"Me ofrezco para no hacer nada"
Hace algunas semanas el nuevo rector de la Universidad de Granada daba luz verde a la viabilidad y posible puesta en marcha de uno de sus compromisos en la campaña electoral antes de acceder al cargo. Reducir la jornada laboral a cuatro días.
Eso está bien –pensó el que les escribe. Automáticamente, mi mente se evadió de esa propuesta, del rector y de la universidad, y se puso a cavilar. En un minuto estaba yéndose, como Álvar Fáñez, por los cerros de Úbeda. Proyectando en ella un mundo sin trabajo, ocioso.
"La ociosidad es madre de todos los vicios, pero también es la fuente de toda virtud". Esta reflexión, hecha allá por el siglo XIX, por el filósofo danés considerado el padre del existencialismo, Søren Kierkegaard, es a veces, y malintencionadamente, “recortada”, suprimiéndole su segunda parte. Sí, porque la denostada ociosidad es también fuente de toda virtud.
Kierkegaard, también tenía su propia perspectiva sobre la inacción. Argumentó en su tiempo que la verdadera libertad reside en la elección auténtica. ¿Y qué elección podría ser más auténtica que elegir no hacer nada en un mundo que constantemente nos exige hacerlo todo? "El arte de no hacer nada -diría Kierkegaard- es un acto de resistencia contra la ansiedad existencial”.
Hace tiempo leí un anuncio de un señor japonés, físico de profesión y de 37 años que se alquilaba para “no hacer nada”. Y parece ser, y siempre según él, ganaba miles de yenes con su “negocio”.
En un mundo obsesionado con la productividad, donde el tiempo es un recurso precioso que se mide en minutos y segundos, surge un arte ancestral y casi olvidado: el arte de no hacer nada.
¿Es posible encontrar valor en la inactividad? ¿Puede la ociosidad ser una forma de sabiduría? Algunos piensan que, a veces, el “no hacer” es la actividad más elevada. ¿Conocen el término “Niksen”? Es una palabra que tiene origen holandés y significa algo así como “el arte de no hacer nada”, así que con esto ya podría terminar el artículo. Ahí radica la importancia que tiene el hecho de pararnos de vez en cuando.
Los filósofos orientales, maestros en el arte de la contemplación, han abrazado durante siglos la idea de que hacer nada puede ser un camino hacia la iluminación. El concepto de "Wu Wei" en el taoísmo, a menudo traducido como "no hacer", no implica la inacción irresponsable, sino más bien actuar en armonía con el flujo natural de la vida. Lao-Tsé nos insta a "practicar la inacción para que nada quede sin hacer". ¿Qué podría ser más sabio que actuar sin esfuerzo? Deberíamos fijarnos más en la filosofía oriental y en sus maestros.
Aristóteles, aunque conocido por su ética de la acción, también reconoció la importancia de la pausa creativa. La contemplación, según Aristóteles, es esencial para el desarrollo del pensamiento crítico y la sabiduría. Así que, queridos lectores, la próxima vez que alguien les diga que están perdiendo el tiempo, simplemente respondan que están "cultivando la sabiduría aristotélica".
Vivimos en un mundo donde el hecho de aburrirse, de no hacer nada, está mal visto. Se nos valora más por lo que hacemos que por lo que somos. Ese irrefrenable instinto de superación, del querer tener ocupado todo su tiempo, al que abocamos sin remedio a nuestros propios hijos es una clara y pequeña muestra de ello. Ni a ellos mismos les damos la oportunidad de que se aburran, de que al menos una tarde a la semana, no hagan nada.
Y qué les voy a decir de nosotros los adultos, empeñados en ocupar 28 de las 24 horas del día en actividades que llenen nuestro tiempo. Y si no es así nos sentimos improductivos, desaprovechados, fuera de onda. Porque hoy día, si no estás apuntado a clases de baile, inglés, gimnasio o a alguna actividad o taller acorde a tus gustos y edad, eres como un bicho raro. Vivimos saturados de estímulos exteriores y totalmente alejados y desconectados de nuestros propios instintos que nos dicen que paremos, que nos olvidemos por una temporada de estas neuras a las que la sociedad actual nos tiene atados.
¿Es posible volverse hábil en el arte de no hacer nada? Algunos estudios al respecto sugieren que períodos regulares de inactividad pueden mejorar la creatividad, reducir el estrés y aumentar la productividad a largo plazo.
Me viene a la memoria ese cuento corto en el que un leñador fue contratado para talar árboles. Su sueldo dependía del número de árboles talados al cabo de un día. Mientras sus compañeros talaban y talaban sin descanso, él desaparecía de vez en cuando y volvía al rato para seguir talando. Al final del día, llegada la hora del cobro, nuestro amigo había cortado muchos más árboles que el resto de sus compañeros. Extrañados y contrariados le preguntaron cómo era posible que tomándose esos descansos pudiese cortar más árboles que ellos, que no paraban ni un minuto. Él les respondió que cuando paraba lo hacía para afilar su hacha, mientras ellos no lo hacían.
En un mundo que valora la hiperactividad y la constante conexión, el arte de no hacer nada se presenta como una forma de resistencia. Al abrazar la no-actividad, no solo nos permitimos descansar, sino que también abrimos las puertas a la reflexión, la creatividad y, en última instancia, a una vida más completa. Hay que pararse de vez en cuando a “afilar el hacha”.
Y aquí, queridos lectores, concluyo este viaje por el fascinante mundo de este arte. En palabras de Bertrand Russell, "gran parte del trabajo actual es innecesario y dañino". Tal vez, y solo tal vez, encontrar la valentía de no hacer nada sea la verdadera clave para vivir una vida más plena y significativa.
Les dejo, me marcho a desconectar un rato, o dos. A mí, personalmente, me encanta aburrirme.
Comentarios
4 comentarios en “"Me ofrezco para no hacer nada"”
Daniela
14 de marzo de 2024 at 12:04
Muy acertado artículo el que nos trae hoy. Totalmente de acuerdo en que hay que parar de vez en cuando para "afilar el hacha". Ahora bien, debemos trabajar esa sensación que nos invade cuando creemos que estamos desaprovechando el tiempo.
Esperando su próximo artículo, enhorabuena.
Brujita
14 de marzo de 2024 at 20:00
Estoy de acuerdo!!!....soy de la opción de: afilar el hacha!!!....
desde que me jubile no corto arboles pero afilo mucho el hacha!!!
Enhorabuena!?
Matías
15 de marzo de 2024 at 07:45
Estoy de acuerdo en líneas generales con tu reflexión y comparto contigo con tigo la importancia del ocio. Pero respecto a la luz verde, del nuevo Rector de la Universidad, a la posible puesta en marcha de la jornada de 4 días de trabajo a la semana, se me ocurre que si tuviera que pagar los sueldos de los profesores y del personal de administración y servicios así como el mantenimiento de las instalaciones, quizás llegara a la conclusión que ni trabajando los 7 días de la semana era suficiente, pero cuando tiras con pólvora del rey es todo muy fácil.
FRANCISCO
15 de marzo de 2024 at 13:12
Yo también me ofrezco para no hacer nada.😂😂😂