Plaza del Carmen
La plaza central de una ciudad tiene siempre un significado simbólico, además de su plasmación material y urbana. Es el corazón político de la ciudad y donde se concentran las emociones y vivencias históricas de esa comunidad. Allí late el pulso de su vida ciudadana, se celebran los grandes eventos cívicos o los triunfos deportivos, se concentran reivindicaciones, se debaten ideas o se pasea en amigable charla. En Granada, lugar de hermosas plazas, la del Carmen responde a ese modelo tan arraigado en nuestra historia.
Recordé hace unos días este sentido de plaza mediterránea, tantas veces explicado a mis alumnos y alumnas, cuando, paseando por esa zona, escuché una música bailable y cierto jolgorio. Me acerqué y descubrí con alegría que estaba ocupada por personas de cierta edad, que bailaban animadamente al son de un charlestón, un cha-cha-chá o un pasodoble. Me gustó compartir ese momento, aunque fuese como espectadora, y sentí que traslucía un modelo de ciudad que pensaba en las personas. Porque cortar el tráfico de Gran Vía o Recogidas para que jueguen los niños, o que los mayores bailen en la plaza del Carmen, va más allá del mero evento festivo.
Preocupados por los graves problemas que hemos afrontado y afrontamos en los últimos años - Covid-19, consecuencias de la guerra de Ucrania, etc.- no nos paramos a reconocer y valorar lo bueno que ocurre en nuestro entorno inmediato. Y esa tarde, acompañada por la música y el alegre movimiento de los que bailaban, pensé en el actual Ayuntamiento, en su alcalde Paco Cuenca y en el enorme esfuerzo realizado por cambiar la imagen y la realidad de una ciudad que, por desgracia, se había sumido en los últimos años en el descrédito y, en ciertas ocasiones, en el hazmerreír de los medios locales y nacionales.
En pocos años han logrado cambiar muchas cosas. La primera, el clima político y de convivencia de la ciudad. Hoy las noticias hablan de pacto y acuerdo entre instituciones, agentes sociales y empresariales, Universidad y otras entidades para intentar, por ejemplo, que Granada sea la sede española de Inteligencia Artificial. Si hoy el Ayuntamiento lidera proyectos de amplio alcance es porque ha logrado estabilidad institucional y crédito para hacerlo. Y eso se llama tener altura de miras y sentido de ciudad.
La segunda, y no menos importante, es la situación económica. Cuántas veces escuché que este Ayuntamiento no tenía posibilidad alguna de mantenerse por la caótica situación económica heredada. Pues bien, no solo se han aprobado los presupuestos y reducido la deuda, sino que hoy leo que bajará el IBI y otras tasas de las que se beneficiarán 230.000 hogares de la capital. Eso se llama buena gestión.
La tercera es la cercanía. No sé cómo lo hace, pero al alcalde Paco Cuenca lo encuentras en todas partes. En reuniones con las diversas instituciones, en los barrios, en el fútbol, con las asociaciones de padres y madres...Y siempre cercano, afable, sin estridencias. Pero cercanía no es solo que el alcalde y los concejales vayan a donde está la gente. Cercanía es que el bienestar de las personas ocupe el pensamiento de quienes dirigen su ciudad, que sus preocupaciones estén en la mesa de los despachos, que los espacios públicos sean lugar de disfrute sin tener que consumir o pagar. Todo ello responde a un modelo de ciudad que pone a las personas en el centro de la misma. Y eso se llama compromiso social.
Siempre he pensado que reconocer y felicitar por el trabajo bien hecho es un deber cívico, como lo es hacer una crítica o reclamar un derecho. Hoy me alegra cumplir con ese deber reconociendo y felicitando al Ayuntamiento por su trabajo.