Vares y arboricidios

1) 73-74 M 0 Gr 1
El Granada que ganó 0-1 en el Bernabéu en la 73-74. De pie: Izcoa, Toni, Falito, Jaén, Aguirre Suárez y Castellanos; agachados: Escobar, Chirri, Lorenzo, Montero Castillo y Quiles
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El VAR es esa quisicosa que se ha impuesto en los partidos de fútbol de primera y segunda y que según algunos ha venido para ayudar a que impere la justicia en el mundo del balompié pero que en la realidad, como ya nos temíamos los descreídos, parece más bien que lo que ha traído es más polémica. Este VAR que “disfrutamos” no evita que goles legales, como el que marcó Herrera al Bilbao, se anulen injustamente.

Si está ahí será para consultarlo, digo yo, y si no pues que lo quiten y sigan los árbitros, como de toda la vida, sobre todo algunos árbitros, equivocándose preferentemente a favor de los poderosos. Me parece a mí que hasta que los partidos no sean arbitrados por robots, con VAR o sin VAR (también sin bar), seguiremos asistiendo a muchas más decisiones injustas de las que, sobre todo los modestos, pueden citar unas cuantas sufridas en los dos años que lleva en funcionamiento.

No existía el VAR ni podía sospecharse que alguna vez reinaría algo parecido en los campos españoles cuando ocurrió lo que, a propósito de jugadas dudosas, quiero referir. Nuestro equipo fue el beneficiado por un error arbitral, pero creo que merece la pena recordar un rarísimo gol que pude presenciar in situ en Los Cármenes, diciembre de 1973, que quizá sí hubiera valido de existir ese invento por entonces. Fue un tirazo seco del canario Germán Dévora a la escuadra desde el borde del área que rompió la red (o ya estaba rota), con lo que el balón acabó en la grada. Un gol como una catedral, que se dice, pero sin embargo no subió al marcador Aspes. Servidor puede atestiguar que fue un golazo, pero el balón atravesó tan limpiamente la red que pocos lo vieron con claridad excepto los que éramos socios de detrás de la portería del marcador, que en el viejo Los Cármenes era la del sur.

El árbitro de aquel partido lo primero que señaló fue saque de centro, o sea, gol, pero después (se ve que su línea no le hizo la señal) cambió de veredicto e indicó córner para finalmente ordenar saque de puerta entre las tímidas protestas de los forasteros, el Las Palmas de Tonono, Martín Marrero, Castellano y Germán, y con Carnevalli en la portería. Hasta el mismo autor del no gol parecía no muy convencido de que el balón hubiera entrado y no insistió demasiado en sus reclamaciones. Si hubiera existido entonces el VAR quizás el resultado de este partido no habría sido de 2-1 a favor del Granada, pero faltaban todavía varias décadas para que existiera.

En 1973 en cada campo de primera como mucho había sólo una cámara que filmaba el partido para un programa deportivo, en blanco y negro y en el único canal de TVE (al UHF y al color le faltaban todavía cuatro años para  llegar a Granada). El programa Estudio Estadio pasaba el mismo domingo por la noche un resumen de cada partido de Primera División. Los resúmenes de los partidos del Granada normalmente dejaban mucho que desear pero en el del domingo 9 de diciembre de 1973 pusieron las imágenes de ese extraordinario gol fantasma de Germán en Los Cármenes y se pudo ver que efectivamente, nada tenía de espectral y fue un gol por toda la escuadra perfectamente legal.

Aquel Granada de Joseíto, por primera vez a rayas horizontales, había empezado la liga sensacionalmente consiguiendo en la jornada cinco ser líder de máxima categoría, hazaña igualada recientemente por el Granada de Diego Martínez. De ser líder a ocupar puesto de descenso sólo tuvieron que pasar cinco jornadas y poco más de un mes. Pero cuando los canarios comparecieron en Los Cármenes, jornada 13, estaba el Granada en plena recuperación y había  vencido en el anterior partido en casa al At. Madrid (con un golazo de Santi Antonaya) para al domingo siguiente empatar a un gol en Valencia. La liga la acabaría en sexta posición sin premio de UEFA, igual que dos temporadas antes. Ganaron los nuestros 2-1, Jaén y el debutante Lorenzo fueron los goleadores gracias a dos fallos del internacional argentino Carnevalli, y Germán hizo el gol del Las Palmas (el que sí valió) de penalti.

En el pie de foto de este recorte de Ideal se lee que el tiro de Germán salió  fuera, sin embargo fue un gol de sombreros

En los vestuarios los canarios se quejaron del gol anulado, pero sin mucha vehemencia y, ciertamente, aceptaron la derrota con deportividad porque el Granda fue mejor a pesar de la ayuda arbitral, pero la prensa local, Hoja del Lunes, Ideal y Patria, hizo como los que estábamos detrás de la portería: disimuló. En ningún momento reconocieron los plumillas de la tierra que el tirazo de Germán Dévora entró, y dijeron que el balón había dado en la red por fuera (lo mismo que declaró a la prensa el árbitro: Balsa Ron se llamaba), e incluso no faltaron los reproches de los gacetilleros al referí por su primera errónea decisión de conceder gol. Los entrenadores dieron su versión; Joseíto: «El gol “fantasma” no puede discutirse, el balón salió fuera sin siquiera rozar el poste»; Sinibaldi: «El balón entró, pero la red estaba rota y permitió que saliese».

Manolo Ibáñez en el descanso, subido en una silla, remendó chapuceramente el roto anudando una cuerda de color verde que destacaba sobre el blanco de la red en la que en la segunda parte debían caer los goles rojiblancos. De haber existido el VAR, ese espléndido gol fantasma habría valido. O lo mismo no. Vaya usted a saber, porque los criterios arbitrales varían más que una veleta y ya no sabemos por qué unas veces la dichosa invención cambia lo primero que se había señalado y otras no se hace ni ademán de acudir a mirar la pantalla, mientras todo el mundo desde su casa puede ver la metedura de pata de el del pito. Claro que, si hubiera existido el VAR, el gran inconveniente para el Granada de por entonces es que Aguirre Suárez raramente habría terminado un partido completo.

Por aquellos días estaba empezando a perpetrarse uno de los mayores atentados contra el patrimonio de los granadinos. En la prensa local de primeros de diciembre de 1973 se da la noticia de que el Ayuntamiento acaba de adjudicar a la empresa “IFA Hotel Carmen de los Mártires SA“, único licitante, la construcción y explotación de un hotel de cinco estrellas que en breve empezará a levantarse en la finca del mismo nombre, propiedad de la ciudad de Granada desde 1957. El adjudicatario dispone de un plazo de dos años para llevarlo a cabo por un valor de 250 millones de pesetas, a contar desde la adjudicación definitiva, cosa que ocurrió algo más de un mes después, 10 de enero de 1974.

El proyecto, elaborado un año atrás, suponía que de las algo más de siete hectáreas de que consta la finca, abiertas a toda la ciudadanía, quedaría para uso y disfrute de los granadinos menos de una tercera parte, el resto pasaría a ser de uso exclusivo de los clientes del nuevo establecimiento hostelero. El hotel, de nueva construcción, iría enclavado en medio del bosque centenario del Carmen, arrasando éste previamente -claro- y derribando también el palacete para en su lugar levantar un edificio para actos sociales, exposiciones y celebraciones. La empresa adjudicataria construiría también, en las inmediaciones de la ciudad, un campo y club de golf más otras instalaciones polideportivas.

Al poco tiempo empezaron los trabajos para la construcción del nuevo hotel y, sin respeto alguno al gran significado histórico del lugar ni al espíritu de los muchísimos romances que nacieron y vivieron bajo sus ramas, fue talada por completo la maravillosa arboleda. Fue lo primero que hizo la adjudicataria, pero también lo último. Las obras se detuvieron a los pocos meses y nunca más se supo del hotel ni de la empresa que lo iba a construir. Un feo y enorme hoyo fue todo lo que quedó donde antes había estado el bosque. Cerrado a cal y canto permaneció Los Mártires durante más de una década, pasando de jardín romántico a pura ruina hasta que bien entrados los años ochenta y después de ríos de dineros públicos se pudo recuperar para la ciudad y hoy es otra vez un lugar lleno de encanto en el que se puede pasear muy a gusto y en soledad porque a pesar de ser gratis la visita es poquísimo el personal que se deja caer por allí.

El Granada 73-74 en La Romareda. Izcoa, Toni, Fernández, Falito, Jaén y Aguirre Suárez; con Quiles, Castellanos, Porta, Echecopar y Chirri

Y es que, en tiempos de desarrollismo y especulación salvaje como aquellos, soplaban aires “modernizadores” desde la plaza del Carmen, donde reinaba Pérez-Serrabona, quien en los siete años que ocupó a dedo el sillón municipal por poco no deja un árbol sano aunque no andaba precisamente en estos años tardofranquistas muy sobrada Granada de zonas verdes. Al poco de lo de Los Mártires ocurrió otro arboricidio, éste aún peor por estar más a la vista: la destrucción total del bonito bulevar que era la entonces llamada avenida de Calvo Sotelo, hoy de la Constitución, la cual, previa tala de cientos de grandes árboles de sombra, quedó convertida en una especie de adefésica mini autovía cateta con prácticamente todo el espacio cedido al tráfico rodado y a la insolación.

Y no terminan ahí las tribulaciones de los amantes de la Granada romántica ya que poco tiempo después fueron suprimidos definitivamente los tranvías que quedaban, incluido el de la Sierra. Nos querían dejar una ciudad “mu moerna” y de nada sirvieron las manifestaciones ciudadanas en contra de los desmanes municipales. Al menos en esta ocasión no mandaron contra los protestones a los guardias de la porra, que no eran tiempos de levantar la voz en contra de cualquier tipo de política oficial ni aun si se hacía de forma pacífica.