Patti Smith: ‘Gloria’, Lorca y rock en el Generalife

La leyenda lo ha dado todo en un concierto inolvidable, donde ha logrado cautivar al público con éxitos propios, versiones de artistas como Lana del Rey o Bob Dylan, y poemas del poeta

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Patti Smith con un pañuelo blanco lleno de granadas en su concierto en el Teatro del Generalife | Foto: Gabinete
Diana Ioana
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“La madrina del punk” o “la poeta del punk”, un apodo que no cualquiera se gana y que no en vano posee la protagonista de esta jornada del festival 1001 Músicas CaixaBank. Se trata de nada más y nada menos que de Patti Smith, leyenda viva del rock cuyo nombre lleva por bandera la música, la literatura y el activismo.

La noche podría resumirse en, simple y llanamente, histórica. El icono global fue cálidamente recibido por un público de todas las edades, prueba de que las leyendas nunca pasan de moda, mientras enseñaba orgullosa un pañuelo blanco lleno de granadas. Con una escenografía al desnudo, ‘Dancing barefoot’ dio comienzo a la ceremonia.

‘Redondo beach’ fue la siguiente, que preparó el terreno para ‘Ghost dance’, una canción escrita en memoria de las tribus indias que están en peligro y que, en palabras de la artista, debemos proteger, ya que guardan las memorias más puras de la civilización antes de que ésta existiera. La diva sacó pronto su vena más activista, un grito para darle voz a aquellos que no la tienen.

Además de leyenda del rock, también es una diosa de la poesía y ha mostrado su admiración a nuestra propia estrella granadina, Federico García Lorca, leyendo en inglés su ‘Casida IX: De las palomas oscuras’. De leyenda en leyenda, el turno era de Bob Dylan, con una versión de ‘Man in the long black coat’, que culminó con Johnny Cash, convirtiendo el teatro en un radiocasette de los noventa.

Como la noche acompañaba, Patti puso a soñar a todos los testigos con ‘Nine’, que comenzó con una pequeña leyenda sobre un marinero: “He slept and dreamed of the Alhambra”. ‘Summertime sadness’ es sin duda lo que no había en ese teatro, canción que dedicó a su difunto marido Frederick, rememorando cuando era cortejada por él en su juventud, y a la ciudad: ‘I just wanted you to know, Granada you’re the best”.

Con ‘Beneath the southern cross’ se colgó la guitarra al cuello, y a pesar del pequeño lapsus de olvidar la letra, logró que el público obedeciera sus indicaciones y lo diera todo ante la orden de “feel your fucking freedom, we are free people”. Una canción para el duelo, para afrontar las pérdidas con una perspectiva más cálida y esperanzadora.

En un breve descanso de la artista, el resto del grupo invocó a Jimmy Hendrix con ‘Let me stand next to your fire’, que se vio interrumpida por unos problemas técnicos que lejos de parar el espectáculo provocaron que el público abandonara sus asientos y se acercara a los pies del escenario, para escuchar a Patti y los músicos tocar sin ayuda de micrófonos.

En un momento de empatía y unión, los presentes se vieron de pie dándolo todo como en un concierto clásico de rock, mientras un grupo de técnicos intentaba arreglar el inconveniente. Sin embargo, nada ni nadie iba a parar a la deidad que acaparaba las miradas y desviaba la atención de la Alhambra.

Con ‘People have the power’ -algo que ella tenía, y mucho-, el contratiempo se resolvió, pero al público le gustó su nueva posición y decidió quedarse postrado ante el grupo, dándolo todo y más.

Con un poderoso mensaje propalestino, interpretó ‘Peaceable kingdom’ antes de volver a Lorca con ‘Llagas de amor’, encarnado en su profunda y susurrante voz sintiente. De este modo, la noche siguió nostálgica ‘Because the night’ no podía parar así fuera el fin del mundo, con una de las más esperadas, “because the night belongs to Granada” como bien recordó la intérprete.

El ceremonioso show llegó a su fin alcanzando la más alta ‘Gloria’, abrazada por unos admiradores que no podían hacer más que entregarlo todo, aplaudiendo, saltando, cantando y gritando. Y es que el único pecado de la noche había sido abandonar el escenario, volviendo a ondear el blanco pañuelo cargado de granadas mientras los aplausos se alargaban durante minutos de pura admiración. Al fin y al cabo, resulta que la noche le pertenece al amor, al rock y a Patti Smith.







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