Líderes al servicio del equipo, líderes auténticos que rompen con la mediocridad

peña madridista
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Hace años en una reunión formativa en Jerez que organicé con Juan Antonio Corbalán de invitado, él contaba de la importancia del líder como una persona que sirve a otros y hablaba del juego del base, de él como base del equipo de baloncesto del Real Madrid, que comentaba intentaba servir el balón a quien siempre estaba mejor colocado.

El puesto de base en un equipo de baloncesto define un estilo de liderazgo de forma clara y la clave es que un líder debe estar dispuesto a ceder en beneficio del equipo, transformando parcelas individuales en parcelas colectivas y trabajando infatigablemente en beneficio para el bien del grupo. Si en un equipo de fútbol todos los jugadores fueran delanteros o en uno de baloncesto todos pívots, estaríamos ante dos grupos de trabajo claramente desequilibrados, y por lo tanto, el desarrollo de su actividad no podría ser el mejor posible, ni siquiera aceptable. La implicación del individuo, la cohesión del grupo y el sentir el equipo como algo propio garantizan gran parte del éxito. La máxima aportación de cada individuo a su equipo, basado en las buenas relaciones interpersonales y el reconocimiento de lo que saben y aportan ayudan a conseguir el máximo rendimiento, que siempre dependerá de que cada uno de nosotros tengamos la oportunidad de crear, decidir, actuar y asumir responsabilidades y de que el proyecto de equipo sea algo conocido y consensuado entre todas la personas que lo forman.

Y Corbalán añadía:

-El líder es básico que sea un facilitador y servidor del equipo.
-El talento no vale de nada si no hay alguien que lo dirija en la dirección adecuada.
-Un líder debe estar dispuesto a ceder en beneficio del equipo, transformando parcelas individuales en parcelas colectivas y trabajando infatigablemente para el bien del grupo.
-Las cualidades del líder son mando, creatividad, inteligencia y servicio, a partir de las cuales construir el equipo, porque la sociedad, nos valora porque percibe lo que hacemos bien por los demás. Al final lo mejor, no es ganar o perder, sino tener la sensación de no poder haber hecho más.

Esa misma línea la planteaba mi admirado Xavier Marcet que dice que se crece haciendo crecer a los demás, como liderazgo que interesa, que ayuda a los demás a sacar su mejor versión. Y que afirmaba que liderar es servir y no servirse. Y añadía el papel de la innovación, como forma de mirar a los clientes, creando un nuevo valor y de la tecnología que acompaña y ofrece soluciones.

Todo ello nos hace encontrar el éxito y la consistencia. Y eso son proyectos serios que son a largo plazo y por eso innovan, frente a los a corto plazo que no necesita innovación y solamente requiere eficiencia.

Y para conseguirlo es necesaria la autenticidad, y eso implica construir propuestas singulares, saber sacar partido del aprender y del desaprender, desde el optimismo. Junto a la autenticidad, me gustaría que le añadiéramos la creatividad que es lo que nos abre la puerta de la innovación, pero el camino que queda para que una innovación sea realidad es largo y sinuoso. Y para ello, las organizaciones necesitan prepararse colectivamente para la innovación, más que cultivar islas de creatividad. La diversidad ayuda a la creatividad y la innovación, sabiendo que la creatividad es solamente una parte de la innovación. La innovación es una suma de creatividad y disciplina. La creatividad tiene valor cuando se siembra en equipos que saben de disciplina y autoexigencia, si no, cómo dice Xavier Marcet, la creatividad es espumosa, perfuma, pero no transforma.

Todo ello implica unir propósito y agilidad, trayectoria y cultura. En este contexto, el riesgo es que puedes perder. Jugar al riesgo es crear narrativas sin poner ningún euro de tu bolsillo. El riesgo es peor si tienes una sociedad que no lo valora ni respeta suficientemente. Una decisión importante en la vida es cuando uno decide tomar las propias riendas de su futuro, si hace eso, se las verá con el riesgo, sin duda. Detrás del riesgo hay poca poesía y mucho esfuerzo.

La fortaleza de muchas organizaciones está en su sistema de liderazgo, basado más en la generosidad que en la prepotencia, en hacer fuerte una comunidad realzada por sus complementariedades más que en líderes supremos e incontestados.

Y todo ello, que apuntan Corbalán y Xavier Marcet, lo hace y lo puede hacer gente consistente, gente que hace, gente que gracias a su autenticidad sabe esquivar la mediocridad, tan presente en este mundo.

Busquemos a las personas auténticas, a las que ponen esfuerzo y disciplina, junto a creatividad, innovación y tecnología, a las que unen propósito y agilidad, a las que ponen la generosidad por delante, a las que trabajan en equipo, a las que su éxito es el éxito de todos, a las que les interesan las personas, a las que reconocen lo que hace la gente.