Relato de Navidad

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Imagen de un portal de Belén | Foto: Remitida
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En puertas del inicio de la Navidad quiero ofrecerles un imaginario y onírico relato. Fue escrito por un servidor hace algunos años y lo he desempolvado para compartirlo con todos ustedes.

Con él mi deseo es transmitirles todo mi cariño, afecto y gratitud a la vez que desearles unas magníficas y entrañables fiestas y una muy Feliz Navidad.

Este anhelo es extensible para todos aquellos y aquellas que la vivan desde un punto de vista más interior y/o religioso y ¿por qué no? para los que no la sientan de la misma manera. Lo cierto de todo esto es que en estas fechas nuestras vidas se trastocan en cierta forma queramos o no.

Espero que disfruten de la lectura de este relato corto. Lo titulé en su día 'La mejor Nochebuena de mi vida'.

"Hacía un frío polar. Las luces del día caían ya, y todo parecía presagiar una noche helada. El cielo plomizo, muy gris, cerrado. Nevaba intensamente, tanto que los copos de nieve daban la impresión de ser trozos de escayola cayendo de un techo maltrecho. Una de las Nochebuenas más románticas y maravillosas que había podido imaginar y pasar en mi vida iba a hacerse realidad.

Subía calle arriba, en dirección a casa de mis padres, iba a cenar con ellos y con el resto de mis hermanos y hermanas. Me embargaba la emoción a cada paso que daba y en realidad no sabía muy bien porqué pero mi sonrisa se hacía cada vez más intensa a medida que me acercaba.

Cuando llegué toqué el timbre y mi hermano mayor me abrió la puerta. Hacía años que no lo veía. Había venido desde muy lejos para pasar esa noche en familia. Me abracé a él llorando de alegría y emoción. Las lágrimas caían por mi mejilla pero no de tristeza sino de gozo. Pasé hacia dentro abrazado a él y allí, en el salón, estaba mi hermano más pequeño también. Cuando me fijé en su sonrisa la mía se hizo inmensa. Como un rayo fulgurante me lancé sobre él, ¡hacía tanto tiempo igualmente que no lo veía! Me fundí en un largo y apretado estrujón de esos que hacen un daño placentero. Las lágrimas seguían cayendo y la emoción aumentando. Mi sonrisa era ya una sonrisa desbocada y mi placer era ya casi inmenso.

Aún faltaba lo mejor. Tras terminar ese éxtasis de besos, abrazos, lloros y alegrías con mis dos hermanos al unísono y llenarlos de besos, y tras limpiarme mis húmedos ojos, me giré como buscando algo más, alguien más. Y allí estaba ella, en todo su esplendor, allí estaba mi madre, esperando cuan ave en su nido, a que su polluelo se acercara a su regazo. Y el polluelo lo hizo. Me acerqué a ella y le regalé el abrazo más intenso y fuerte que pudiese regalar persona alguna. Parecía como si nos quisiéramos fundir el uno con el otro en una sola persona. Volvieron de nuevo mis lágrimas a mis ya doloridos ojos.

La cena transcurrió entre risas, anécdotas pasadas y sin apenas soltar las manos de mi madre y las de mis hermanos durante toda la velada. Ellos me hablaban, me sonreían, no dejaban de hacerlo, a veces hasta me reprobaban algunas cosas pero siempre con amor. Yo apenas podía hablar, quería disfrutar de sus palabras, de sus gestos, de sus risas de su presencia y sobre todo del tacto de sus pieles. Había mucha más gente en esa cena. De hecho estaba casi toda mi familia alrededor de la mesa pero mi fijación eran ellos tres.

Y pasaron las horas hasta que llegó el momento de marcharme. Me habría quedado a su lado eternamente pero debía de irme. Al despedirme, y sin dejar de girarme para mirarlos, con esa continúa sonrisa imborrable durante toda la noche en mi cara, me era casi imposible soltarle las manos a mi madre, me apetecía además no hacerlo. Cuando al fin me fui y enfilé calle abajo el camino, yo mismo me vi como una figura que se difuminaba entre los copos de nieve y las luces de las farolas…

En ese momento y muy poco a poco abrí los ojos. Me percaté de que mi cara seguía dibujando esa sonrisa mezcla de paz y relajación, parecía que mi cuerpo flotaba y levitaba sobre mi cama. Miré lentamente hacía un lado y otro de la habitación, entraban los primeros rayos de luz del día. ¡Había sido un sueño! ¡Todo un sueño y el mejor sueño de mi vida!

Mis dos hermanos y mi madre faltaban de mi vida desde hacía ya algunos años. Eran ángeles que volaban y surcaban mi memoria y ese día tan señalado habían decido bajar y pasarlo conmigo.

Solo esa sensación inexplicable e indescriptible de tenerlos de nuevo a mi lado, de poder tocarlos y sentirlos cerca y además de esa manera tan real, había hecho que esa noche fuese la mejor Nochebuena de mi vida. Desde entonces espero con ansia cada año el poder volverla a pasar con ellos".

Lo dicho, gocen de la Navidad, ámense mucho e introduzcan esas buenas intenciones y deseos tan propios de estas fechas en una mochila bien grande y repártanlas y distribúyanlas también a lo largo de los doce meses del año.

Al fin y al cabo qué bonito sería poseer ese espíritu siempre.

Disfruten y sean prudentes. Feliz Navidad.







Comentarios

4 comentarios en “Relato de Navidad

  1. Que bonito y entrañable!!!!.....emocionada, muy emocionada!!.... 😔

  2. Precioso y entrañable relato de Navidad. Escribo esto con lágrimas en los ojos puesto que me ha recordado mi propia historia. Quien, cuando llega la Navidad, no anhela a los seres queridos que ya no están con nosotros? Ojalá yo tuviera esos bonitos sueños alguna vez.
    Lo dicho, me encanta su forma de escribir y de narrar sentimientos profundos que todos llevamos dentro. Feliz Navidad también para usted.

  3. Muy bonito relato,feliz navidad a todos.