¡Pónganle letra por favor!
![Juan Carlos Uribe](https://www.granadadigital.es/wp-content/uploads/2025/02/MixCollage-12-Feb-2025-08-57-PM-1770-1010x673.jpg)
En España tenemos una singularidad que, como tantas otras cosas, llevamos -me ciño en este caso a un sentimiento mío particular- con un poquito de complejo: nuestro himno nacional no tiene letra. Es una peculiaridad que, a simple vista, parece una tontería, pero que encierra una fascinante historia de intentos fallidos, debates acalorados y ese toque de surrealismo que parece impregnar todo lo español.
Mientras otros países entonan sus himnos con fervor patriótico y emocionan a las multitudes en eventos deportivos, nosotros nos limitamos a mover la boca, silbar o tararear la Marcha Real. Y claro, les hablo en clave personal, ¿cómo no sentir un poco de envidia cuando ves a los franceses con su Marsellesa, a los italianos con su vibrante Hermanos de Italia, o a los británicos pidiendo con solemnidad que Dios salve a la Reina? Es como si todos los niños del barrio tuvieran bicicleta nueva menos nosotros.
Hace unos meses podía ver y escuchar a Su Majestad Felipe VI, cantar el himno asturiano en la entrega de los premios Princesa de Asturias. Al mismo tiempo me preguntaba el porqué cualquiera de las que llamamos autonomías se apresuraron en su momento a instaurar o crear su himno, con su letra correspondiente, y sin embargo España, que debe de ser la argamasa de todas ellas, se debe de conformar tan solo con la música. Resignación inconformista -si es que eso puede ser- y pena, fueron las sensaciones que me invadieron.
Síntoma del poco apego, creencia y fe en el concepto de nación y patria es el hecho de que a ningún dirigente político parezca preocuparle lo más mínimo este tema. Soy consciente de que no es una de las mayores urgencias que tenemos en España, pero no estaría de más el tenerlo en cuenta.
Y no es tema baladí. ¿Sabían ustedes que España es uno de los pocos países del mundo cuyo himno nacional no tiene letra? En ese pequeño grupo están Bosnia-Herzegovina, Kosovo y la diminuta república de San Marino. Ninguno de ellos tiene la relevancia histórica de nuestro país y muchísimo menos su larga antigüedad como tal. Es justificable pues en ellos, el hecho de no poseer letra su himno, no así en el nuestro, ¿o tal vez sí?
Esto, lejos de ser una mera curiosidad, ha sido motivo de análisis por sociólogos y antropólogos que ven en ello un reflejo de nuestra idiosincrasia: un país diverso, con múltiples identidades culturales y lingüísticas, donde llegar a un consenso sobre algo tan simbólico como la letra de un himno es, literalmente, misión imposible.
El himno nacional español, conocido formalmente como la 'Marcha Granadera' o 'Marcha Real', tiene sus orígenes en el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III. Su uso oficial como himno comenzó en 1770, y desde entonces ha sido la melodía que nos acompaña en ceremonias oficiales, desfiles y partidos de fútbol. Sin embargo, a diferencia de otros himnos europeos, que surgieron en contextos revolucionarios o independentistas, el nuestro nació como una simple pieza ceremonial, sin más pretensión que la de dar solemnidad a los actos reales. Eso, claro, no nos diferencia de otros himnos en cuanto a su origen militar o regio, pero sí en su carácter mudo. Mientras otros países añadieron versos cargados de significado histórico y emocional, nosotros decidimos dejarlo tal cual, como una especie de lienzo en blanco. Aunque muchos piensen que la falta de letra es una muestra de nuestra singularidad, lo cierto es que ha habido varios intentos de dotar a la “Marcha Real” de palabras. Pero, como buenos españoles, nunca nos hemos puesto de acuerdo.
Durante el siglo XIX, cuando el nacionalismo florecía en toda Europa, hubo una oleada de intentos de ponerle letra al himno español. Durante la Primera República (1873-1874), se presentó un texto que intentaba destacar los valores republicanos, pero la brevísima duración de aquel experimento político dejó el proyecto en el olvido.
En la Restauración, surgieron propuestas que exaltaban la monarquía, el catolicismo y la unidad nacional, pero ninguna logró el consenso necesario. Cada facción política quería que el himno reflejara sus propios ideales y, como buenos españoles, preferimos no ponernos de acuerdo antes que ceder en algo.
El franquismo tampoco fue ajeno a la idea de añadir una letra. Durante la dictadura, se escribieron algunas versiones oficiales con una retórica ultranacionalista y religiosa, pero nunca llegaron a imponerse de manera definitiva. Después de la muerte de Franco y con la llegada de la democracia, cualquier intento de recuperar esas letras quedó sepultado por su asociación con el régimen. Ya, más recientemente, en 2007, el Comité Olímpico Español organizó un concurso público para crear una nueva letra. El texto ganador hablaba de “patria”, “amor” y “hermandad”, pero fue recibido con tal oleada de críticas y burlas que el proyecto fue abandonado rápidamente.
Personalmente, lo admito, cuando veo a las selecciones de futbol -Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y demás- cantar sus himnos con fervor en los eventos futbolísticos internacionales me entra, no un poco, sino mucha envidia. Incluso mi sobrino de 6 años ya canta el himno polaco. Todos ellos tienen una identidad patriótica clara, compartida desde pequeños, mientras que en España el patriotismo es desgraciadamente -no debería ser así- una cuestión mucho más compleja, a menudo polémica, y casi siempre sujeta a debate.
Deberíamos tomarnos más en serio este tema, ya que mientras nos resignamos a no ponerle letra a nuestro himno y a no enseñarlo en los colegios a nuestros pequeños, las autonomías -unas más que otras- y las “nacionalidades históricas” van ocupando ese vacío, ellas sí, con las letras en sus himnos.
Sé que este deseo a más de uno, una o “une”, les chirriará por aquello de que desprecian todo lo que huela a español o España. Además, luego nos vendrían a mortificar con que esa idea trae consigo reminiscencias del pasado franquista -aunque no tenga nada que ver- etc. etc.
Esta es sencillamente la explicación a la desaparición del castellano como lengua vehicular en la enseñanza, la existencia de 17 pruebas distintas para acceder a la universidad o la consideración de la selección española de fútbol como equipo visitante en el País Vasco.
El hecho de no tener un himno con letra y la enseñanza del mismo es lo que celebran aquellos que promueven políticas excluyentes e identitarias, aquellos que disfrutarían con la desaparición de España como tal. Este fenómeno tan anómalo no hay que tomárselo a la ligera sino con la fuerza, determinación y seriedad que se merece.
El tarareo del 'lolo lolo lololololololololololololoooo' dejémoslo a Sergio Ramos y compañía, y el 'lalala' a Massiel. Quiero ver a Su Majestad cantar el himno de España y al resto de España también. Yo quiero que le pongan letra a nuestro himno.
Comentarios
Un comentario en “¡Pónganle letra por favor!”
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Esperanza
12 de febrero de 2025 at 22:26
Totalmente de acuerdo
Que bien se expresa usted ,