Pan y rosas
Con ese precioso eslogan se convocó la primera manifestación de mujeres el 8 de marzo de 1908 en Nueva York, se estaba denunciando la explotación de las mujeres del textil que se habían incorporado al empleo tras la revolución industrial y se reclamaba seguridad económica y una mejor calidad de vida, vindicaciones hoy tan vigentes como entonces, más de un siglo después.
Esta movilización tuvo su origen en la primera huelga de la industria textil en el año 1857, eran mujeres inmigrantes en su mayoría que reclamaban mejores condiciones laborales en las fábricas textiles en las que trabajaban en condiciones deplorables y con horarios interminables.
Será en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhage donde a propuesta de Clara Zetkin se proclama la celebración de un día internacional de la mujer trabajadora. Hay que recordar que la primera de estas conferencias internacionales se había celebrado en 1907 en Stuttgart y en ella tanto Zetkin como Alejandra Kollontai defendieron enardecidamente el
sufragio femenino.
En el año 1911 acontece una terrible tragedia, un incendio en la fábrica textil Triangle Shirtwaist en Nueva York en el que fallecen 123 mujeres y 23 hombres, este luctuoso suceso ha servido de inspiración a muchas conmemoraciones del día 8 de Marzo para todas las mujeres del mundo.
Habrá que esperar al año 1975 para que ONU declare por primera vez el Día Internacional de la Mujer, y desde entonces tanto desde las instituciones como desde la sociedad civil se ha ido extendiendo la movilización de un día que el movimiento feminista vive como reivindicativo, de denuncia de lo que queda por hacer, aunque también de celebración de los logros alcanzados y sobre todo de mostrar la fortaleza del feminismo y su vigencia.
El feminismo es la única revolución pacífica que ha habido en el mundo y las propuestas que venimos haciendo, desde hace ya tres siglos, no olvidar que el feminismo es un movimiento ilustrado, han aportado a la sociedad un gran caudal civilizatorio. Muchos de los cambios sociales se han producido por la lucha feminista, son el resultado de ella, la incorporación de las mujeres al mercado laboral y el impacto que eso ha supuesto en las relaciones económicas y sociales, el voto femenino, el acceso de las mujeres a la educación y a los estudios universitarios, el derecho a disfrutar de la
sexualidad, las políticas de acción positiva, la idea de que no hay libertad sin igualdad, la necesidad de que el estado intervenga en la esfera privada “lo personal es político”, el concepto de violencia de género, la aparición de nuevos derechos, entre los que me gustaría destacar los sexuales y reproductivos, la corresponsabilidad en los cuidados, la gestión responsable de los tiempos de vida, todos esos logros de los que nos sentimos orgullosos y que consideramos avances democráticos.
A veces se confunde al feminismo y sus logros con una tabla reivindicativa de derechos para las mujeres y siendo esto suficiente, es mucho más, se trata de calidad de la democracia, de eficacia y eficiencia económica y sostenibilidad social, es un igualitarismo que beneficia a las mujeres y a los hombres. Kofi Annan dijo hace unos años que el grado de desarrollo de una sociedad se medía por la situación de las mujeres que pertenecían a ella.
Hace unos pocos días decía Amelia Valcárcel que “habitamos el feminismo”, que nuestras sociedades están impregnadas de los valores de la igualdad entre mujeres y hombres, y así es, aun quedando mucho por hacer, las leyes, las costumbres sociales, las relaciones personales, familiares, económicas todas están concernidas y afectadas por el feminismo. Muchos pensadores en estos
difíciles tiempos que vivimos defienden que el futuro de la humanidad debe tener dos ejes principales que son la igualdad entre mujeres y hombres y la sostenibilidad medioambiental.
Como cada 8 de marzo hacemos balance y al orgullo de lo conseguido unimos nuestra denuncia de lo que queda por hacer. La estructura social que perpetua la subordinación de las mujeres, eso que llamamos patriarcado se alía continuamente con el neocapitalismo y nos modifica la agenda. Así tras los avances conseguidos entre los cuales destaca la incorporación casi masiva de
jóvenes, mujeres y hombres, a los planteamientos feministas, nos encontramos con lo que Alicia Miyares llama “la agenda sobrevenida”. Tenemos que seguir luchando por la incorporación igualitaria de las mujeres a la economía , por revalorizar los cuidados y compartirlos, por eliminar las discriminaciones de las mujeres como la brecha laboral y salarial, la digital o el techo de cristal, que impide, aún hoy, que podamos compartir el poder.
El feminismo es una propuesta de cambio social, un cambio en las relaciones de poder entre hombres y mujeres que atraviesa el conjunto de las estructuras económicas y sociales; y estábamos en ello, seguimos luchando contra los delitos sexuales de los que somos las victimas principales, seguimos contra la lacra de la violencia, pero desde hace algún tiempo nos tenemos que ocupar
de nuevas formas de explotación sexual que pretenden normalizar la prostitución o de la explotación reproductiva que alquila vientres de mujeres convirtiéndolas en vasijas, o más recientemente a recordar que siempre hemos defendido los derechos de las personas transexuales y que seguimos haciéndolo. La pandemia y sus consecuencias económicas y sociales ha golpeado de forma brutal a las mujeres que una vez más han tenido que hacer un sobreesfuerzo para enfrentar necesidades propias y ajenas. Yo este 8 de marzo reclamaría que no nos aparten de nuestros objetivos porque aún queda mucha agenda por conseguir. Seguimos necesitando más pan y más rosas.