Parasitando a Clara Campoamor

CLARA-CAMPOAMOR
Clara Campoamor | Fuente: Fundación Pablo Iglesias
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«No le rindan protección alguna cuando se trata de la libertad de tratar su cuerpo como una mercancía»

Durante estos últimos años venimos viviendo momentos históricos. Este ocho de marzo ha sobrepasado con creces al último, que ya fue uno de los más multitudinarios de la historia. Que el feminismo es un movimiento imparable y el más potente que existe en nuestro país es un hecho que nadie puede negar. Hace pocas semanas el trío ultraderechista y Froilán reunió en Madrid a 45.000 personas ofreciendo autobuses gratuitos desde toda España. El pasado viernes, solo en Madrid, 350.000 personas se reunieron para pedir igualdad. Para dejar muy claro al trío y a Froilán que los derechos de las mujeres no se negocian. Que no vamos a dar ni un paso atrás. Solo en Madrid. En todas las provincias de España ha habido movilizaciones que han superado cualquier previsión. En nuestra ciudad se habla de 60.000 personas. He estado investigando y, salvo error por mi parte, es la movilización más multitudinaria en la historia de Granada.

Los hay que desde su mente primitiva se atreven a afirmar que el feminismo está de moda. La moda se refiere a costumbres o gustos que son mayoritarios durante un período de tiempo y luego se olvidan, se sustituyen por otros. Supongo que se atreven a afirmarlo porque es lo que les gustaría, pero nada más lejos de la realidad. El feminismo es una lente con la que ver el mundo, una forma de librarnos de la ceguera. Venimos creyendo que la miopía con la que nos ha envuelto la religión y la «moral» oportunista de muchos, muchos cobardes era lo que había para nosotras. Hasta que encontramos unas gafas. Unas gafas moradas con las que vemos con nitidez. Y nadie que soluciona sus problemas de visión está dispuesto a volver a la oscuridad. Nadie. Por eso no estamos ante una moda sino ante un avance. Un avance al que no vamos a renunciar.

Aun así, muchos siguen hablando de moda, y, desde esa perspectiva, quieren adaptar su producto al mercado para vender más. Porque para ellos todo es mercado, todo es monetizable. Las personas también. Su planteamiento es sencillo: 1. El feminismo está de moda, 2. Hay que rentabilizar esa moda, 3. ¿Cómo lo hacemos? Fácil, lo inventaron los griegos: caballo de Troya.

Ciudadanos es un partido que defiende dos de las mayores formas de violencia contra la mujer (la prostitución y el alquiler de vientres) que de forma patética y ridícula pretende colarse dentro del movimiento feminista adaptándolo a la teoría liberal al amparo de una supuesta libertad que en la práctica no es ejercible y amadrinándose por mujeres como Clara Campoamor. Mujeres como Clara Campoamor que de forma clara dijeron NO a la prostitución. NO a la CEDA (el Vox de la época).
Albert Rivera, haciendo alarde de la ignorancia a la que nos tiene acostumbrados desde sus primeras apariciones en público («lean a Kant, es un grandísimo referente, tienen que leer a Kant» «Pero, ¿qué título en concreto, señor Rivera?» «Pues no lo sé, es que no he leído nada suyo») está parasitando la figura de Clara Campoamor de la forma más mezquina y miserable posible colocándose bajo su nombre y la frase «Soy liberal» el pasado 8M. Todo ello, por supuesto, para explicarnos qué es el feminismo con cuatro mujeres de su partido colocadas tras él bien calladitas.

Esta escritora se declaró liberal. Es cierto. ¿Saben quiénes se declaraban liberales también en aquella época? Todos los izquierdistas republicanos. Todos los socialistas. Indalecio Prieto llegó a afirmar que era «socialista a fuer de liberal». Lo que no le ha explicado nadie a Albert Rivera es que aquel liberalismo no tenía nada que ver con este que él defiende. Con su mentira maquillada de libertad. Porque el ejercicio de la libertad es incompatible con la pobreza. Este personaje nos quiere vender que ser libre significa que nadie le va a meter a usted preso por sus ideas. Pero eso no es ser libre. O no solo eso es ser libre. Una persona cuyas necesidades básicas no están cubiertas no puede actuar con libertad. Qué decir cuando las necesidades que no están satisfechas son las de nuestros hijos. Las de las personas que dependen de nosotros y, principalmente, de nosotras. Legalizar la prostitución, el alquiler de vientres y la venta de recién nacidos bajo el eslogan «las mujeres son libres, déjenlas hacer lo que quieran» es la mayor infamia a la que se está dando voz hoy en día. Las personas pobres no son libres. Las mujeres pobres no son libres. Hace más ruido el estómago hambriento de un hijo que una mente que nos hace sentir sucias, utilizadas, violadas, por intercambiar nuestro cuerpo por dinero.

No soy partidaria de una intervención absoluta del Estado, nada más lejos de la realidad. Pero, no todo vale. Y la justificación es más que simple: las teorías políticas y económicas, que en abstracto funcionan, las aplicamos los seres humanos. Y entre los seres humanos hay monstruos disfrazados de personas que las manipulan en su favor para lograr su único fin: dinero, dinero y dinero. Claro que la libertad ha de ser el principio que rija nuestras vidas. Pero no podemos hablar de libertad mientras exista pobreza y exclusión. No podemos hablar de libertad cuando una mujer se ve obligada a mantener relaciones sexuales que no desea porque no encuentra trabajo o cobra una miseria y tiene que alimentar a sus hijos. Cuando una mujer se ve obligada a someterse a un embarazo con las consecuencias físicas y psicológicas que supone y a separarse de su bebé porque no encuentra trabajo o cobra una miseria. Porque la palabra es «obligada». Hay muchas formas de obligar, no es necesario amenazar a nadie con un arma. Y, por supuesto, todo ello sin referirme a la infinita cantidad de mujeres que ejercen la prostitución bajo amenaza. Las más.

Determinados grupos han de estar protegidos. Si no lo estuvieran los monstruos los utilizarían para lucrarse. El ejemplo más claro es el de los niños, que no pueden trabajar hasta alcanzar una edad. ¿Por qué se prohíbe? Porque, en caso contrario, estos monstruos disfrazados de personas los tendrían trabajando amparándose en que sus padres lo han decidido así, libremente. «Para llevar dinero a casa porque no hay, querrá decir usted.» «En absoluto. Libremente. Como dijo Virginia de Beauvoir. O Simone Wolf, no caigo ahora mismo.»

Clara Campoamor abandonó el Partido Radical cuando aceptó el apoyo de la CEDA (el Vox de la época) para llegar al gobierno. Clara Campoamor dijo alto y claro NO a la prostitución, porque el feminismo es abolicionista. Clara Campoamor clamó por la República, la que calificó como forma de gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos. Esa fue Clara Campoamor, Albert Rivera, y en su nombre no vais a traficar con nuestros cuerpos. Porque en el feminismo cabemos TODAS, no solo las mujeres solventes.