El jefe mediocre es el más tóxico pues al no alcanzar la excelencia, la simula
Me gustan esas personas que saben el esfuerzo que exigen porqué antes lo han experimentado desde abajo
El jefe mediocre es muy tóxico pues al no alcanzar la excelencia, la simula. Los jefes mediocres se orientan a la búsqueda del protagonismo y la notoriedad cono fin en sí mismo. Algunos es lo único que hacen.
Cuanta humildad falta en algunas personas, que creen que nunca se equivocan, además de que normalmente son altivos, bastante mediocres y sobre todo muy ostentosos! Cuanta falta nos hace en nuestras organizaciones gente humilde, frente a jefes egoístas que se miran el ombligo!
Es típico de estas personas mediocres, el no escuchar a los demás y además, colgarse medallas que no son suyas, incumplir lo prometido o no reconocer un buen trabajo.
Personalmente me gustan esas personas que mantienen la empatía, esas que no se olvidan de cuando empezaron y se acuerdan de lo que entonces ellos pensaban de los de arriba. Me gustan esas personas que saben el esfuerzo que exigen porqué antes lo han experimentado desde abajo. También me gustan esos responsables que contienen sus egos y ceden el paso. Los que respetan sin escalafón. Los que lo piden todo por favor y dan las gracias.
Por ello, el nivel de integridad es básico para la mejora y el cambio. Y la realidad nos dice que empezamos a no sentir las cosas con la intensidad necesaria cuando vivimos como mediocres leales y no como brillantes críticos. Las instituciones, y más hoy en día, necesitan responsables que las protejan de la autocomplacencia y la arrogancia, que sean un ejemplo de cercanía, que escuchen, que hagan preguntas y que vuelvan a escuchar. No hay humildad que no escuche.
Los responsables humildes saben que lo importante es que la gente pueda crecer. Y la gente se siente crecer cuando aprende y cuando asume más responsabilidad. Aprender y respetarse son lo mejor que hay. Y desde una humildad militante que falta nos hace, puedan gestionar proporcionadamente el no–talento y contundentemente a los que se creen más que los demás y faltan al respeto.
Y nos encontramos en demasiados lugares, gente altiva e intolerante. Y es que el 49% de trabajadores denuncia las “faltas de respeto” como la principal lacra procedente de los mandos altivos y mediocres, junto a “prepotencia”, escogida por un 37%, “incompetencia” (por un 29%), “falta de apoyo” (por un 28%) o “ausencia de trato humano” (por un 25%) completan este cuadro presente en muchos de los jefes distantes que tenemos.
Y eso en tiempo de campaña electoral, mirando el panorama, veo a gente mediocre en la cúpula, que al no alcanzar la excelencia, la simula y busca afanadamente el protagonismo y la notoriedad, cómo manera de salir de su mediocridad.
Sabemos que:
1. Los jefes mediocres siempre saben la respuesta
2. Los jefes mediocres resaltan lo que se está haciendo mal
3. Los jefes mediocres evitan trabajar con personas mejores que ellos
4. Los jefes mediocres no quieren oír nuevas ideas
5. Los jefes mediocres no quieren cambiar nada
6. Los jefes mediocres amenazan a las personas que les cuestionan
7. Los jefes mediocres tienen miedo a que le roben el puesto, tienen miedo a ser criticados….
Y es que la humildad no es compatible con la ostentación. No hay nada más mediocre que un responsable ostentoso. Y es que la desmedida ambición de algunos es un problema. Lo que de verdad importa no es evitar la estupidez, sino adornarla con la apariencia del poder. Eso es lo que hacen los mediocres.
La diferencia entre una persona grande y una persona mediocre no está en los conocimientos ni en la experiencia, está en la manera de ser. Las personas brillantes, buenas personas y buenos profesionales, saben que para poder ayudar a otros a ser mejores, primero tienen que hacer un trabajo interior enorme para mejorar ellos.
Su papel es el de influir, inspirar, transmitir, motivar y por eso tienen una manera de ser marcada por unos valores y unas virtudes humanas que admiramos. Un líder espectacular asombra por su manera de ser. La clave es la actitud y la manera de ser. Sin valores humanos, el líder es un déspota, un tirano, un dictador.
Las organizaciones se autodestruyen cuando dejan que el éxito derrita su consistencia. Cuando sus directivos pierden la humildad, empiezan a tomar decisiones mediocres, se afilian a cualquier moda o dejan que las organizaciones se acomoden. Las organizaciones se autodestruyen cuando acumulan demasiada gente que tiene demasiado tiempo y que no toca cliente casi nunca.
Esta gente tiende a hacer más normas de la cuenta y a sofisticar los procesos. Las burocracias nacen así, gracias a la abundancia. Sin darse cuenta el confort interior se impone silentemente a la obsesión por tener y mantener clientes. Las organizaciones van bien cuando su gente no tiene tiempo y saben mantener los hábitos que las han hecho crecer.
Los grandes desafíos requieren grandes compromisos y la altivez nunca fue la madre de compromisos consistentes. Los directivos humildes no necesitan decirlo todo. Es una cuestión de respeto, un aspecto clave.