Ortografía traicionera
Un idioma como el nuestro, el español -también llamado castellano- y que es el lenguaje materno de más de 500 millones de personas en el mundo, deslumbra por su riqueza, profundidad y matices. Además de ser una de las lenguas más habladas del planeta, también es de las más bellas gracias a su vasto vocabulario y su capacidad para transmitir emociones con precisión. Esa musicalidad y belleza, sin embargo, no están exentas de dificultades, y si no me creen pueden preguntarle a cualquier estudiante extranjero de paso por nuestro país. En Granada tenemos algún que otro.
Por otra parte, hay algo innegablemente poético en el español que va desde la suave cadencia de sus palabras hasta su capacidad para capturar con exactitud conceptos abstractos o sentimientos complejos. Esto se hace evidente en la literatura clásica española. Las obras de Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo o Federico García Lorca, dan testimonio de ello. En el Siglo de Oro, por ejemplo, la lengua española alcanzó cotas de belleza que pocos idiomas han logrado igualar. ¿Cómo no sentir esa elegancia cuando leemos, por ejemplo, la primera línea del Quijote?, “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...”
Aprender y dominar el español puede ser una tarea ardua, incluso para los hablantes nativos, debido a sus complejas reglas gramaticales, su vasta ortografía y las sutilezas que solo se perciben con el tiempo y la experiencia. Y hasta ahí todo bien, correcto y comprensible. La complejidad del idioma es evidente.
Los profesores de antaño, aquellos que impartían lengua española como asignatura, lo sabían y nos exigían a nosotros, jóvenes alumnos, conocerla y hablarla adecuadamente, pero, sobre todo, escribirla correctamente, es decir, sin faltas de ortografía. Y para ello se valían de diversas herramientas. La importancia de este detalle era tal que nos hacían continuamente dictados para comprobar nuestro nivel al respecto. Al final de cada evaluación dichos dictados influían en la nota final de la asignatura. También nos bajaban nota las diferentes faltas ortográficas que pudieran encontrase a la hora de corregir un examen. Eso ya nos hacía a los alumnos estar atentos y darle la importancia que tiene el redactar correctamente. La lengua española además de ser una asignatura hermosa, era de mucho peso. Y qué menos que exigirle a alguien que hable y escriba correctamente su lengua nativa.
Aún conservo con infinito cariño un libro, tamaño bolsillo, que nos hacían comprar a todos los alumnos en el bachillerato. Contiene todas las reglas de ortografía del español. Incluye muchísimos dictados y es una obra completísima y de gran aplicación además de amena y divertida de leer y utilizar.
Aun siendo la nuestra una lengua compleja, no me negarán ustedes que de un tiempo a esta parte ese obstáculo que es la complejidad parece haberse incrementado. De eso podemos percatarnos fácilmente tanto al leer algunas noticias en la prensa escrita o digital, como en los subtítulos que muchas veces se nos presentan en diferentes programas de televisión.
Seguro que ustedes han podido ver y leer en los diversos medios de comunicación, auténticas barbaridades, que dan una idea aproximada de a qué nivel hemos llegado en incultura ortográfica y gramatical. Les transmito mis felicitaciones y las gracias, una vez más, a la clase política de este país. Ella es la responsable de las diferentes y sucesivas leyes de educación que nos han hecho llegar al punto donde nos encontramos hoy.
Hace unas fechas me encontré, en un medio digital, con un artículo bastante interesante que hablaba sobre las cinco faltas ortográficas más comunes en el español. Directamente pasé a leerlo sin dilación, ese tema me suscita curiosidad.
No encontré en él nada nuevo, al menos para mí, pero me resultó distraído. Hablaba sobre las diferencias entre “a ver” y “haber”, “hecho” y “echo”, “hay”, “ay” y “ahí” y sobre “halla”, “haya” y “aya”. No hablemos ya del uso del “a” o “ha” como preposición o forma verbal.
A medida que lo iba desmenuzando y leyendo pensaba lo fácil y asimilado que tenía el que les escribe todos esos usos y la poca dificultad que para mí entrañaban esas palabras y su utilización. Y eso, es evidente, gracias a la excelente formación en lengua española que se nos impartía hace ya bastantes años.
Pero también especulaba con que esa facilidad que tenía para mí, era directamente proporcional al lío que debe de suponer para las nuevas generaciones. Y es que algo falla en todo esto -pensé. Todos, más o menos, tenemos claro qué es lo que falla.
Para este, su servidor, es algo inconcebible el cometer faltas ortográficas, al menos en los ejemplos de palabras que ese artículo nos mostraba.
Asimismo, aplicaciones como WhatsApp, los SMS de los teléfonos o las redes sociales, con sus innumerables símbolos y emoticonos y esa manera de comprimir texto y palabras, flaco favor le están haciendo también a poder vislumbrar una leve mejoría al respecto.
”¡Ay!, a ver si ahí hay alguien que haya hallado el eco de lo que he hecho, aunque echo de menos el tiempo que podía haber aprovechado con mi aya bajo el haya del jardín. ¡Ay!, la vida a veces es confusa. A ver, ¿cuántas veces nos hemos preguntado qué hay ahí más allá de lo que vemos? Quizás haya algo que todavía no hemos descubierto. Recuerdo cuando mi aya, siempre paciente, me decía que todo lo que hallamos en la vida es el resultado de lo que hemos hecho, pero que a veces también echamos cosas de menos. Echo de menos aquellos días en los que todo parecía más simple, cuando no pensábamos en lo que podría haber sido. Pero al final, todo es un eco del pasado, que resuena en el presente. Y todo allá, donde se halla el haya, en el jardín de mi aya”.
Si esto sigue así, y no tiene visos de que nada cambie al respecto a corto o medio plazo, tendremos que decir aquello de que “Entre todos la mataron y ella sola se murió. Descanse en Paz la ortografía española”. Las leyes de educación y las malas políticas lingüísticas a otros niveles siguen maltratando nuestra lengua.
Confiemos en que no sea así y volvamos a darle a nuestra lengua la importancia que tiene y se merece.
Feliz Navidad les desea este su cronista y un muy feliz año venidero. Final del formulario
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