La pionera fábrica de Fajalauza, un legado con más de cinco siglos que se quiere preservar
Los descendientes de la familia de alfareros Morales impulsa una fundación para que este espacio se mantenga y se ponga en valor la cerámica granadina, una tradición centenaria
El Albayzín alberga la única fábrica de cerámica que queda en pie de entre todas en las que trabajaron un montón de familias de Granada desde la llegada de los Reyes Católicos. Más de cinco siglos de historia tiene la fábrica Fajalauza, por la que han pasado muchos apellidos a lo largo del tiempo, pero el de la familia Morales ha sido el que ha pervivido. Este apellido y el de otras muchas familias aparece en un acta de 1517, un documento oficial que narra el pleito de los alfareros granadinos con la autoridad sobre la carencia de agua y los impuestos elevados que tenía, que demuestra que había gente haciendo cerámica en esta zona ya en esa época. “Este espacio es el único que ha quedado de todos ellos y, por eso, hemos creado la Fundación Fajalauza, para intentar proteger el espacio y la tradición de todas esas familias”, apunta Chemi Márquez Morales, patrono de la fundación y sobrino de Cecilio, centenario gerente de la fábrica Fajalauza.
La antigua fábrica está situada justo fuera de la antigua muralla de la Granada musulmana, la zona a la que fueron desplazados los ceramistas cuando llegaron los cristianos y donde había acopio de agua ya que allí estaba la acequia de Aydanamar. El único tramo que queda de la acequia está en la zona de la fábrica y quieren ponerlo en valor. Esta antigua fábrica está “medio en desuso y parada desde hace unos 50 años”, cuando comenzó a funcionar la nueva, pero en ella se conserva toda la maquinaria, que es utilizable, entre ella el horno hispanomusulmán, que es “la joya de la corona”, como explica Chemi Márquez Morales. “La producción es ininterrumpida. En este espacio se siguió haciendo cerámica desde la Edad Media hasta ahora. Está toda la infraestructura necesaria y los espacios donde se preparaba la tierra, que venía de las canteras de Granada, y donde se limpiaba, purificaba y desajelaba para preparar en el torno. Los tornos están operativos, el horno que preparaba los esmaltes también está listo para restaurarse y el horno hispanomusulmán, que es gigantesco y también necesita una reparación”, señala.
Fue en los años 70, con los cambios productivos, económicos y también ambientales cuando la antigua fábrica se quedó parada y se trasladó la producción a la fábrica nueva. “La cerámica desde hace mil años se ha construido en una base de plomo que la legislación europea prohibió porque era nociva y obligó a cambiar todo el proceso. En ese momento, se quedó congelado en el tiempo este espacio y se trasladó la producción a la fábrica nueva, que tiene ya 50 años, y que tiene hornos de propano, que son más limpios, ecológicos y trabajan con otra química diferente”, indica Chemi Márquez Morales. Actualmente, varios espacios de la antigua fábrica, incluido el horno original, están apuntalados para evitar que se caigan, algo que se ha podido hacer gracias a las donaciones que ha recibido la Fundación Fajalauza, que tiene como objetivo “defender el patrimonio que alberga para ponerlo en valor y que no se pierda”. Y es que el dueño de la fábrica, Cecilio Morales, tiene ya 100 años y sus sobrinos temían que cuando él falte este espacio se perdiera y se construyeran en él bloques de pisos. “Por eso nació la Fundación, con el objetivo de preservar primero este espacio y segundo, esta tradición, que es familiar, que no es de la familia Morales, es de un montón de familias de Granada”, apunta Chemi Márquez.
Todos los primos Morales han crecido sabiendo que la fábrica Fajalauza tiene más de 500 años de historia y no pueden permitir “que se hunda”. Chemi Márquez lo explica así: “Después de tantas generaciones, que sea la nuestra la que permita que se hunda, es una responsabilidad. Es bonito y también emocionante, pero es una responsabilidad porque esto es parte del patrimonio de Granada, de España, de la humanidad y no podemos permitir que por la desidia de las administraciones, la dejadez familiar o lo que sea se vayan cayendo piezas, destruyendo parte del patrimonio y, al final, construyan bloques de pisos”.
El objetivo de la Fundación Fajalauza es convertir la antigua fábrica en un Centro de Interpretación de la Cerámica para que lo visiten los turistas, centros escolares y la ciudadanía en general y puedan “conocer cómo se fabrica la cerámica y viva lo que es hacer cerámica como experiencia”. También convertirla en un museo, ya que hay muchas colecciones de fajalauza que ahora “están dispersas y guardadas en almacenes” y que les cederían para mostrarlas allí como el tesoro que son. La fábrica moderna “mantendría una producción simbólica para poder atender otras necesidades”, apunta Chemi Márquez, quien destaca que en Granada “hay mucha gente que hace cerámica granadina y la Fundación apoya y estimula a los creadores granadinos”. Por eso, incluso plantea a las administraciones “que se cree un sello hecho en Granada, un sello de calidad para proteger a esa gente” ya que actualmente se fabrica cerámica en otros lugares como China, por ejemplo, y “luego incluso la venden aquí en la ciudad como souvenir”.
La cerámica de Fajalauza es casi la misma que hace 500 años, solo ha cambiado su modo de producción. “Antes se preparaban los materiales - la arcilla y los esmaltes-, se creaban en el torno las piezas de barro y se le ponía la pintura con un pincel especial y luego se cocían solo una vez. Ahora, la normativa prohíbe el uso de plomos en esmaltes de cerámica y hoy tienen otra composición química. Se cuecen primero en crudo y luego pintadas”, explica Chemi Márquez. “En cerámica granadina se han hecho siempre dos tipos de obras: la cerámica arquitectónica, que son revestimientos de azulejos para suelos, paredes, tejados o remates, y la cerámica doméstica de uso relacionado con la comida básicamente. La tipología es enorme. Con el paso de los siglos ha habido alguna pequeña modificación en los gustos, en las modas. El plato de comida musulmán era grande, donde comía toda la familia. El uso cristiano cambia esto a un platito individual. Pero está todo muy inalterado en formas y en tipología de decoración”, comenta.
Cecilio Morales, el centenario gerente de la fábrica de cerámica Fajalauza, también atiende a GranadaDigital y cuenta que aprendió este oficio “viendo a los obreros del obrador” cuando era niño y “echándole afición”. “Veía a mi padre y con 13 ó 14 años estaba metido en el torno. Mi padre cogía el barro para hacer platos finos, que son como tazones, que luego servían de cobijas para cerrar las braveras, que es el agujero grande del horno”, recuerda Cecilio, quien asegura que al principio cobraba “cinco duros todas las semanas” que le daba su madre. “Mi padre decía: Eso mamá, que tiene el dinero”, cuenta.
Toda su vida se ha dedicado a realizar piezas de cerámica granadina en la fábrica donde se crea “la auténtica cerámica de fajalauza” y ha atendido a muchos clientes entre los que destaca a la empresa Carbonell de Almuñécar y a la reina Fabiola de Bélgica y Balduino, que cuando eran novios y estaban veraneando en San Sebastián mandaron a un arquitecto que iba a hacer un palacete en un terreno que le regalaron para veranear en Salobreña. “El arquitecto era Urquijo y se llevó una muestra de diferentes azulejos para que los escogiera la reina Fabiola y escogió muchos”, recuerda. A sus cien años, Cecilio desea que el tiempo que esté “se hagan las cosas lo mejor posible”.
Su sobrino Chemi Márquez desea que en la antigua fábrica, por la que han pasado más de 50 generaciones de Morales alfareros desde 1517, se pueda reconstruir lo antiguo y crear nuevos espacios y un museo para que la ciudadanía conozca la historia de la cerámica granadina, una tradición que tiene acreditados cinco siglos de existencia en el entorno de la Puerta de Fajalauza, de la que tomó el nombre.