Las pipas 'granaínas' se consumen en Egipto, Brasil o Australia
La empresa de Tostaderos Sol de Alba cuenta ya con clientes en más de 35 países de todos los continentes
La aventura de la familia Barragán empezó con una furgoneta que recorría la Granada de los 60 cargada de deseos para los más pequeños: caramelos, frutos secos y chucherías. A día de hoy, Tostaderos Sol de Alba es un imperio que, como si fuera de casta romana, ha conquistado el mundo, dejando atrás fronteras, diferencias de idiomas y choques de cultura, llegando hasta lugares insólitos como Egipto.
Aquella furgoneta fue la iniciativa de negocio que tuvo el padre de Carlos Barragán, actual director general de la empresa. Todo empezó hace ya 50 años, en octubre de 1969, cuando la familia huyó del ruido y la inmensidad de Madrid para volverse a su querida Granada natal. Era solo el principio de las pipas Dakota, de las Granaínas o de los paquetes de Potaje, el comienzo de lo que los granadinos, años después, incorporarían a su día a día y tradición local.
“El contexto social de la época era favorable, el famoso baby boom de los 60 desató la natalidad y el país comenzaba a crecer después de una difícil posguerra”, cuenta Carlos Barragán. Todo ello provocó un crecimiento de la demanda, la cual "no obtenía una oferta que le diera respuesta". Fue entonces, cuando el padre de Barragán vio una oportunidad de negocio montando su propia empresa de distribución, Almacenes Barragán Espinar.
Desde ese momento, todo fue cuesta arriba. A finales de los 70, la década del Apolo 13, Pinochet y Apple, el negocio creció y se expandió más allá de la tierra de la malafollá, estableciendo delegaciones en Jaén y Málaga. Sin embargo, un hecho fortuito le cambiaría el rumbo a la empresa: de la noche a la mañana, la marca principal de pipas que distribuía Almacenes Barragán entró en quiebra. De este modo, la empresa no tenía como abastecer a sus clientes, lo cual no solo hacía que perdiera ventas y dinero, sino que dejase un cómodo y caliente asiento a la competencia para ocupar su lugar.
Fue así como la familia Barragán dejó de ser una simple distribuidora para comenzar a producir sus propios productos, “Nos tuvimos que tirar a la piscina sin saber si había agua o no, y de pronto, te haces fabricante”, cuenta Carlos Barragán echando la vista atrás.
Y así, pasito a pasito, y gracias a un “golpe de suerte” encontraron, de manera indirecta, su primer cliente fuera de las fronteras de España, concretamente en Holanda, lugar de residencia de un individuo que trabajaba en una empresa de distribución y que disfrutaba de unas vacaciones en Marruecos. Tostaderos Sol de Alba ya había comenzado a vender en Ceuta sus productos, entre ellos las Pipas de la Paz, un nuevo artículo que se erigía como innovador gracias a su llamativo envoltorio de color azul. Desde Ceuta, “las Pipas de la Paz pasaron hasta Marruecos, donde el color favorito de los rifeños era el azul y las Pipas de la Paz se hicieron con el mercado” encontrando este señor Holandés el producto en su viaje y contactando con la familia Barragán.
A día de hoy, Tostaderos Sol de Alba no solo es líder en Marruecos, sino que ha conquistado 35 países con sus productos granadinos. "En departamento internacional somos 6 personas, hay países donde jamás habrías adivinado que se comen pipas, como Dinamarca", cuenta Barragán, que además explica que "todo viene por el efecto global de la inmigración, en Oriente Medio se consumen muchas pipas, y todo ese flujo migratorio de Oriente Medio hacia Europa hace que se produzcan intercambios de cultura".
Así, las pipas de los quioscos de Granada también se pueden comer en Ucrania, Islas Mauricio, Brasil o Australia porque, como dice Carlos Barragán, “Granada es pequeñita, pero desde Granada se puede llegar al mundo”.