Personas que se miran el ombligo

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Hay personas que si levantan la vista de su ombligo, verán que no es el centro de atención | Foto: Archivo
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Como dice Irene Vallejo, cada cual se ubica en el epicentro de todo y tal vez por eso el mundo tiene más ombligos que cerebros. Y añade: En realidad, aprendemos sobre nosotros mismos cuando nos atrevemos a mirar otros paisajes y escuchar otras voces. Es poco original sentirse únicos: solo los demás nos dicen quiénes somos.

Todos conocemos a ese tipo de personas que se creen que ellos son los únicos habitantes del mundo. Esas personas que pase lo que pase siempre están peor que tú, siempre han sufrido más y su vida ha sido mucho más dura. Esas personas a las que deseamos decirles que si levantan la vista de su ombligo verán que no son el centro del universo.

El yo-ismo o arte de mirar solo el propio ombligo consiste en pasarte la vida hablando en clave de yo. Son esas personas se quejan de que no son escuchadas, que nadie las entiende, pero son ellos los primeros que dejan de escucharte para hablarte de sus penas. Muchas veces este comportamiento es inconsciente, porque es la única manera de no sentirse solos.

Normalmente se trata de personas de baja autoestima que no saben comunicar sus sentimientos de manera correcta. Además, suelen carecer de habilidades sociales que le permitan comunicarse mejor y, sobre todo, entender al otro y ponerse en su lugar.

En otros casos este arte de mirarse el ombligo lo hacen de forma completamente deliberada. En este caso demuestran su falta de empatía. Son personas egoístas y dañinas. Y es por ese egoísmo por el que se convierten en manipuladores emocionales.

Vivimos en un mundo selfie en el que parece que las cámaras apuntan a nosotros, pero lo cierto es que hay que cambiar a la cámara externa para entender que lo que queremos es irrelevante para casi todos los demás.

Se sabe que mirarse el ombligo, es la condición de creerse ser el centro del mundo. Porque ese es el valor no positivo del ególatra, del que siente amor de sí mismo; que no del narcisista (por ejemplo) que se conforma con estimarse guapo.

Considerarse el ombligo del mundo es creerse el mejor, el único, el más poderoso y el elegido –por su dios particular, claro–. Los hay tanto en el grupo familiar como en el ámbito laboral y el social. Y él se siente orgulloso de ello y lo disfruta, aunque pueda suponerle algún desliz por llegar a carecer de estima, infundada o no, de sus semejantes más próximos.
Es un buen ejercicio de reflexión interior mirarse uno alguna vez en ese simulado espejo de actitudes humanas que nos pueden significar también a nosotros, sí en la vida hemos tenido flaquezas o la propia convicción, que nos lleve a considerarnos el más importante ser de la Tierra.

Es bueno saber si la vanidad, la soberbia, el engreimiento, el desprecio, ha endiablado algún momento de nuestra vida. Si nos hemos comparado y hemos concluido ser mejor que el otro. Si de verdad hemos hecho lo máximo para llegar al techo. Si solo nos ha importado lo nuestro frente al mejor mérito de otros.

Estamos viviendo una época ahora mismo, a cuyo envoltorio nos han introducido dócilmente con prebendas de fantasía, encerrando un contenido vital sustancial, para empujarnos los unos contra los otros en una insólita carrera de llegar antes, de tenerlo todo ya y de solo importarnos nosotros,  a cuyo devenir no cabe augurarle resultados de mucha bonanza.
Seguramente le haga pensar que, probablemente, las heridas sociales en lo humanístico, que creo se están produciendo y ya no podrán ser suturadas, han de tener una vuelta de repaso y corrección. Para eso, esta modernidad de torre babilónica por la que subimos y bajamos a diario habrá que ensancharla de peldaños y eliminar su ascensor central para atemperar algunos riesgos.

Y todo eso me ha venido a cuenta por las organizaciones que se miran el ombligo, que no son capaces de mirar más allá del mundo que les rodea, que son endogámicas y no saben buscar fuera para llenar más las organizaciones que son.

En las organizaciones la endogamia se produce cuando queremos tener en nuestro grupo, clan o casta (termino que se ha puesto de moda) a un determinado colectivo igual que el nuestro
¿Y como son endogámicas las organizaciones?.

Un caso claro es que pretendan tener personas del mismo entorno. Es decir, cuando quieren incorporar a nuevas personas a la empresa se decantan por los que tienen características similares. He aquí algunos ejemplos:

–  Personas que hayan trabajado en el mismo sector

–  Personas que hayan estudiado en un determinado lugar o entorno educativo

– Personas que se hayan formado en el mismo sitio al que va a ir

En definitiva mirarse el ombligo o la endogamia solo sirve para generar personas que no salen de su sitio y no ven lo que les rodea. Atrevámonos a mirar otros paisajes y a escuchar otras voces. Lo necesitamos para no mirarnos tanto el ombligo.