Inconformismo
En la vida hay dos tipos de personas bien definidas. Lo pude comprobar en el día ayer, cuando había quedado para ir al campo con unos amigos y hacer un arroz. Sin embargo, la prohibición para realizar ningún tipo de fuego aprobada el viernes anterior, nos pilló por sorpresa y tuvimos que recular apenas sin tiempo. De esta forma, el que empezó a echar humo fue el grupo de WhatsApp.
Que si lo llevábamos preparado desde casa, que si echábamos unos bocadillos, que si algo de picar y el tema de la discordia: unas tortillas de patatas. Hubo quien propuso comprarlas precocinadas y quien rechazaba la idea. Ante la falta de tiempo, finalmente las tortillas que llegaron a la Fuente de la Gitana fueron precocinadas. Una vez servidas en el centro de la mesa de piedra, los allí presentes nos dividimos entre los que comimos y los que no. A los que el hambre nos hacía ver cualquier vianda como un manjar y a los que parecía no picarle demasiado si se ponían sus ideales en entredicho.
Algo así pasa también en Los Cármenes. La afición se divide con demasiada facilidad entre los que disfrutamos de un equipo que está segundo y a un solo punto del liderato y no nos importa en demasía sufrir (hasta en casa y contra diez) si nos llevamos los tres puntos al zurrón y damos un pequeño paso más hacia primera. Y los que pretenden la excelencia, rechazan el patadón en el minuto 90 y quieren acabar los partidos con todos los figurines en el césped. A quienes el equipo más goleador y el segundo menos goleado de la clasificación les parece poca cosa.
Como os digo, en la vida hay dos tipos de personas bien definidas. Los conformistas y los inconformistas, quienes quizá tengan el paladar demasiado fino y rechacen una tortilla precocinada aún le retruenen las tripas del hambre.