultural como sustrato del cambio. La mayoría de cambios fracasan por la incapacidad de transformar la culturas, porqué la gente entiende el cambio como algo ajeno, algo que debe hacer la organización pero no él.
8. Comunicación y síntesis. Sin síntesis no hay estrategia. Además la síntesis hay que saber comunicarla. En un entorno de completa saturación de mensajes la comunicación efectiva la realizarán aquellos que no tengan necesidad de decirlo todo. La brevedad es algo impagable.
9. La autenticidad. En organizaciones completamente transparentes, la autenticidad es una competencia diferencial. Sin autenticidad, la mediocridad está servida.
10. Organizaciones con alma. Las organizaciones que transmiten respeto, empatía, lógica humana, son las que potencian el alma. A mi me gusta decir que las empresas con alma tiene h-alma y tener h-alma significa trabajar con honestidad, humildad, hechos, habilidades, humor, heroísmo, y que consigan que los equipos marquen huella, consigan hueco y que lo hagan con humanidad, hoy. No podemos dejar que la tecnología sepulte el alma.
Necesitamos organizaciones con h-alma (faltan muchas) y profesionales con talento, (hay muchos con el talento no bien aprovechando) y talante con equilibrio entre el miedo y la confianza.
Como decía el otro día el gran Jose Luis Gutiérrez que fue gerente del Hospital Clínico de Granada, las personas con talento brillan de una manera especial. Lo que ocurre en las grandes organizaciones complejas como las sanitarias, es que a veces, de manera inconsciente, generamos entornos donde se levantan escenarios plomados, se crean nichos, y se desarrollan estructuras que actúan a modo de inhibidor de frecuencias. Otras veces generamos tanto ruido que llega a confundirse con la señal real. En estos dos casos el piloto rojo no se enciende aunque tengamos el talento delante de nosotros.
Y explica Jose Luis que no podemos hablar de talento sin hablar de valor. A menudo el talento puede confundirse con creatividad, imaginación, inteligencia, capacidad de influencia, liderazgo y todo lo que queramos. Pero si todo eso no suma para generar un valor diferencial para la organización, en mi opinión no es talento real. De hecho, incluso a veces puede usarse el talento mal enfocado para restar valor y poner piedras en los lugares estratégicos del camino. El piloto rojo solo debería encenderse cuando alguien aporta un valor diferencial, por encima de la media y de lo esperado. Los profesionales con talento son máquinas de generar valor.
Las personas con talento, sigue diciendo Guti, mirarán más allá e intentarán poner sobre la mesa soluciones coherentes y factibles orientadas a la mejora, la mayoría de las veces con los mismos recursos disponibles, o incluso menos.
Y termina proponiendo cuatro atractores fundamentales que nos llevan al despliegue del talento. El primero es la capacidad y depende de uno mismo. El segundo es la voluntad y tiene que ver con la motivación. El tercero es la oportunidad, cómo que la oportunidad es que te dejen hacer, que no te penalicen por proponer mejoras, que no te digan “tú no estás aquí para pensar”, “te crees que vas a heredar esto”, o el “no des más ideas al jefe que siempre son más trabajo para los demás”, porque las ventanas de oportunidad son fundamentales. . Y por último la ubicación, estar en el lugar adecuado.
Y una idea final que me encanta: la habilidad de pensar diferente se entrena. Encontrar soluciones nuevas, abrir puertas donde otros solo ven pared, trazar nuevos caminos por los que parecía imposible transitar… porque si trabajas en un sitio donde el talento está penalizado, difícilmente tendrás oportunidad de brillar, por mucha capacidad y voluntad que hayas desarrollado. En definitiva, es conseguir mover las piezas para acabar poniendo a las personas en el lugar donde más pueden brillar y donde más valor pueden añadir. Y recuerden: El talento es entrenable.